El samovar domina la historia de esta antigua bebida en Rusia. Fuente: Flickr / Sergey Vladimirov
El té llegó a Rusia desde el Este. Aunque si la hoja de esta planta se exportó a Europa por mar, a Moscú, la llevaron en caravanas desde la ciudad mongola de Kiajta y a través de Siberia.
La capital ha sido, y sigue siendo, el centro de las tradiciones rusas vinculadas al té. Se sabe a ciencia cierta que los rusos conocieron la delicada bebida en China, y que a principios del siglo XVII el zar ruso Mijaíl Románov recibió como regalo de los embajadores chinos unas cuantas cajas de té que se cultivaba en la frontera de las actuales provincias de Hubei y Hunan.
Se cree que el samovar llegó a Rusia desde Europa, gracias al emperador Pedro I. Aunque otras fuentes señalan que aparecieron medio siglo después de su muerte en los Urales.
Alrededor de 1778 comenzó la producción de los famosos samovares de Tula, ciudad con mucho hiero y centro del comercio del té en los siglos XVII-XIX. A mediados del siglo XIX había 28 fábricas y se producían 120.000 samovares al año. Hasta el día de hoy existe el dicho: "Nadie va a Tula con su samovar".
A diferencia de San Petersburgo, capital del Imperio Ruso en la que preferían tomar café, tomar té se convirtió en Moscú en una importante tradición.
Es sabido que el ritual no tenía lugar sin un samovar, en el que se hervía el agua. De hecho, la palabra 'samovar' significa 'recipiente para hervir agua'. En China, también existe un objeto similar, aunque tiene una forma diferente.
El samovar ruso es el centro de esta 'ceremonia del té'. Fue creado y perfeccionado para una sola meta: calentar el agua para preparar la infusión.
Además del samovar, en la mesa siempre hay una tetera. Por costumbre se prepara un té muy cargado. Cada huésped vierte en su taza la cantidad necesaria de la fuerte infusión y después la diluye con agua hirviendo del samovar.
En Rusia el té se sirve siempre con azúcar. En nuestros días se suele echar en la taza, pero originalmente se colocaba un terrón en la boca, por el que se hacía pasar el té caliente.
Esta costumbre vino de Siberia. Ni los chinos ni los británicos, dos naciones que se vanaglorian de su amor por el té, lo entienden y no hacen nada parecido.
Aparte de la tradición de beber té dulce, también es costumbre servirlo con unas finas rodajas de limón, miel, roscas de pan o frutos secos.
Siempre es una bebida muy caliente, y en este hecho se basa otra característica de la ceremonia tradicional del té en Rusia. Anteriormente, a los huéspedes o visitantes de establecimientos, les daban unas toallitas especiales con las que se secaban la cara cuando el té caliente les hacía sudar.
El líquido se vertía desde la taza en pequeñas cantidades a un platillo de bordes altos, en mismo plato que servía de base a la taza. Hoy en día pocos siguen esta tradición, pero las tazas siguen vendiéndose con un plato.
Aunque tal vez lo más característico en la ceremonia rusa del té sea la ausencia de un rígido ritual. No está atado a una hora específica del día, como hacen los británicos, ni a una estricta serie de acciones, como en China. Sirve para relajarse, socializarse y charlar un poco.
En la Rusia zarista, los comerciantes podían tomar té durante horas de los enormes samovares de 10 litros y hablar de transacciones, asuntos financieros o firmar contratos.
En el famoso Gostini Dvor, (antiguo centro comercial en el corazón de Moscú) los samovares nunca se enfriaban.
Actualmente se sirve muchas veces de postre, al final de la comida, con algún dulce y frutas. Si se invita especialmente a tomar té, se sirve una abundante merienda, sándwiches de queso, embutidos, pescado y pastas dulces.
Habitualmente, si le invitan a tomar té, puede estar seguro de que le espera una cálida bienvenida, muchas historias y conversaciones confidenciales, tal vez hasta canciones y agradables recuerdos.
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