Bodas a la rusa… también fuera de Rusia

Fuente: RIA Novosti

Fuente: RIA Novosti

Independientemente de donde se celebren, las bodas rusas mantienen algunas costumbres ancestrales y han incorporado otras nuevas, de dudoso origen.

Las bodas rusas no sólo se adaptan a nuevas modas sino que también se vuelven más internacionales. Por ejemplo, en el 2012 ciudadanos de 116 países se casaron en Moscú, siendo turcos, alemanes, israelíes, norteamericanos, británicos, italianos y afganos los más numerosos. En total, en el 14% de los nuevos matrimonios uno de los cónyuges era extranjero.

Algunas costumbres ancestrales aún no se han perdido, como la ofrenda del pan y la sal de los suegros a los novios (símbolo de salud, prosperidad y larga vida); otras, de dudoso origen, se han impuesto como imprescindibles recientemente, como el paseo en limusina posterior a la ceremonia (progulka), las poses churrirescas para las fotos de boda, o incluso la pelea entre invitados o el celebrar la boda por el rito religioso y volver a iglesias y catedrales.

Una de las rarezas es que todavía hay quienes celebran su enlace durante dos días, estando la segunda jornada dedicada a cantar canciones tradicionales y bailar al ritmo de la garmoshka (acordeón). Aun así, de entre todas las tradiciones rusas, mi favorita es el ‘que se besen’, que allí se clama con un rocambolesco giro gustativo: ‘¡amargo!’ (gorko!), dando a entender que a la ceremonia le falta dulzor.

En un reciente artículo sobre cómo se celebran las bodas en Moscú, la periodista Alexandra Dobriánskaya escribe: “Una limusina es considerado súper chic, particularmente si es un Hummer; lo peor de lo peor sería un Mercedes blanco. La limusina es necesaria para el obligatorio tour por la ciudad”.

Y añade: “Nuevas tradiciones están apareciendo en este ocaso de la civilización; unas son ridículas, otras sólo raras, y todas ellas llevan a la misma pregunta: ¿Por qué? En otras palabras, este tipo de bodas son muy rusas”.

De acuerdo con Dobriánskaya, una boda rusa no está caracterizada por la opulencia, sino por el esplendor, la magnificencia y el fulgor. No obstante, el cómo entienden los rusos esplendor y magnificencia, su idea de belleza y de glamour, puede resultar chocante en otras culturas, e incluso un poco kitsch.

Juzguen ustedes mismos; me remito a un link   con fotos de boda rusas.

¿Pero cómo celebran los rusos sus bodas fuera de Rusia?, ¿recurren también a limusinas y crece el número de ceremonias religiosas?

 

Dibujado por Natalia Mijáilenko. Haz click en la imagen para aumentar

Las postales de Tallin suelen ofrecer un perfil de la ciudad desde la costa báltica o desde algún punto alto en el casco antiguo. En ambas destaca, imponente y bizarra, la catedral ortodoxa Alexander Nevsky. Construida entre 1895 y 1900, en pleno proceso de rusificación del imperio, la catedral fue emplazada en un lugar privilegiado de la ciudad para demostrar quién mandaba sobre esa tierra (al igual que en Varsovia, Bakú, Tiflis y tantas otras ciudades del Imperio ruso).

En la mayoría de estos casos las catedrales recibieron el “matarile” bolchevique, pero la independencia de Estonia (1919-1939) salvó a este edificio inspirado en la catedral del Cristo Salvador de Moscú.  Aunque por otros motivos, el gobierno del pequeño país báltico también aprobó la demolición de esta catedral ortodoxa en 1924, aunque el decreto no se llegó a ejecutar.

Cerrada al culto entre 1945 y 1989, el antiguo patriarca de Moscú, Alexéi II, consiguió que las autoridades soviéticas no convirtieran el templo en un planetario, como estaba previsto. Tras el colapso de la URSS y la recuperada independencia de Estonia, la catedral fue restaurada y se ha convertido en uno de los monumentos más visitados de la ciudad. Además, la minoría ruso-hablante (un tercio de la población) ha tomado la catedral como un símbolo identitario.

Sin embargo, no todos están contentos. El historiador estonio Lauri Vahtre critica que “la catedral todavía cumple su cometido ideológico colonial. Los turistas vienen, la fotografían con entusiasmo y ni siquiera saben que le están dando la espalda al parlamento nacional estonio”.

Lo complicado no es sólo el aura imperial de la catedral Alexander Nevsky, ni siquiera que muchos turistas vengan a Tallin a ver monumentos rusos, sino que el templo celebre de 15 a 20 bodas semanales y las correspondientes limusinas recorran el centro de la ciudad con su ridícula envergadura.

Ruidosos, radicales, vividores, estrafalarios y bebedores, los rusos de Estonia también celebran sus enlaces como al otro lado de la frontera. 

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