Fuente: mediaset
Ya lo mencionó Tolstói en una ocasión: “Si me dijeran que dentro de unos veinte años los que ahora son niños leerán mis escritos y que esa lectura les hará reír, llorar y amar la vida, dedicaría mi tiempo y todos mis esfuerzos a esa tarea”.
No sabemos si alguien prometió la posteridad literaria a Tolstói pero lo cierto es que empeño no le faltó. Elaboró hasta cuatro versiones distintas de las escenas iniciales de Anna Karénina —que incluye una de las frases más célebres de la literatura: “Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo”— antes de alcanzar la versión definitiva.
En total suman 2.500 páginas manuscritas de la primera parte las que emborronó Tolstói antes de completar la novela, que se empezó a publicar por entregas en El mensajero ruso y que luego acabó editando el propio autor por su cuenta. No fueron dos semanas de escritura como había planeado: desde que encontró la inspiración en un fragmento de Pushkin, Anna Karénina requirió cinco años de su vida artística.
Tantas Karénina como adaptaciones
Novela Anna Karénina solo hay una, adaptaciones tantas como tentativas, y en un caso como éste lo segundo es especialmente cierto: Tolstói no volverá a revestir de simbología y alegoría el realismo de sus novelas con tanta maestría. Sus ecos se escuchan durante toda la obra y perduran después de alcanzar la última página, cuando Levin se promete, a partir de entonces, dar a cada minuto de su vida “el sentido indiscutible del bien”. Moraleja cien por cien Tolstói.
La premonición del final con la muerte del operario que cae a las vías del tren es sólo uno de los ejemplos más evidentes. Las imágenes poderosas y el rico entramado de Anna Karénina nos ofrecen una estructura que soporta ya no múltiples interpretaciones, sino tal vez un 'número inextinguible' de ellas, como apunta el especialista Edward Wasiolek. Es decir, lo que constituye todo un atractivo para directores y guionistas es a la vez el mayor desafío.
La RA1 estrenó el pasado diciembre esta coproducción europea con un resultado notable: más de cinco millones de espectadores (19,9% de share) siguieron los capítulos de la adaptación de la que Tolstói consideró su primera novela. Ayer por la noche, en horario de máxima audiencia, Telecinco emitió el primer capítulo y hoy, a la misma hora (22:30), el segundo y último.
El canal español anunció en 2012 la puesta en marcha de tres miniseries basadas en adaptaciones de clásicos de la literatura: Romeo y Julieta (ya emitido), Las mil y una noches y Anna Karénina. Gracias a la alianza en esta aventura con otras tres productoras, Mediaset pudo llevar las cámaras a las repúblicas bálticas, grabar con nieve natural y en localizaciones con pedigrí, como el palacio Rundale, uno de los dos más importantes de Letonia, a 66 km de Riga.
Carruajes, decenas de caballos, 2.000 extras, locomotoras de época, reparto internacional… incluido una pista de hielo de 700 m² que luego la productora donó a la ciudad de Vilna al finalizar el rodaje. Es lo que tiene querer trasladar el realismo de la novela a la pequeña pantalla y utilizar el reclamo de 'gran producción'.
Y Tom Cruise se cruzó con Tolstói
Las televisiones arriesgan mucho con este tipo de formatos. A diferencia del cine se lo juegan todo en las noches de su emisión. Por eso la mayoría de las veces arriesgan lo justo y procuran contentar a todos.
En esta nueva producción hay detalles que tal vez no hayan pasado por alto a los espectadores sobre la voluntad comercial de la propuesta, como la música que suena en el primer baile que tienen Anna y el conde Vronski, una versión de la banda sonora de Moulin Rouge. Pero todas las versiones aportan algo y en esta ocasión el guionista Francesco Arlanch ha dado más peso a Kitti y las vidas familiares de las principales parejas de la novela.
Volver a los clásicos es una opción tan válida como la ficción de nueva creación. Cada vez que se pone una novela del peso de Anna Karénina ante las cámaras no sólo estamos viendo un retrato de la sociedad de un tiempo y espacio determinado, también nos interrogamos sobre la nuestra, en un aquí y ahora distintos. ¿Qué consecuencias podría tener hoy sucumbir a la pasión? ¿Cuál es el valor actual de la vida matrimonial? ¿La búsqueda de la felicidad justifica todos los medios? ¿Ha alcanzado la mujer todas las libertades de las que goza el hombre? ¿Puede vivir con libertad su sexualidad…? En los clásicos las preguntas no se agotan.
Sobre el papel las coproducciones de este tipo de series parecen una buena idea, pero también corren sus riesgos. En la creación artística dos pueden ser multitud. No digamos ya cuando cuatro productoras deben tomar las decisiones importantes. Hay que consensuar un director (en este caso el canadiense Christian Dugay) y equilibrar el reparto para que cada audiencia reconozca algunos de sus rostros y pueda servir de reclamo. La española encontrará en el elenco a Ángela Molina (condesa Vronskaya), Patricia Vico (Lidia Ivánovna) y María Castro (Varenka), y el toque latinoamericano lo da el venezolano Santiago Cabrera en el papel de conde Vronski, que contrasta con la caracterización del mismo personaje en la versión cinematográfica de 2012, interpretada por Aaron Taylor-Johnson: pelo rubio desordenado, ojos claros y tez pálida.
¿Y quien se atreve con el papel principal? Una italiana, la actriz Vittoria Puccini. Tal vez sea ésta una de las razones por las que la audiencia en ese país haya ofrecido una mejor acogida a esta Anna Karénina, doblando en audiencia a la española de la pasada noche.
¿No se consiguió que las ciudades bálticas aparecieran como Moscú o San Petersburgo? ¿Demasiado reciente la versión cinematográfica inglesa? ¿La simplificación (inevitable) de la trama ha desencantado a los españoles? ¿O tal vez fueron otras sutilezas como un doblaje desafortunado en algunos pasajes o una banda sonora poco brillante? Las audiencias son un misterio. La pasada noche la tercera entrega de Misión imposible y la producción nacional Bienvenidos al Lolita sacaron mejor nota. Pero que esto no nos lleve a equívocos. La televisión no rusa ha ofrecido adaptaciones muy dignas de los clásicos rusos, como fue El doctor Zhivago de 2002 protagonizado por Keira Knightley y Hans Matheson.
Serguéi, el hijo de Tolstói, recordaba que el escritor bromeaba con que la mayoría de las novelas inglesas que abordaban el tema de la familia siempre acabaran bien, con un matrimonio feliz.
“Pero una novela –se quejaba el autor de Guerra y paz- no debe tratar de lo que pasa antes de casarse, sino de lo que pasa después”. Veremos si ese 'después' anima las cifras de audiencia en la segunda entrega y los productores respiran aliviados para que no sea ésta la última adaptación.
Para ver la primera parte de la miniserie haz click aquí.
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