El nabo puede considerarse, con razón, el progenitor de las hortalizas cultivadas en Rusia. Antes de la introducción de la patata durante el reinado de Pedro el Grande, a principios del siglo XVIII, los nabos eran un alimento básico en las mesas rusas. De hecho, las crónicas históricas revelan que las malas cosechas de nabos en los siglos XI al XIII se consideraban catástrofes a la altura de los desastres naturales. Tal era la importancia de esta sencilla hortaliza.
A pesar de su bajo contenido calórico, los nabos tienen un gran valor nutritivo. Son ricos en minerales, aceites esenciales y altos niveles de vitamina C y betacaroteno. Su bajo contenido en azúcares los convierte en una excelente opción para los diabéticos.
Los rusos siempre han encontrado diversas formas de disfrutar de los nabos. Se pueden asar, hervir, guisar, comer crudos y añadir a diversos platos y ensaladas. Históricamente, un plato popular era el “repnik”, una sustanciosa mezcla de nabo rallado y cereales. La “repnitsa” era una sabrosa sopa de nabos y malta o cebada. Los nabos también se cocían en tartas, lo que demuestra su versatilidad.
En Rusia, los nabos se consideraban un "cultivo femenino", sembrado tradicionalmente por mujeres que creían devolver una parte de su fertilidad a la Madre Tierra.
Los nabos también se han entretejido en la cultura rusa a través de dichos y proverbios. La frase en ruso "Proshche párenoy repy", que se traduce como "Es más fácil que un nabo al vapor", refleja la facilidad de cocinar esta hortaliza. Sin embargo, cultivar una cosecha de nabos abundante y sabrosa no era tarea fácil.
Hoy sugiero cocinar nabos guisados con setas y verduras: es un plato clásico ruso que nos permite apreciar realmente el legado del nabo.
En primer lugar, lavar bien los nabos y las zanahorias.
A continuación, pelar los nabos y las zanahorias, y cortar ambos en dados pequeños.
Ahora vamos a preparar las setas. En primer lugar, límpialos eliminando cualquier resto de suciedad y, a continuación, enjuágalos bajo el grifo. Una vez limpios, córtalos en trozos del tamaño de un bocado.
A continuación, se hierven los champiñones en agua durante unos minutos. Esto ayuda a cocerlos parcialmente y realza su sabor.
Precalienta el horno a una temperatura media de 180-200℃. En una cazuela de cerámica o apta para horno, empieza a colocar los ingredientes por capas. Comienza con una capa de nabos cortados en dados, seguida de una capa de zanahorias y, a continuación, una capa de champiñones. Continúa este proceso de capas hasta agotar los ingredientes.
Vierte el aceite vegetal sobre las capas de ingredientes. Sazona con sal al gusto. Cubre la olla con una tapa o con papel de aluminio.
Introduce la olla tapada en el horno precalentado. Deja que el plato se cueza en el horno durante aproximadamente 1-1,5 horas. Comprueba de vez en cuando que las verduras se cocinan uniformemente y añade un poco de agua si es necesario para evitar que se peguen.
Una vez que los nabos estén tiernos y todos los ingredientes bien cocidos, sacar la cazuela del horno. Servir los nabos guisados calientes, adornados con hierbas frescas si se desea. ¡Que aproveche!
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