En el siglo X, Rusia adoptó el cristianismo. Pero en algunas zonas, la nueva religión tuvo que ser introducida por la fuerza, pues los pueblos eslavos contaban ya con cultos paganos muy arraigados que no estaban dispuestos a abandonar. Los principales dioses paganos fueron condenados a desaparecer, pero los espíritus locales no se fueron: durante siglos advirtieron a la gente de peligros naturales, ahogamientos, intoxicación por monóxido de carbono o depredadores forestales. Los espíritus de los cuentos de hadas también enseñaron a la gente a ser educada, ordenada, trabajadora.
Vodianói (literalmente “el que está en el agua”) aparece ampliamente representado en el folclore, porque Rusia es un país de ríos, lagos y mares, que constituían importantes rutas comerciales. El culto a Vodianói estaba más asentado en la parte septentrional de Rusia, cerca del mar Blanco.
Vodianói es mucho más que un simple tritón -una criatura marina mitad hombre mitad pez- (los tritones y las sirenas eran sus criados e hijos): Vodianói es el rey submarino, y debe ser reverenciado y temido como tal. Negro o de piel azul, con aleta y cola, suele aparecer generalmente por la noche y se peina su pelo enredado de color alga en la orilla del río.
Las normas para comunicarse con Vodianói eran sencillas. Por la noche, cualquier interacción con ríos y lagos estaba prohibida, ya fuera ir a buscar agua, cruzar la orilla o pescar. En cuanto a nadar, quedaba prohibido durante las festividades, cuando eran muchos los que se emborrachaban; es un grave error jactarte de tus habilidades como nadador y de tu resistencia, pues a Vodianói le gustan los engreídos.
No mata a quienes ahoga, sólo se los lleva a su reino para convertirlos en sus servidores. Por este motivo, a los ahogados (así como a los que se suicidaban) no se les daba sepultura en los cementerios ortodoxos, pues podía irritar a Vodianói y provocar sequías o granizadas.
Leshi (“el que está en los bosques”) es el espíritu del folclore más espantoso, aunque también el más alegre. De enorme estatura, va cubierto de una piel parecida a la de un animal, es el amo de todas las criaturas que habitan el bosque. Leshi nunca está quieto, está siempre en continuo movimiento por el bosque y le gusta hacer travesuras a los visitantes descuidados.
La broma que más le gusta gastar es hacer que la gente se desoriente en el bosque: a veces lo consigue haciéndose pasar por un pariente y ofreciéndose a llevarte a tu casa. Pero a un leshi se le puede distinguir por algunos de sus rasgos: un cabello peculiarmente largo, ojos de animal y un detalle vistoso en su vestimenta (un sombrero rojo o un cinturón encarnado).
El leshi siempre tiene ganas de fumar y nunca deja escapar la oportunidad de tomar prestado algo de tabaco a un visitante fortuito del bosque. También le encantan las celebraciones y es capaz de convertirse en un aldeano para colarse en una fiesta de pueblo. Pero es importante ahuyentar rápidamente a ese invitado cojo: si se emborracha y se pone a bailar, todo el pueblo se vendría abajo con las fuertes pisadas de este antiguo espíritu de la naturaleza.
Para evitar que un leshi te desoriente o te persiga, uno puede pronunciar una plegaria, pero hay muchos otros métodos: hacer un juramento suele ser uno de los más eficaces. Todos los espíritus rusos temen las obscenidades, incluso más que los rezos. También, para ahuyentar a los leshi, uno puede ponerse la ropa al revés o cambiarse los zapatos, es decir, ponerse en el pie derecho el zapato izquierdo, y viceversa.
Pero lo mejor es no meterse en líos con un leshi: no vayas al bosque solo, no te enzarces en peleas ni hagas travesuras o ruido en el bosque. Sobre todo no pernoctes allí y, si te ves forzado a hacerlo, no duermas en un camino forestal. Todas estas cosas enfurecen al leshi, según dice la sabiduría popular, pero está claro que son precauciones que hay que tener en cuenta para no llevarse sustos con los depredadores. ¿O son ellos los que están representados colectivamente, por la sabiduría popular, en la imagen del leshi? Puede ser, pero pocos son los que se han atrevido a negar la existencia del rey del bosque.
No cabe duda de que el domovói (“el que está casa”) es la deidad rusa más importante. Vive dentro del hogar y ayuda con las tareas domésticas a cambio de una pequeña recompensa comestible. El domovói cuida de la vida de toda la familia que vive en la casa y representa el espíritu de un reputado antepasado: por eso, a menudo se le llama “el abuelo” y se dice que tiene cientos de años. Cuando una familia se traslada a una nueva casa, el miembro mayor de la familia debe invitar al domovói de la vivienda anterior.
Como antepasado, el domovói se preocupa por sus parientes y ayuda en la casa. A veces roba cosas para su propio uso. Aunque vive bajo la estufa, en el lugar más profano y sucio de la casa y siempre está presente, son contadas las ocasiones en que se deja ver. Su imagen clásica es la de un anciano barbudo con ojos brillantes sin cejas, orejas puntiagudas de caballo y una cola. La mayor parte de encuentros con el domovói ocurre por la noche, cuando asfixia a la gente mientras duerme, pero no como una forma de agresión, sino como una advertencia de que algo va mal en la casa o la familia.
Si la familia no presta atención a su advertencia, el domovói puede mostrarse agresivo: tira objetos por la casa, llegando incluso a romper los platos, molesta a los caballos o roba grano. Para evitarlo, hay que seguir algunos pasos: abandonar la casa largo tiempo, después de haberlo empaquetado todo, sentarse un momento en silencio para decirle adiós al espíritu de la casa. Por la noche, no se debe dejar cubiertos o comida sobre la mesa, el domovói podría utilizarlos para sacar su lado más malicioso. No se permite blasfemar en la casa, especialmente en la mesa donde se come: el domovói, como todos los espíritus, odia y teme las blasfemias.
Las peleas también trastornan al domovói, así como el desorden en la casa.
Aunque en la actualidad los rusos que viven en ciudades y pueblos se encuentran en muy raras ocasiones con vodianói o leshi, la creencia en el domovói todavía es fuerte en algunas familias tradicionales.
Lo único que el domovói no hace ya es asfixiar a la gente y ¿sabes por qué? Porque ahora no hay estufa: en realidad, parece que lo que la gente denominaba “ser asfixiado por un domovói” era la manera en como los rusos explicaban la intoxicación por monóxido de carbono, episodios que ocurrían muy a menudo en las casas sin chimeneas. Con el paso del tiempo, las deidades del folclore ruso se van desvaneciendo poco a poco, pero todavía constituyen una parte importante de la cultura rusa.
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