Leyendas en las que se entremezclan mito y realidad.
Katerina PlotnikovaKaterina Plótnikova
Cuando los turistas acuden al parque natural de Yergakí, en la región de Krasnoyarsk, intentan pasar una noche en el lago Raduzhnom. En una de sus orillas, arraigado en la tierra con sus cabellos rocosos plateado, yace el Sayán durmiente, el guardián de la taiga local. En otra época fue un hombre que custodiaba los cedros y los ríos y no mataba a los ciervos ni a los osos. Los dioses de la antigüedad decidieron que tras su muerte no podrían encontrar a otro guardián tan bondadoso y convirtieron al hombre en una piedra que sería la eterna guardiana de las montañas.
Al borde de una de las cumbres junto al lago se balancea la Piedra Colgante: una roca gigantesca que a duras penas se mantiene sobre un escarpado acantilado de la montaña. Según la leyenda, aquel que haga caer la piedra despertará al Sayán durmiente y este se convertirá de nuevo en hombre. Por ahora ninguno de los miles de viajeros que han pasado por allí lo ha logrado, como tampoco la autora de este artículo. Quizás este hombre de piedra solo necesite un beso para despertarse.
Katerina Plótnikova
La península de Taimyr, en el Extremo Norte, con sus auroras boreales y sus renos, debe su existencia a un ave. Los habitantes locales transmiten una leyenda de generación en generación sobre una gavia que creó el mundo. Tras zambullirse en el agua el pájaro pasó siete semanas transportando en el pico una pequeña piedra y un grano de arena, tras lo cual se quedó dormido. Cuando la gavia se despertó, vio que había surgido la tierra, las montañas y los espíritus, guardianes del cielo y la tierra.
A diferencia de los guías turísticos del parque natural de Tunguska, en Siberia Central, los evenkos, el pueblo nativo de esta región, dicen que en Tunguska no cayó ningún meteorito, y que lo que sucedió fue que el dios del trueno, Agdy, un pájaro furibundo con alas de acero, acudía volando a ver a su esposa el agua. La visita del dios de los evenkos a la Tierra en 1908 provocó un terremoto de una magnitud de 5 puntos, arrasó la taiga a decenas de kilómetros a su alrededor y formó un cráter de hasta 50 metros de diámetro.
Olga Barántseva
El folklore de los pueblos nativos del centro de Siberia describe al uso como un ser fuerte y peligroso, pero también sabio y bondadoso. Los niños evenkos adoran el cuento del abuelo Amaka (así llaman al oso) y la ardilla:
La primavera llegó a la taiga. El oso había dormido en su cueva todo el invierno, pero en primavera llegó el sol y la nieve empezó a derretirse.
El oso se despertó. Salió al busque hambriento (llevaba todo el invierno sin comer). Se fue a buscar comida, pero no encontró nada. Entonces se enfadó, cogió un tronco que había caído en el camino e intentó retorcerlo. Pero no pudo, porque estaba muy débil.
De debajo del tronco salió dando saltos una ardilla: “Amaka, ¿por qué estás tan serio?” “Tengo mucha hambre, ¿no tendrás algo de comer?” “Ya encontraremos algo”, respondió la ardilla, y llevó al oso muchas raíces dulces y nueces de su despensa de otoño. El oso agradecido acarició a la ardilla diminuta con su pata de uñas afiladas, y así aparecieron las rayas negras del lomo de las ardillas rayadas.
Katerina Plótnikova
Durante mis viajes por la tierra del pueblo de los tofalar, en los Sayanes Orientales de la región de Irkutsk, en la biblioteca de una escuela de aldea encontré un libro titulado “Leyendas, cuentos y canciones del Sayán plateado”, una antología de cuentos de este pequeño pueblo de la taiga que los investigadores fueron reuniendo poco a poco durante muchos años, transcribiendo los relatos orales de los ancianos grabados en cintas de casete a partir de los años 70.
Abría el libro por las noches, cuando la aldea se sumergía en un sueño común, e imaginaba que las casas eran granos de oro fundido que el “hombre blanco” intentaba depositar en las orillas de los ríos de montaña en un intento de comprender aquella cultura desconocida. Contemplaba el cielo negro sobre los Sayanes intentando encontrar allí al Peter Pan tofalar, el niño huérfano lunar. Bueno, o el logotipo de DreamWorks Animation:
Érase una vez, hace mucho tiempo, una familia de cinco personas que vivía en un chum (la tienda que utilizan los nómadas). El padre de la familia recogió a un niño huérfano. El niño empezó a vivir en su chum. Una noche, la madre envió al niño a por agua. Él cogió un cubo de madera y un cazo y se fue a por agua. En el hielo el niño encontró a una bruja-loba llamada Chil-baga que se lo llevó. A partir de entonces, sobre la Luna apareció la imagen de un hombre. En una mano lleva un cubo de madera y en la otra un cazo.
De este modo intentaba la gente de la taiga entender el Universo: el cuento tofalar “Los tres malaruji” cuenta la historia de Orión y “Las siete sangres” la de la Osa Mayor.
Katerina Plótnikova
Los cuentos contemporáneos no solo hablan sobre los problemas de los pequeños pueblos y del medioambiente, sino también sobre el turismo: llegar a los chums auténticos en la tundra no es tarea fácil.
La escritora nenets Anna Nekragui fue propuesta por la Universidad Federal de los Urales para el Premio Nobel de Literatura. En sus libros habla sobre la vida en la tundra, sobre la cultura de los nenets, y se mueve entre el mito y la literatura:
“Cuando caminas por la tierra, lees su tragedia como un libro. Cada vez hay menos chums en las orillas de nuestro río y de nuestros lagos. Las orillas de nuestro amado río y de nuestros lagos se están quedando vacías, huérfanas. Los lagos lloran, los ríos sufren melancolía, los riachuelos mueren (…) La tristeza y el silencio se han instalado en las colinas. Las llamas de las hogueras ya no calientan el pecho de nuestra tierra natal. Muchos chums han caído y no se levantarán. Pero nosotros, los que quedamos, lo intentaremos por todos los medios. Amar, construir, levantar”.
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