El talento de Rostropóvich no solo era por su original técnica, estilo y temperamento musicales.
APRostropóvich tocando el violonchelo en el Muro de Berlín, Rostropóvich junto a Borís Yeltsin en Moscú, Rostropóvich con Solzhenitsyn en la dacha, son imágenes icónicas del siglo XX.
Tenía tantos títulos y premios que se podrían utilizar para conocer el sistema de premios de casi cualquier país del mundo. Tanto los profesionales como el público de pequeños pueblos reconocía el genio de Rostropóvich.
Mstislav Rostropóvich nació el 27 de marzo de 1927 en la capital de la república soviética de Azerbaiyán, Bakú. Su madre, la pianista Sofía Fedótova era hija de Nikolái Fedótov, fundador de la escuela musical de Oremburgo, al sur de los Urales.
Leopold Rostropóvich, el padre de Mstislav era un chelista talentoso. Leopold y Sofía se conocieron y casaron en Oremburgo junto a la ribera del río Ural, en donde se unen Asia y Europa. Su unión tenía raíces polacas, rusas, lituanas y alemanas. En los años 20 se mudaron a Bakú, donde Leopold obtuvo una plaza en el conservatorio local.
Mstislav Rostropóvich, ganador del 3er Concurso Nacional de Músicos, en 1945. Fuente: Anatoli Garanin
No sorprende que su hijo comenzara a tocar el piano y el violonchelo a los cuatro años y que nueve años después estuviera dando conciertos con una orquesta. A los 16, Rostropóvich ingresó en el Conservatorio de Moscú. En 1945, varios meses antes de completar sus estudios, ganó la Competición de Músicos e Intérpretes de la URSS. Fue el comienzo de una brillante carrera, que se prolongó durante más de medio siglo.
El Telón de Acero no fue una barrera. El joven músico tenía tanto talento que se convirtió en un símbolo nacional soviético, de la misma manera que el Teatro Bolshói o el equipo nacional de hockey. Recibía premios en Praga y Amsterdam y tocaba con figuras como Richter y Oistrakh y con directores como Karajan y Ormandy.
El talento de Rostropóvich no solo era por su original técnica, estilo y temperamento musicales. Todo el mundo quedaba prendido con sus ingeniosos chistes y sus elegantes maneras.
A principios de los años 50, mientras tocaba en el festival de música de Praga, conoció a Galina Vishnévskaya, prima donna del Bolshói. Fue un amor a primera vista y comprendió inmediatamente que esa mujer de majestuosa belleza sería su mujer. Ella estaba casada, pero eso no fue un obstáculo para Rostropóvich. Antes de conocerse sus vidas personales eran muy tormentosas, pero su matrimonio marcó su destino, tanto personal como profesional.
La cantante de ópera Galina Vishnévskaya y su marido, Mstislav Rostropóvich, en casa con sus hijas. Fuente: Sholómovich/RIA Novosti
Rostropóvich interpretó obras como pianista acompañando a su mujer en numerosas ocasiones. Años después se convirtió en un maestro de la dirección. La ópera Evgueni Oneguin dirigida por él y con la actuación de Vishnévskaya en el papel de Tatiana se convirtió en una leyenda del Bolshói. El director de cine Alexander Sokúrov filmó un documental sobre ellos Elegía de vida. Rostropóvich. Vishnévskaya.
Rostropóvich tenía poco más de 20 años cuando el gran Serguéi Prokófiev escribió un concierto para él. Años después Rostropóvich le dedicó su “Cello Concerto No. 1”. Los compositores encontraban inspiración en su forma única de interpretar y en su pasión por popularizar la música moderna. Britten, Jachaturián y Schnittke también compusieron para él. Como chelista fue el primero en interpretar 117 obras. Como director estrenó más de 70 obras sinfónicas y nueve óperas.
Mstislav Rostropóvich y su mujer Galina Vishnévskaya en una rueda de prensa en el Ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS en 1990. Fuente: Vladímir Vyatkin/RIA Novosti
A Rostropóvich siempre le gustó la compañía de la gente tanto como la música. Tenía un gran círculo de amigos, que no se limitaba a sus colegas del mundo musical. En un concierto en Riazán conoció a Alexander Solzhenitsyn, que estaba en la cima de su popularidad tras la publicación de su primera novela, Un día en la vida de Iván Denísovich.
Años después, cuando Solzhenitsyn estaba gravemente enfermo, Rostropóvich lo invitó a vivir en su dacha. Fue poco antes de que Solzhenitsyn se enfrentase con el gobierno soviético. Cuando esto ocurrió Rostropóvich no le pidió que abandonara su casa o que terminase su amistad, como hicieron muchos otros. Solzhenitsyn se fue al exilio desde la dacha de Rostropóvich. Esa amistad y lealtad tuvo un precio. Las autoridades les retiraron la ciudadanía soviética a Rostropóvich y Vishnévskaya pero la salida forzosa del país de los sóviets no hizo más que impulsar sus respectivas carreras.
En el extranjero, Rostropóvich tocó, dirigió, enseñó y organizó festivales. Era como si su calendario tuviera más de 365 días.
Durante la perestroika le ofrecieron volver a la URSS, pero su carrera ya estaba bien arraigada en Europa, Japón y EE UU. Ya no era un hombre joven y había vivido en varios países, aunque su verdadera casa eran los aviones.
Mstislav Rostropóvich recoge un ramo de flores del presidente Borís Yeltsin tras recibir un premio por los “Servicios Prestados a la Patria”, en el Kremlin, 1997.
Tuvo una pasión especial por la nueva Rusia. Durante el intento del golpe de Estado de agosto de 1991 se paró en Moscú mientras hacia escala en un avión. Fue a hablar con Borís Yeltsin y tratar de cambiar el curso de los acontecimientos, en un gesto lleno de espontaneidad y valor. Poco después dirigió la ópera de Músorgski Jovánschina en el Bolshói, en la que la vieja Rusia se ve arrasada por las transformaciones que tienen lugar a finales del siglo XVII.
Rostropóvich organizó festivales y fundaciones de caridad para ayudar a niños enfermos y consiguió ayuda de presidentes y empresarios. Era una persona sensible y vulnerable, que se negó a tocar en Rusia durante años porque pensó que una reseña había sido ofensiva. Solo un músico al que todavía llaman por su apodo, Slava, podía comportarse así.
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