El 20 de noviembre de 1910 falleció uno de los más ilustres escritores de la historia de Rusia. Su excéntrico viaje al final de su vida se convirtió en una historia detectivesca para la prensa local.
Durante muchos años Lev Tolstói fue un ejemplar hombre de familia que transmitía las virtudes de los valores familiares. Para él, el amor, el matrimonio y los hijos constituían el sentido de la vida, junto con la continua mejora espiritual. Sin embargo, en la década de 1880, al cumplir 50 años, experimentó una poderosa transformación interior. El escritor se desilusionó con la Iglesia Ortodoxa y con el matrimonio como la unión sagrada del hombre y la mujer.
Lev Tolstói en Yásnaya Poliana
Franz Protasevich/Instituto de Literatura Rusa de la Academia de Ciencias de RusiaSu actitud hacia la propiedad privada también cambió, y buscó deshacerse de su riqueza. Se puso esa camisa de campesino, que es ahora tan característica de su imagen, y se dirigió a trabajar en los campos alrededor de su finca. Incluso decidió renunciar a los derechos de autor de sus obras, para disgusto de la familia. La sufrida esposa de Tolstói, Sofía Andréievna, se opuso firmemente. La decisión de Lev privaría a la familia de los fondos y dejaría sin herencia a los numerosos hijos de Tolstói.
En estos arrebatos Tolstói tenía el apoyo de su admirador y asistente personal Vladímir Chertkov. Fue él quien sugirió al escritor que dejara a su familia. Chertkov se convirtió en un irritante acompañante de Lev para Sofia. Además, siempre estaba presente. El ambiente en el hogar familiar empeoró, ya que los cónyuges no hacían nada más que discutir.
Leo Tolstoi (Iz) y Vladímir Chertkov en Yásnaya Poliana
Tomas Tapsel/Museo Literario Estatal de Lev Tolstói“Hoy gritó en voz alta que su deseo más ferviente era dejar la familia”, escribió en su diario Sofia Andréievna en verano de 1882. Una semana más tarde, Sofía acusó a su marido de tener una actitud irresponsable respecto a las finanzas de la familia.
“A mitad de camino a Tula, se volvió porque su esposa estaba cerca de dar a luz. Al día siguiente nació su hija menor, Alexandra”, escribe Andréi Zorin en su biografía Lev Tolstói (parte de la serie Vidas Críticas). Alexandra crecería para ser la secretaria personal de su padre, una devota amiga y asistente. Él le legó todos los derechos de sus obras.
Doce años más tarde, Tolstói tenía ganas de irse de nuevo, e incluso escribió una carta de despedida a Sofia: “Hasta ahora, no podía dejarte, pensando que privaría a mis hijos, mientras eran pequeños, incluso de esa pequeña influencia que podría tener sobre ellos”. Sin embargo, nunca entregó la carta y se quedó.
Lev Tolstói y su esposa Sofia fotografiados en el 48 º aniversario de su matrimonio
Valentín Bulgakov/Museo Estatal de Literatura de Lev TolstóiMás tarde, Tolstói rechazó el Premio Nobel de Literatura cuando su nominación era sólo un rumor. También hizo todo lo posible para evitar una gran celebración de su 80 cumpleaños en 1908.
Finalmente, en la noche del 10 de noviembre de 1910, Tolstói huyó en secreto, llevándose consigo unas pocas cosas. Lo acompañó su médico personal, Makovitski, que se despertó de repente en medio de la noche y no sospechó nada de las verdaderas intenciones de Tolstói. Al amanecer, la hija Alexandra le entregó a su madre una carta en la que Tolstói anunciaba que se iba para siempre. “Hago lo que los viejos de mi edad suelen hacer. Escapan de la vida mundana para vivir sus últimos días en soledad y silencio”, escribió Tolstói.
Tolstoi y su médico, Makovitski en Yásnaya Poliana, 1909
SputnikSofía estaba desesperada. Tolstói sufría desmayos, lapsos de memoria y de un mal corazón. Su huida en soledad solo podía terminar mal.
Tolstói y su médico decidieron tomar un tren a la cercana ciudad de Tula. El biógrafo Pável Basinsky escribe que el propio Tolstói no conocía su ruta o incluso su destino: “No solo no lo sabía, sino que hacía todo lo posible por no pensar en ello”.
La prensa pronto se enteró del excéntrico acto de Tolstói y los reporteros de Tula comenzaron a seguir al escritor y a publicar según sus movimientos. “En Belyov, Lev Nikoláievich [Tolstói] fue a un café y comió huevos”.
Tomó entonces una ruta tortuosa, que implicaba varios cambios de tren y finalmente llegó al convento de Shamordino, donde vivía su hermana. Entonces decidió viajar al sur, a Bulgaria. Pero en el camino, se resfrió, lo que le provocó una neumonía. Su médico decidió bajar al paciente del tren en la siguiente estación.
Mandaron un telegrama a Sofía: “Lev Nikoláievich en Astápov con el jefe de estación. Temperatura 40°C.”
Estación de Astápovo. Reproducción
TASSHoy en día esta pequeña estación de tren en la región de Lipetsk lleva el nombre del escritor. En 1910, la atención de todo el país se centró en Astápovo. El 13 de noviembre, unos días después de salir de casa, Tolstói estaba gravemente enfermo y fue llevado a una habitación en la casa del jefe de estación. A pesar de las condiciones espartanas, era el lugar más cómodo disponible. El escritor estaba casi inconsciente y con dificultades para respirar. Varios doctores trataron de reanimarlo, pero él les dijo que no lo molestaran y “se sometió a la voluntad de Dios”.
La condición de Tolstói era preocupante y muchos estaban pendientes de su evolución. Los funcionarios de la entonces capital de San Petersburgo convocaban reuniones y daban órdenes a la policía local y a los empleados de la comisaría para que les informaran sobre su salud lo más a menudo posible.
El primero en visitarlo fue su asistente, Chertkov. En cuanto a su esposa, Tolstói declaró categóricamente que no quería verla e incluso temía que viniera. Por la noche, en un estado de delirio, gritaba: “Tengo que irme, tengo que irme…”
De todos modos, Sofia fue a verlo, pero, como escribe Basinski, “los médicos y todos los niños tomaron la decisión colectiva de no admitirla y de no informar a Tolstói de su llegada”.
Se le permitió ver a su marido solo unas horas antes de su muerte, cuando ya estaba inconsciente. Ella “se acercó a él con calma, le dio un beso en la frente, se arrodilló y le dijo: 'Perdóname' y algo más que no escuché”, recordó su hijo Serguéi.
Una gran multitud de personas se reunió en su finca de Yásnaya Poliana para presentar sus últimos respetos al gran escritor. Como el propio Tolstói había instruido, se hizo una ceremonia secular y en su tumba no hay ninguna cruz o memorial. Fue enterrado bajo un simple montículo de tierra, que aún hoy se puede visitar.
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