30 años de su muerte. ¿Era realmente ruso el creador de 'Yo, Robot', Isaac Asimov?

AP
Nacido en la Unión Soviética, el creador de las famosas tres leyes de la robótica cruzó el Atlántico tras la revolución bolchevique, con solo tres años de edad. Allí se convirtió en un icono de la ciencia ficción estadounidense con un alma inquieta y bastante rusa.

En 2020 se cumplió el centenario del nacimiento de Isaac Asimov, uno de los más grandes escritores de ciencia ficción. Aquellos a los que les gusta tener las cosas claras presionaron un tiempo para que se respondiese a la pregunta: ¿Era ruso? Técnicamente, no, pero filosóficamente hablando, en cierto modo. Al fin y al cabo, la ciudadanía formal del escritor y su lugar de residencia son sólo una parte del cuadro y no el todo de su identidad cultural y su plataforma moral.

Asimov comenzó a colaborar con historias en revistas de ciencia ficción en 1939

Asimov ha sido ampliamente reconocido como una de las mayores mentes del siglo XX. No sólo acuñó el término “robótica”, sino que también inventó las Tres Leyes de la Robótica: Un robot no puede herir a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daños; un robot debe obedecer las órdenes que le den los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes entren en conflicto con la Primera Ley; y un robot debe proteger su propia existencia siempre que dicha protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

La biografía de Asimov se lee más bien como la de un explorador, que hizo grandes avances en las áreas de la ciencia, la robótica, las matemáticas, la astronomía y la sociología, sólo para demostrar que sus historias de imaginación no son tan fantásticas y apocalípticas como parecen inicialmente. El pionero escritor de origen soviético se adelantó mucho a su tiempo cuando alcanzó la cima de la ciencia ficción.

Lugar de nacimiento

Asimov (1920-1992) nació en el seno de una próspera familia judía en el shtetl de Petróvichi (una pequeña ciudad donde los judíos eran la mayoría de la población), cerca de Smolensk. A los tres años, él y su familia se marcharon a Estados Unidos como consecuencia de la revolución bolchevique.

El padre de Asimov, cuya familia era propietaria de un molino y vivía en Petrovichi desde mediados del siglo XVIII, intuía que las consecuencias morales y sociales de la revolución liderada por Lenin afectarían gravemente a la seguridad de su familia, poniéndola en peligro. “Hasta 1922, a pesar de los trastornos de la guerra, la revolución y la agitación, le iba bastante bien en Rusia, aunque, por supuesto, si hubiera permanecido allí, quién sabe lo que le habría ocurrido en los días aún más oscuros de la tiranía de Stalin, la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi”, escribió Asimov en sus memorias.

Se celebró una reunión familiar en la que todos estuvieron de acuerdo en que Estados Unidos sería un refugio seguro para Isaac y su hermana recién nacida, Marcia. Como la madre de Isaac tenía un hermanastro que vivía en Nueva York, la idea de reunirse con la familia parecía lo suficientemente buena como para intentarlo. Toda la familia desembarcó en Ellis Island en 1923. “Mi padre vino a Estados Unidos con la esperanza de una vida mejor para sus hijos, y ciertamente lo consiguió”, recuerda Asimov.

Su padre, Yudah, quería hacer la vida de Isaac más fácil una vez que la familia se trasladara a los EE UU- Esto significaba mucho trabajo y sacrificio. Aceptó cualquier trabajo que pudiera conseguir, vendiendo esponjas, aspiradoras, trabajando en una fábrica de jerseys. “En Rusia, formaba parte de una familia de comerciantes razonablemente próspera. En Estados Unidos, se encontró sin dinero. En Rusia había sido un hombre culto, al que todos los que le rodeaban admiraban por su saber. En Estados Unidos, se encontró prácticamente analfabeto, pues no sabía leer ni hablar inglés. Es más, no tenía una educación que fuera considerada como tal por los estadounidenses seculares. Se encontró con que lo miraban como un inmigrante ignorante”.

El enorme sacrificio personal de su padre dejó una huella psicológica duradera en Asimov. Nunca dejó de aprender, ni siquiera en la jubilación, como si quisiera demostrarse a sí mismo que pertenece al mundo.

“Hay un culto a la ignorancia en Estados Unidos y siempre lo ha habido”, comentó amargamente Asimov en un ensayo en 1980.

El idioma ruso

Asimov recordaba con orgullo que su padre, que finalmente ahorró el dinero suficiente para abrir una pequeña tienda de caramelos en Nueva York, podía “hablar, leer y escribir en ruso con gran fluidez y era un buen conocedor de la literatura rusa”.

Su madre, Anna Rachel, “parecía una típica campesina rusa”. Sabía leer y escribir tanto en ruso como en yiddish.

Según Isaac, tenía una grave queja contra sus dos padres. “Hablaban en ruso entre ellos cuando querían discutir algo en privado que mis grandes oídos no debían escuchar. Si hubieran sacrificado este trivial afán de privacidad y me hubieran hablado en ruso, lo habría captado como una esponja y tendría una segunda lengua mundial”, se lamenta el escritor.

Sin embargo, Isaac compensó la falta de educación de sus padres. Todo un prodigio, aprendió a leer por sí mismo a los 5 años, se graduó en el instituto a los 15 y en la Universidad de Columbia con un título en química con sólo 19 años. Diez años después, se convirtió en profesor de bioquímica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston.

Asimov comenzó a colaborar con historias en revistas de ciencia ficción en 1939. Escribió y editó unos quinientos libros, en los que mezclaba la ciencia con la tecnología, la historia y la cultura. Escribió en modo perpetuum mobile. “Si mi médico me dijera que sólo me quedan seis minutos de vida, no me lamentaría. Escribiría un poco más rápido”, bromeó Asimov en una ocasión. El autor de La trilogía de la Fundación, Yo, robot y El hombre bicentenario escribió libros de ciencia ficción, así como una guía sobre Shakespeare, Lord Byron, John Milton e incluso de la Biblia. Como un corredor de fondo, escribió unos diez volúmenes al año durante más de treinta años. Este escritor fanático se levantaba a las seis de la mañana para permanecer pegado a su máquina de escribir durante 15 horas seguidas.

“El propósito de la literatura es convertir la sangre en tinta”, creía el poeta británico de origen estadounidense T.S. Eliot. Para Asimov, el reto era convertir la ciencia en ficción.

Religión

Aunque Asimov pasó toda su vida en Estados Unidos, de alguna manera mantenía su lugar de nacimiento en el fondo de su mente. El escritor calculó la posición geográfica exacta de su shtetl natal, Petróvichi, (53 ° 58 ′ N, 32 ° 10 ′ E) para hacer una mención especial a su patria en su autobiografía.

Asimov hablaba con cariño del deshielo cultural de los años de Jruschov

Asimov, cuyo padre recibió una educación dentro de los límites del judaísmo ortodoxo en Rusia, creía que cada individuo, independientemente de su raza, educación y ciudadanía, tiene derecho a sus propias creencias y espiritualidad.

“De lo que estoy en contra es de intentar colocar el sistema de creencias de una persona en la nación o en el mundo en general. Ya sabes, nos oponemos porque decimos constantemente que la Unión Soviética está intentando dominar el mundo, convertirlo en comunista. Bueno, ya sabes, los Estados Unidos, espero, están tratando de democratizar el mundo. Pero ciertamente estoy muy en contra de intentar cristianizar el mundo, o islamizarlo, o judaizarlo, o cualquier cosa por el estilo. Y mi objeción al fundamentalismo no es que sean fundamentalistas, sino que esencialmente quieren que yo también sea fundamentalista”, declaró proféticamente en una entrevista en 1988.

Demandas de espionaje

Aunque Asimov no hablaba ruso, hablaba con cariño del deshielo cultural de los años de Jruschov y de los logros científicos soviéticos en particular. A principios de la década de 1960, recopiló varias antologías de ciencia ficción soviética.

Al principio, sus “dudosas” opiniones no interesaron a los servicios de inteligencia estadounidenses. Pero entonces, en 1960, un anónimo “admirador” escribió una carta a J. Edgar Hoover, el primer director del FBI, pidiendo que se investigara a Asimov por sus supuestas simpatías comunistas, cuestionando la posición del escritor “con respecto a si los soviéticos tenían la primera central nuclear”.

Hoover, que no había se chupaba el dedo y llevaba casi cinco décadas en el cargo, escribió al margen de la carta “No tenemos ningún interés particular en sus observaciones”.

Las cosas tomaron un giro mucho más serio en 1965, cuando el FBI investigó a Asimov bajo la sospecha de ser un espía soviético, cuyo nombre en clave era “Robprof”. La agencia recibió una lista filtrada del Partido Comunista de Estados Unidos en la que figuraba el nombre de Asimov. En aquella época, el autor de El código genético trabajaba en la Universidad de Boston. El FBI revisó su trabajo académico para averiguar si el aclamado escritor estadounidense de origen soviético era en realidad un informante de la URSS. El FBI vigiló a Asimov durante dos años hasta que la agencia finalmente desechó las sospechas.

Predicciones

Asimov fue un adicto al trabajo y perfeccionista durante toda su vida. Predijo el auge de los ordenadores y la robótica, previó que la tecnología afectaría a la educación y estaba seguro de que los niños ya no necesitarían profesores.

“Las comunicaciones se convertirán en audiovisuales y se verá además de oír a la persona a la que se llama por teléfono. La pantalla podrá utilizarse no sólo para ver a las personas a las que se llama, sino también para estudiar documentos y fotografías y leer pasajes de libros. Los satélites síncronos, que planean en el espacio, permitirán llamar directamente a cualquier punto de la Tierra, incluidas las estaciones meteorológicas de la Antártida”, escribió en un ensayo en 1964.

En cuanto a la televisión, “las pantallas de pared habrán sustituido al aparato ordinario; pero harán su aparición cubos transparentes en los que será posible la visión tridimensional”.

“Se idearán unidades de cocina que prepararán ‘comidas instantáneas’, calentando agua y convirtiéndola en café; tostando pan; friendo, escalfando o revolviendo huevos, asando bacon, etc. Los desayunos se “encargarán” la noche anterior para que estén listos a una hora determinada de la mañana siguiente. Las comidas y cenas completas, con la comida semipreparada, se guardarán en el congelador hasta que estén listas para su elaboración", escribió.

Como muchos genios poco ortodoxos, Asimov se guiaba tanto por sus aspiraciones como por sus fobias. El responsable de Los propios dioses tenía miedo a volar, y optaba por los trenes y los cruceros. Asimov era claustrofóbico y nunca aprendió a nadar o a montar en bicicleta. Desde hace tiempo sufría graves problemas de corazón y en 1983 se sometió a una operación de triple bypass. Las transfusiones de sangre que recibió durante la operación resultaron estar contaminadas con el VIH. El galardonado escritor falleció de insuficiencia cardíaca y renal en 1992.

En sus entrevistas, Asimov solía reconocer con ironía que escribía por la misma razón por la que respiraba: “porque si no lo hiciera, moriría”, dijo una vez el prolífico autor. En una carrera que abarcó medio siglo, Asimov dejó un rico legado como escritor estadounidense, cuyos libros introdujeron a millones de personas en la ciencia ficción. Aunque vivió toda su vida en Estados Unidos, el Dr. Asimov dijo que nunca olvidó del todo dónde había nacido, en la Unión Soviética.

“Es lo obvio lo que resulta tan difícil de ver la mayoría de las veces”, escribió en Yo, Robot. “La gente dice: ‘Es tan evidente como la nariz de tu cara’. Pero, ¿puedes ver toda la nariz de tu cara, a menos que alguien te ponga un espejo?”.

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