Este lienzo gigante mide 3 x 5,8 metros. Se mostró por primera vez al público en una exposición de artistas realistas peredvizhniki en 1887. Las primeras impresiones fueron controvertidas y algunos críticos llegaron a comparar el lienzo con una alfombra persa moteada. La obra se compró para la Galería Tretiakov de Moscú y aún se exhibe en sus paredes siendo una de las joyas más brillantes de la colección.
Se llamaba Feodisia Morózova, era noble y tenía los orígenes más elevados. Era hija del mayordomo de una reina, Prokofi Sokovnin. A los 17 años se casó con Gleb Morozov, noble, estadista y líder militar de 54 años, uno de los hombres más ricos de Rusia. Él tenía el título de boyardo y ella se convirtió en boyárina, la esposa de un boyardo (más información sobre quiénes eran los boyardos aquí).
Tras la muerte de su marido, vivió en una lujosa finca con unos 300 sirvientes y estuvo cerca de la corte del zar Alexéi Mijáilovich.
En la década de 1650, el patriarca Nikon inició las reformas eclesiásticas que provocaron el cisma de la Iglesia rusa. El zar apoyó los cambios, pero algunos miembros de la nobleza no lo hicieron, y Morózova fue una de ellos.
Se convirtió en una de las llamadas Viejas Creyentes, una protestante de la Iglesia oficial. Y se hizo íntima del arcipreste Avakum, uno de los ideólogos del movimiento, que más tarde fue ejecutado en la hoguera. El zar Alexéi quería castigar a Morózova por no serle leal, pero ella tenía intercesores de alto rango e incluso la esposa del zar pidió que no se sancionara a Morózova.
Sin embargo, la boyárina, profundamente creyente, se opuso y dejó de visitar los actos de la corte. El zar se enfadó cuando ella se negó a visitar su segunda boda, por lo que ordenó su arresto.
Junto con su hermana, Morózova fue encadenada (algo impensable para una mujer noble) y trasladada a un monasterio en Borovsk, a las afueras de Moscú. Gracias a sus amigos nobles, incluidos los de la familia real, no fue quemada viva, pero la hicieron morir de inanición.
Uno puede pasarse literalmente horas delante de este cuadro explorando los detalles, los rostros y la vestimenta. Y cerca del cuadro en la galería hay varios de los bocetos que Súrikov hizo para él.
La boyárina aparece con grilletes, sentada en un carro que la lleva al exilio. Una de las primeras cosas que se aprecian en el cuadro es el expresivo rostro de la boyárina. Parece desesperada, exhausta y pálida, pero decidida y casi fanática. Se trata de una representación inusual de su imagen, que antes aparecía en algunos cuadros como una santa mártir beata de la Antigua Fe, no como una guerrera. Y un boceto anterior de Súrikov muestra otra emoción en su rostro...
Una parte muy importante es la mano derecha de Morózova levantada por encima de su cabeza. Muestra una cruz de los Viejos Creyentes con dos dedos. Este es uno de los símbolos del movimiento, ya que la reforma obligaba a persignarse con tres dedos.
Los partidarios del “bautismo bicúspide” insistían en que Jesucristo fue crucificado en su doble naturaleza de Dios e hijo de Dios, y no en el concepto de la Santísima Trinidad (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo) que apareció más tarde.
Una parte importante del cuadro, y en realidad la razón de su enorme tamaño, es toda la gente que aparece. En primer lugar, es una forma estupenda de apreciar la vestimenta tradicional rusa del siglo XVII. Pero, además, basta con fijarse en la cantidad de emociones que se reflejan en los rostros. Hay gente burlándose de la mujer fanática. Pero mucha gente está triste y desconcertada, incluso aterrorizada. Parece que sienten compasión por Morózova e incluso puede que estén de acuerdo con su concepción de la fe, pero no son valientes para expresarlo, por miedo a las persecuciones.
Pero un hombre que no parece tener miedo es un mendigo sentado con los pies cruzados, harapiento y descalzo en la nieve. También hace una señal con dos dedos. En Rusia, a este tipo de hombres se les solía llamar "santos locos". Podían decir la verdad libremente y se les consideraba bendecidos por Dios.
El cuadro causó sensación y despertó un gran interés en 1887, cuando se expuso por primera vez. Algunos contemporáneos dejaron comentarios controvertidos sobre estas pinturas históricas, pero todos estuvieron de acuerdo en una cosa: se trata de un reflejo realista de increíble talento de la “Vieja” Rusia de los tiempos anteriores a Pedro el Grande en su autenticidad.
¿Cómo podía un artista de finales del siglo XIX ser tan preciso? La cuestión es que Vasili Súrikov creció en Siberia, donde vivían muchos Viejos Creyentes. Eran descendientes de los que fueron exiliados en el siglo XVII, por su forma de entender la fe. Y fue allí donde conoció la historia de Morózova, a quien los Viejos Creyentes consideraban su santa mártir.
Súrikov simpatizaba profundamente con esta gente, a la que la mayor parte de la sociedad laica de Moscú y Petersburgo del siglo XIX consideraba fanáticos medievales, y por eso mostraba tanto espectro de emociones en sus cuadros.
Al mismo tiempo, el éxito de la pintura fue el aumento del interés por el “estilo ruso” y todo lo auténticamente ruso. Tras dos siglos de amplia influencia del arte europeo en Rusia, a finales del siglo XIX, los artistas se refirieron a las realidades nacionales, empezaron a pintar campesinos, la vida de la gente corriente y escenas cotidianas de la Rusia medieval.
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