Nata montada aireada, bayas frescas y un exuberante merengue que recuerda a un tutú de ballet: el postre Pávlova es famoso en todo el mundo.
Australia y Nueva Zelanda siguen discutiendo sobre quién inventó y sirvió por primera vez este postre. Pero sin duda se creó tras la gira de Anna Pávlova en 1926, cuando ambos países quedaron encantados con la gracia de la bailarina rusa.
Pávlova como princesa Aspiccia (ballet "La hija del faraón"), 1910
K.Fischer/Dominio públicoPara entonces ya era una auténtica leyenda viva, que había recorrido el mundo entero. Y fue en gran parte gracias a Pávlova que el ballet ruso se convirtió en una marca mundial reconocible.
¿Por qué entre todo el panteón de bailarinas rusas de principios del siglo XX fue Pávlova la que se convirtió en leyenda? Todo es cuestión de ligereza, que quedó inmortalizada en merengue.
Su increíble ligereza fue señalada por todos los contemporáneos que la vieron bailar. "La carne en ella no parecía más que en un copo de nieve", decía de ella otra famosa bailarina, Tamara Karsávina.
El artista irlandés John Lavery. Anna Pávlova como Bacante (ballet "Las Estaciones")
Galería de Arte y Museo de KelvingroveTras graduarse en la Escuela Imperial de Teatro de San Petersburgo en 1899, Pávlova fue aceptada en la Compañía del Teatro Mariinski inmediatamente después de su examen final. Su talento era tan brillante que, tras saltar a la escena como bailarina del cuerpo de baile, obtuvo papeles notables, y desde 1902 ya actuaba en solitario como Giselle, Nikiya en La Bayadere, Odette y Odile en El lago de los cisnes y Kitri en Don Quijote.
Su trabajo fue avalado por el propio Marius Petipa, el coreógrafo francés que esencialmente creó el ballet ruso tal y como lo conocemos hoy y que puso en escena la mayoría de los ballets legendarios.
El historiador del ballet Valerian Svetlov escribió que Pávlova poseía "el raro secreto de romper las leyes de la gravedad terrenal y revolotear por el aire con extraordinaria facilidad".
El pie de Pávlova, del escultor Borís Fredman-Kluzel
Museo de Teatro y Arte MusicalSu pie tenía un empeine demasiado alto. Incluso se hizo un acolchado especial en sus zapatillas de ballet para que fueran más estables en los dedos, y hoy en día la mayoría de las bailarinas bailan con estas zapatillas de punta. En 1913, el escultor Borís Fredman-Kluzel llegó a plasmar en bronce el increíble pie curvo de Pávlova.
El tándem creativo de Pávlova con el joven coreógrafo Mijaíl Fokin fue especialmente productivo. Fue él quien puso en escena para la bailarina la miniatura coreográfica El cisne, estrenada en 1907 en el Teatro Mariinski. (Mucha gente la confunde y la considera parte del ballet El lago de los cisnes, pero es una composición independiente). Más tarde se conoció como El cisne moribundo. El público quedó asombrado no sólo por el dramatismo y la increíble destreza, sino también por la forma en que Pávlova interpretaba convincentemente el papel del cisne, cómo la filigrana de sus manos imitaba los movimientos de las alas del ave.
Anna Pávlova como el cisne moribundo
Museo de Londres/Global Look PressEste número se convertiría en la "tarjeta de presentación" de la bailarina, que lo interpretaría en giras por todo el mundo. La bailarina murió a los 49 años en 1931 debido a complicaciones derivadas de un resfriado, pero actuó hasta el final.
"Prepara mi traje de cisne", según la leyenda, fueron las últimas palabras de la artista.
Se ha conservado un vídeo de una de las actuaciones de Pávlova con este número.
Pávlova no sólo brilló en San Petersburgo. En 1908 se reunió con el bailarín Adolf Bolm y crearon una pequeña compañía y realizaron su primera gira por Europa. En 1909 Pávlova conquistó París, bailando en varios ballets de estreno de las popularísimas Estaciones rusas de Serguéi Diághilev.
Valentín Serov. Cartel publicitario para la bailarina de ballet Anna Pávlova en el ballet "Les sylphides" de F. Chopin, 1909
Fine Art Images/Heritage Images/Getty ImagesPero la bailarina no se quedó en la compañía de Diághilev. En esta época ya componía ella misma números de danza y decidió organizar su propia compañía de ballet.
En 1914, Pávlova actuó por última vez en Rusia y, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, se trasladó a Londres. Sin embargo, en su nuevo hogar no actuó tan a menudo y comenzó su gira por todo el mundo. Pávlova actuó en decenas de países de todo el mundo: Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Malasia, Japón, China, India, Egipto, muchos países latinoamericanos y, por supuesto, EE UU y Europa. A algunos países llevó el ballet por primera vez.
Lo más destacado fue la visita de Pávlova a México en 1919. El país acababa de recuperarse de la revolución. Por la seguridad de la bailarina y su compañía, el presidente Venustiano Carranza llegó a ordenar que se colocaran 200 soldados de escolta en el techo de su tren.
En Ciudad de México, Pávlova ofreció varias actuaciones en una plaza de toros. No sólo mostró clásicos del ballet, sino que también puso en escena un número llamado Fantasías mexicanas, basado en el folclore local. Seis años más tarde, Pávlova regresó a México y volvió a enamorar al público hispanohablante con Don Quijote.
El poeta mexicano Ramón López Velarde escribió el poema "Anna Pávlova", enteramente dedicado a los divinos pies de la bailarina. Hay unos versos que dicen: "¡Te fuiste con mi rapto y con mi arrobo, agitando las ánimas eternas en los modismos de tus piernas!".
Casi todos los países le han dado premios o mostrado su adoración de otras maneras. No sólo postres, sino también asteroides, algas, llanuras de Venus, aviones y calles han sido bautizados en honor de Pávlova.
En los Países Bajos se cultivó una variedad especial de tulipanes blancos, "Anna Pávlova".
Cuando la bailarina aún vivía, se instaló una estatua dorada suya en la cúpula del Victoria Palace Theatre de Londres (se perdió durante la Segunda Guerra Mundial, pero se volvió a instalar en 2006).
Estatua de Pávlova en lo alto del Victoria Palace Theatre de Londres
Andreas Praefcke (CC BY)Hasta hace poco, se reservaba un asiento especial para el fantasma de Pávlova en todas las representaciones del teatro. Supuestamente, el personal del teatro veía al fantasma bailando en el escenario vacío cuando no había representaciones. Esta tradición no dejó de observarse hasta 2016, cuando el teatro empezó a proyectar la obra Harry Potter y el niño maldito: el lugar de Pávlova se cedió al público en directo. Pero hace unos años se abrió el bar Pávlova en el edificio vecino.
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