Para luchar contra los “miembros indeseables de la sociedad”, las autoridades soviéticas utilizaron durante más de 30 años la deportación o reubicación forzosa. Para todos los deportados existía un registro personal en el que debían firmar periódicamente. Según Nikolái Bugái, colaborador científico del Instituto de Historia Rusa de la Academia Rusa de las Ciencias: “Fueron deportadas completamente 14 nacionalidades y 47 denominaciones de representantes de grupos étnicos. Por lo tanto, la deportación afectó a más de 60 categorías de ciudadanos soviéticos”.
Las primeras deportaciones comenzaron inmediatamente después de la Revolución de 1917. Se castigó con la reubicación a los cosacos, que se oponían de forma activa al poder soviético.
Según algunas fuentes, se deportaron unas 70.000 personas, y sus tierras se entregaron a los ingusetios y chechenos.
“Los cosacos fueron reubicados desde el sur- desde Kubán y los ríos Terek y Don- al norte, a Arjánguelsk y el distrito Komi-Permia”, dice Nikolái Bugái.
“En los años 20 se inició la época de la colectivización y comenzaron a deportar desde el Cáucaso Norte a los agricultores acomodados”.
A principios de 1932, la cantidad de kulaks (campesinos con propiedades) deportados era de más de 1.100.000 ciudadanos. La mayoría fueron reubicados en Kazajistán y en las regiones de Novosibirsk y Sverdlovsk. A mediados de los años 30, comenzaron las deportaciones de los “elementos socialmente peligrosos”, es decir, personas poco fiables desde el punto de vista de la dirección soviética.
La primera deportación fue sufrida por todos los finlandeses de una franja de 22 kilómetros junto a la frontera; más tarde, los que vivían en una franja de 100 kilómetros en la región de Leningrado y en otra franja de 50 kilómetros en Carelia. Los historiadores estiman que la cantidad total de deportados fue de aproximadamente 30.000 personas.
“Desde 1935, se reubicaron desde el oeste a 10.000 polacos y 35.000 alemanes. Antes de la guerra, desde el este hubo a 8.000 iraníes, 172.000 coreanos desplazado, y unos 200.000 kurdos en las regiones meridionales”, explica el historiador.
El 23 de abril de 1937, el diario oficial Pravda informó del descubrimiento de una red de espionaje japonés en el Extremo Oriente. En el artículo se afirmaba que los japoneses usaban como agentes a chinos y coreanos. Entonces comenzó la deportación total de los coreanos, con el objetivo de sacarlos de la zona donde podía producirse un conflicto con Japón. La educación escolar en coreano fue cancelada, y en los documentos de identidad apareció una marca que limitaba el derecho a la libre circulación de este colectivo.
Del mismo modo, se desplazó a los polacos de la frontera con Polonia. Ademán, en 1937 y 1938 se deportaron a Asia Central y Kazajistán las poblaciones de las regiones fronterizas de Azerbaiyán y Armenia, principalmente iraníes y kurdos.
Tras el ataque de la Alemania nazi a la URSS el 21 de junio de 1941 hubo una nueva tanda de alemanes deportados. Desde todos los puntos del país, se deportó a más de un millón personas.
En 1942, se creó el llamado Ejército del Trabajo (“columnas y pelotones de trabajadores”), compuesto por alemanes para realizar trabajos forzados. Junto con ellos alemanes también había a unos 20.000 prisioneros de guerra rumanos, fineses, italianos y griegos. Las condiciones de trabajo, alimentación y vida diaria eran las mismas que en los campos de castigo soviéticos.
Durante la guerra, de 1941 a 1945, fueron deportados varios pueblos del Cáucaso Norte: ingusetios, chechenos, calmucos y karacháis. En 1944, se reubicó forzosamente a los tártaros de Crimea y los turcos meskshi.
“Tras las operaciones en Crimea, en noviembre, fueron deportados unos 85.000 turcos meskshi. Los enviaron sobre todo a Kirguizistán y Uzbekistán. Actualmente, en los territorios de Ucrania, Georgia y Rusia viven unos 40.000 turcos meskshi”.
Las deportaciones duraron hasta principios de los años 50. A mediados de esa década comenzó la rehabilitación. Posteriormente, en 1991 se aprobó la Ley de Rehabilitación de los pueblos sometidos a represión, la cual definió la deportación de los pueblos como un acto de “difamación política y genocidio”.
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