El mejor tanque de la historia de Rusia se creó hace 80 años y ha participado en conflictos en lugares tan dispares como Cuba, Angola o Egipto. Fuente: Ria Novosti
Cuando los T-34 soviéticos entraron en Berlín en 1945, se podría haber pensado que los días de lucha casi habían acabado para este tanque. Pero la “nuez”, como lo llamaban sus tripulantes a causa de la forma hexagonal de su torreta, solo había comenzado su odisea por los conflictos armados del planeta.
Durante cinco décadas más, la máquina bélica rugió a través de las arenas de Egipto, la jungla de Cuba, las sabanas de Angola y más allá. Hoy en día aún puede encontrarse en los arsenales de Bosnia y Herzegovina, Vietnam, Guinea, Guinea-Bissau, Yemen, Corea del Norte, la República del Congo, Cuba, Laos, Mali y Namibia. Aunque ha luchado contra los EE UU y sus aliados en Corea y Cuba, los parientes estadounidenses del T-34 son, sin embargo, menos conocidos.
El tanque evolucionó desde el ligero BT soviético (siglas de “bistrojodni tank” o tanque de alta velocidad) de los años 30, que derivaba del Christie M1931. Llegado por primera vez a la Unión Soviética en un prototipo sin torreta, con el nombre de “tractor agrícola”, el Christie y sus posteriores variantes sirvieron como base al diseñador soviético Mijaíl Koshkin.
En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, Koshkin trabajó intensamente en el T-34, combinando una armazón robusta con artillería pesada, a la vez que mantenía su operatividad en carretera y la facilidad de producción y mantenimiento.
El primer lote de tanques tenía que estar listo para ser revisado por Stalin el 17 de marzo de 1940, tras viajar más de 2.000 kilómetros hasta la capital. Koshkin tomó una decisión arriesgada al conducir los tanques por terreno público, ya que la NKVD podría haber considerado que estaba revelando secretos de Estado. Pero los tanques llegaron a la hora prevista y sin ningún incidente reseñable, tras recorrer una ruta secreta a través de bosques nevados, campos y terrenos escarpados. Impresionado por su aspecto, Stalin llamó cariñosamente a estas máquinas “pequeñas golondrinas”, de modo que empezaron su carrera con buen pie.
Sin embargo, el triunfo se vio empañado por la muerte de Koshkin a los 42 años, que contrajo neumonía durante el viaje hasta Moscú y nunca logró recuperarse. El padre adoptivo del tanque fue el ingeniero y diseñador Alexander Morozov: él fue quien finalmente envió los T-34 a combatir y posteriormente los adaptó para superar a los nuevos y cada vez más temibles oponentes alemanes en el campo de batalla.
En diciembre de 1943, el T-34-85 entró en acción con una nueva torreta y un cañón de 85 mm, que lo condujo a la victoria en 1945. Este T-34-85 siguió siendo la espina dorsal de la artillería pesada soviética hasta mediados de los 50 y también sirvió como plataforma de entrenamiento para tropas hasta los 70, sin ser nunca apartado oficialmente del servicio.
El mayor despliegue de tanques después de la Segunda Guerra Mundial se produjo en Corea, cuando se enfrentaron a los antiguos aliados de los EE UU. Como la orografía accidentada de Corea impedía grandes batallas con tanques, solían usarse en pequeños grupos, con resultados a menudo impredecibles.
El primer enfrentamiento entre los T-34-85 y los tanques M24 de EE UU tuvo lugar el 10 de julio de 1950 durante la batalla de Daejeon. Los proyectiles de 75 mm de EE UU se revelaron ineficaces contra el blindaje frontal de los soviéticos y dos tanques estadounidenses fueron puestos fuera de combate rápidamente. La victoria solo se alejó de Corea del Norte cuando la infantería de EE UU utilizó bazokas de 3,5 pulgadas para destruir siete T-34.
Las tornas cambiaron de manera aún más radical con la utilización de los M26 Pershing estadounidenses el 17 de agosto de 1950, cuando sus cañones de 90 mm despacharon rápidamente tres T-34 en el primer encuentro entre tanques.
En igualdad de condiciones técnicas, las tropas de EE UU, mejor entrenadas y preparadas tácticamente, superaron rápidamente a los norcoreanos, quienes a finales de ese año habían perdido unos cien T-34-85 en luchas tanque contra tanque, y casi el doble a manos de la aviación y los bazokas. Por su parte, los tanques norcoreanos solo habían destruido 34 vehículos estadounidenses.
Los T-34-85 habían encontrado la horma de su zapato con el Pershing y el M46 Patton de EE UU, pero aún superaban a los M24 Chaffee, un derivado de los M4A3E8 Sherman con mejor armamento. El tanque soviético volvió al candelero en abril de 1961, durante la derrota de las fuerzas contrarrevolucionarias cubanas en Bahía Cochinos.
Durante la Guerra de los Seis Días en 1967, Egipto perdió doscientos cincuenta y un T-34-85, casi un tercio de las pérdidas totales de tanques. Irónicamente, el T-34 luchó mano a mano con viejas glorias alemanas de la Segunda Guerra Mundial, como el PzKpfw.IV y el StuG.III, pertenecientes a las fuerzas sirias que participaron en el conflicto. Los tanques israelíes obtuvieron una clara victoria en el frente egipcio, pero, por el contrario, el índice de pérdidas en el frente sirio favoreció a los árabes, que perdieron un total de setenta y tres tanques T-34-85, T-54 y PzKpfw.lV, comparado con los ciento sesenta tanques israelís destruidos. Esta fue la última vez que el T-34 luchó en Oriente Medio.Armadas con diez Shermans y veinte carros armados M8, las fuerzas de invasión apoyadas por los EE UU destruyeron un T-34 del Gobierno cubano al salir rápidamente de la playa. Las fuerzas cubanas, bajo el mando personal de Fidel Castro, condujeron una columna de T-34 que dejó fuera de combate a dos Shermans durante el contraataque en el área de desembarco. Pero aparte de estas victorias aisladas, al T-34 cada vez se le notaba más su edad, comparado con las nuevas generaciones de tanques de batalla.
Pero aún participó en conflictos posteriores como caseta de disparo fija o convertido en cañón auto propulsado. Además, volvió a la acción durante la invasión turca de Chipre en 1974, cuando treinta y dos T-34-85 griegos fueron capaces de detener el avance de doscientos tanques M47/48 Patton turcos. Los griegos perdieron doce unidades, incluyendo cuatro que fueron abandonadas, contra diecinueve Pattons destruidos.
Después, el T-34 luchó en la guerra civil de Angola, en la que unidades cubanas armadas con tanques soviéticos ayudaron a los rebeldes a repeler los ataques de Sudáfrica y Zaire. Por último, la inquebrantable máquina de guerra tomó parte en la guerra de los Balcanes, luchando a la vez en todos los bandos como legado de las fuerzas armadas yugoslavas.
Hoy en día, cuando parece que finalmente el T-34 ha sido confinado a los museos y los libros de historia, sigue sin conformarse con la inactividad: supuestamente, el T-34 volvió a la acción en 2014, cuando combatientes pro rusos en el este de Ucrania consiguieron bajar al menos uno de estos tanques del pedestal donde se exhibía y, tras una rápida puesta a punto, lo llevaron a batalla una vez más.
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