“‘Sí, me encerraban en un cuarto oscuro, en un armario... un cinturón’. Zhenia [Evgueni Plúshchenko] una vez agarró un cinturón y golpeó un poco sus nalgas. ¿Y qué? Mis padres solían encerrarme en un cuarto oscuro y me daban con un cinturón. ¿No soy un ser humano decente?”, afirmó Yana Rudkóvskaia, esposa del famoso patinador artístico de fama mundial, Evgueni Plúshchenko, en una entrevista que dejó al entrevistador muy sorprendido.
El escándalo que dividió a la sociedad rusa estalló el pasado abril. Rudkóvskaia admitió que su hijo de cinco años, una estrella en ascenso del patinaje, había sido honesto a la hora de describir los violentos métodos de crianza a un periodista.
La mayoría de los rusos recuerdan haber sido golpeados al menos una vez en su infancia. Para muchos, son memorias que quedan grabadas de por vida.
“Mi mente todavía puede recrear la escena con todos los detalles. Era una niña y me perdí en el centro de la ciudad. Lo siguiente que recuerdo es a mi madre: su cara cubierta de lágrimas, un cinturón en la mano. Estaba demasiado asustada por haberme perdido para siempre. Me golpeó fuerte con el cinturón. Recuerdo claramente que mi hermana mayor trató de protegerme”, dice Elizaveta, moscovita de 30 años, que ahora cría a su propio hijo de cinco años.
Los azotes, las bofetadas y el uso del cinturón siguen siendo métodos extendidos en el país. El 37% de los participantes en una encuesta a escala nacional, realizada en 2017, afirmaban que sus padres les habían pegado. El 27% de los encuestados admitieron haber dado alguna bofetada a sus hijos.
De hecho, golpear con el cinturón está tan profundamente arraigado en la cultura, que para muchos rusos la inocente prenda tiene asociaciones inconscientes que evocan el castigo.
Los adultos rara vez están dispuestos a revelar lo que sucede en el interior de sus casas. Sin embargo, algunos admiten que utilizan la fuerza física para castigar y educar a sus hijos. Lo consideran un mal necesario.
“Mi marido niega de manera incondicional el método que incluye el castigo corporal. Pero es así solo porque siempre está trabajando y no pasa mucho tiempo con el niño. Mi única responsabilidad es criarlo y tengo que lograr ciertos resultados. Me reservo el derecho a dar un cachete ocasional si el niño se me escapa de las manos”, confiesa Liudmila, de 43 años y madre de una niña de ocho años.
En la mente de muchos ciudadanos del país, la “manera rusa” de criar a los niños implica que haya un espacio para el castigo corporal, pero solo en casos raros y con niños desobedientes. “Mi marido piensa que un niño necesita notar la fuerza física y le da un bofetón de vez en cuando. Aunque no estoy de acuerdo, lo único que puedo hacer es apretar fuertemente la mano del niño, para hacerle saber que estoy decepcionada”, afirma Elizaveta, madre de un niño de cinco años.
Lo cierto es que su marido no es una excepción. Un tercio de los rusos está a favor de utilizar la fuerza física para castigar a los hijos, según una encuesta nacional realizada en 2017.
Para la mayoría de los padres rusos, la vida en una sociedad en la que corren el riesgo de que se anulen sus derechos como resultado de una paliza “irregular” y “moderada” es como una pesadilla.
Algunos reportajes de televisión contribuyen a crear una imagen, a menudo distorsionada, de la impotencia de los padres ante abusivos sistemas de cuidado infantil en países donde este tipo de organismos gozan de mayor autoridad que en Rusia.
Mucha gente en Rusia no oculta su sorpresa cuando escuchan que una bofetada ocasional, destinada a dar una lección, puede servir de base para abrir una investigación oficial sobre la competencia parental.
Algunos padres tienen fuertes opiniones sobre los castigos aceptables y los que van demasiado lejos. “A veces está bien dar un cachete. Me pegaron con la zapatilla y con el cinturón y con otros objetos y no pasó nada. Estoy vivo, estoy bien y soy una persona educada. No estoy dando una paliza cuando doy un azote. Golpear el trasero de un niño no es como pegar”, escribió Ekaterina en Instagram, en una sección de comentarios de un artículo que trata sobre el “derecho” de los padres a golpear a sus hijos.
Algunos defienden abiertamente los métodos educativos tradicionales. “Los países occidentales están empezando a replantearse su enfoque educativo, ahora que el sistema ha ayudado a fomentar una generación de adultos incapaces de asumir plenamente la responsabilidad de sus acciones”, declara Olga, profesora de 50 años en una escuela secundaria de Moscú. “No es necesario pegar a los niños, pero debe haber un camino intermedio”, cree esta mujer.
Aunque también es cierto que los nuevos tiempos desafían los viejos hábitos de crianza de las parejas rusas. Muchos de los que recuerdan haber sido golpeados en su infancia dicen que descartan infligir castigos corporales a sus propios hijos.
“Nunca toco a mi hija”, declara Julia, moscovita de 40 años, que tiene una niña de dos años. “Aunque tenía una opinión completamente diferente con mi hijo mayor. Di a luz cuando tenía 18 años y él recuerda cómo le pegué”.
“El mundo está cambiando y nosotros también. Cosas que entonces parecían aceptables, son inaceptables actualmente. Se pueden encontrar fácilmente libros sobre métodos alternativos de crianza”, explica la mujer.
Algunos padres actuales aprendieron esta sencilla lección de la manera más dura. “Mi padre me castigaba de manera severa y habitual”, afirma Liudmila con una visible tristeza en sus ojos. “¿Estoy resentida? No, es algo del pasado. Ya no soy una niña”.
Así era la educación en la URSS. Aquí te explicamos las diferencias.
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