Liubov tiene 42 años y es contable. Su marido, de 50 años, es conductor de autobuses. Ambos trabajan, comparten las tareas domésticas y tienen un presupuesto común, controlado por Liubov.
Ella nos dice por qué: “Se me dan mejor las finanzas porque tengo un título en economía. Me ocupo del dinero de nuestra familia. Tolia (diminutivo de Anatoli) se centra en dirigir la casa. Se encarga de mantener los electrodomésticos funcionando y cuida el jardín. Para mí el trabajo físico es duro, así que no interfiero en esa esfera. También tiene algunos pequeños trabajos domésticos, como comprar agua y sacar la basura, mientras yo cocino y lavo la ropa”.
Ambos tienen dinero de bolsillo, que gastan de acuerdo a sus necesidades personales. Sus actividades de ocio son diferentes. A Liubov le gusta charlar con sus amigos en un café, mientras que lo que más le gusta a Anatoli es irse al bosque y al río. Está enganchado a la pesca. No es un problema para ellos pasar su tiempo libre por separado.
“Este modelo nos ayuda a ahorrar nervios y dinero. Todo el mundo sabe lo que debe hacer”, afirman. Funciona bien para personas experimentadas que valoran el espacio personal.
Hace varios años ambos trabajaban en el teatro. Ahora Artiom tiene 37, es padre de sus hijos y un marido que cuida a su esposa, ocho años menor que él.
“Aliona tuvo suerte y empezó a recibir buenas ofertas de trabajo de canales de televisión y de directores. Decidí dar un paso atrás y pasar más tiempo en casa. Ahora soy el principal responsable de los desayunos y de las cenas, de jugar con los niños y demás. Aliona puede confiar en mí. Eso no significa que hayamos construido un muro de cemento para separar nuestras responsabilidades. También sigo en la industria cinematográfica y Aliona cuida a los niños cuando es necesario”, nos comenta Artiom.
Si su situación laboral cambia, Aliona y Artiom están seguros de que pueden adaptarse a un nuevo modelo fácilmente, pero como este funciona eficazmente en la actualidad, no quieren cambiarlo de manera artificial. Esta forma de vida no está muy extendida en Rusia, aunque aseguran vivir felices y son un buen ejemplo de la llamada familia tradicional, pero al revés.
Esta pareja es de la soleada y cálida ciudad de Krasnodar. Serguéi tiene 37 años y trabaja como montador de muebles. Irina es cuatro años mayor. Se conocieron hace 11 años, cuando ella trabajaba como actriz de teatro en un pueblo de los Urales. En aquella época pasaba todo su tiempo sobre las tablas y Serguéi la ayudó a realizar sus sueños.
Se mudaron al sur hace un año y ahora Irina es gerente de carreteras. Tiene un horario flexible y no ve nada malo en trabajar y hacer todas las tareas de la casa.
“No es perturbador ni desagradable, en absoluto. No paso mucho tiempo cocinando o lavando el piso. Es muy fácil. Serguéi tiene un trabajo físico y entiendo que es duro. Así que nunca le pido que haga las tareas domésticas. No espera que sirva los platos como si fuera de un restaurante o algo así; sabe que yo también estoy ocupada con mi trabajo”, explica Irina.
Al parecer, no ven nada negativo en esta forma de organizarse y no quieren cambiar nada. Aunque Irina advierte que este modelo es bueno sólo para aquellas parejas en las que una mujer tiene un trabajo flexible, a tiempo parcial y con muchos días libres.
Esta joven pareja proviene de una ciudad abierta como es San Petersburgo. Sin embargo, han elegido seguir un modelo de familia tradicional. Margarita tiene 20 años y Andréi, 22. Él trabaja en la administración pública y es el principal sostén de la familia. Margo cuida al hijo pequeño y hace las tareas domésticas. Obedece y aprecia a su marido. Acepta su estilo de vida e incluso soporta la confidencialidad de sus labores.
“El nacimiento de nuestro bebé cambió mi vida. Andréi se gana la vida y no es un problema. Esta situación es más que normal en Rusia. La mayor ventaja de este modelo es que puedo pasar tiempo con nuestro hijo y darle todo el amor posible. Hacer las tareas nunca ha sido un desafío para mí”, explica.
Aunque Margarita añade que en un futuro próximo le gustaría cambiar un poco este modelo y encontrar un trabajo con el que poder trabajar desde casa. “Al principio me gustaba ser una esposa tradicional, pero ahora me siento un poco aburrida. Mi marido está interesado en aprender siempre algo nuevo. Quiero ser como él. Mi trabajo debería ser más un pasatiempo que una fuente de dinero”, explica.
Elena tiene 28 años y es ingeniera, mientras que su esposo Serguéi trabaja como controlador de instrumentos. Son un ejemplo de una familia bastante progresista para la provincia rusa, ya que viven con bienes y presupuestos separados. Ambos tienen empleos a tiempo completo y comparten las tareas domésticas. Elena está muy orgullosa porque ha sido su idea. Al principio, Serguéi se mostró reticente, pero finalmente se dio cuenta de las ventajas que ofrece.
“Nunca nos peleamos por el dinero, ya que nadie debe informar acerca de sus gastos. Es una manera de ser disciplinado y enseña a cada miembro de la familia a manejar sus finanzas”.
Elena añade que el respeto mutuo es otra ventaja: “Serguéi puede comprarnos algo a mí o a nuestros hijos porque quiere hacernos sonreír, pero no porque sea obligatorio. Sabe que puedo ganarme la vida fácilmente. Estoy segura de que él también puede. Nos valoramos los unos a los otros como personas independientes”.
Sin embargo, comenta dos momentos incómodos como mujer: “La primera fue la baja por maternidad. Hablamos cuando estaba embarazada, así que ahorré algo de dinero. El segundo son los malentendidos con las chicas locales y yo. Piensan que un hombre debería ser como la gallina de los huevos de oro y me tratan como a un psicópata”.
Advierten que vivir de esta manera es imposible si una pareja tiene una gran disparidad de ingresos.
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