Mujeres jóvenes, en compañía de gatos y armadas con guitarras y escobas, emprenden un viaje en tren por Rusia: este es el argumento de una serie de obras creadas por Yulia Zhuravliova, artista de 31 años procedente de la ciudad siberiana de Omsk.
Yulia lleva ocho años dibujando profesionalmente, y sus personajes principales son brujas que viven en la Rusia actual.
En una de sus primeras series, las jóvenes brujas vivían en un bloque de apartamentos, hacían la compra en escobas y trabajaban como mensajeras en un servicio de reparto.
“Me inspiran la mitología, el entorno postsoviético y las escenas de la vida cotidiana, y me encanta combinar estos elementos en mis obras. La trama del tren se me ocurrió de forma bastante orgánica, como continuación de mis obras anteriores. Me gustaba tanto la serie sobre las brujas en nuestra vida cotidiana que decidí mandarlas de viaje. Y, por supuesto, ningún viaje es tan romántico como un viaje en tren”, dice Zhuravliova, explicando el origen de la serie.
En sus dibujos, las brujas beben té con limón en vasos en los tradicionales podstakanniks (portavasos de té), hacen sándwiches de salchicha que flotan en el aire y saludan desde las ventanas del tren a otras brujas, que prefieren volar en sus escobas.
En uno de los dibujos, Baba Yaga lanza pasteles a las brujas a través de la ventanilla del tren.
En otro, dos brujas han decidido utilizar un gato para vengarse de un pasajero por sus calcetines rotos (y probablemente malolientes).
En otro, una joven de pelo dorado mira por la ventana, soñando que pronto estará al aire libre y rodeada de naturaleza.
La artista dice que no ha viajado en un tren de larga distancia desde hace varios años, excepto un viaje nocturno entre Moscú y San Petersburgo, pero tiene buenos recuerdos de los viajes en tren con sus amigos estudiantes.
“Por supuesto, cuando estás en un tren, especialmente si viajas en tercera clase (en un vagón abierto), hay un cierto elemento de incomodidad, pero cuando tienes 18 o 20 años, hacer un viaje largo con amigos es un gran pasatiempo, así que solo recuerdo las cosas buenas. Jugar a las cartas, beber té dulce y hablar toda la noche: ¿cuándo se puede disfrutar de ello si no es cuando se es estudiante?”, recuerda Zhuravliova.
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