“Big Clay nº 4”
Gleb LeonovDesde hace años se espera la apertura del nuevo Centro de Arte Contemporáneo V-A-C, propiedad del multimillonario ruso Leonid Mijelson. En 2014 compró el edificio de una central eléctrica clausurada en el corazón de Moscú, en la plaza Bolótnaia. El premio Pritzker Renzo Piano se encargó de reconstruir el edificio y sus alrededores. El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, aprobó el proyecto personalmente.
La apertura del Centro se ha pospuesto un año debido a la pandemia, pero los organizadores decidieron instalar un objeto de arte público en el renovado malecón del río Moscova que albergará el futuro museo. Se trata de una escultura de 12 metros titulada “Big Clay nº 4” del famoso artista suizo Urs Fischer, un trozo de arcilla hipertrofiado y arrugado en las manos del escultor. Sin embargo, a los residentes de la capital y a los seguidores de las redes sociales no les gustó nada la obra.
¿Qué pasa con la escultura?
Según los críticos de arte, la escultura celebra la materia prima y todas las futuras obras que podrían salir de ella. “Capturado a gran escala, un material de trabajo ordinario en el inicio de la adquisición de su forma concebida es un signo de estar incompleto, de transformación y formación”, dijeron representantes de la Fundación V-A-C en una entrevista a TASS.
Las interpretaciones de la obra de arte contemporánea pueden variar, sin embargo, muchos usuarios de las redes sociales han visto lo mismo: un montón de excrementos apilados. “Solo parece un montón de mierda no muy ordenada de 12 metros”, dijo el comediante y presentador de televisión Maxim Galkin en su Instagram incluso antes de que se instalara el monumento. En redes sociales aparecieron cientos de comentarios similares tras la presentación.
La mayor parte del descontento fue expresado por gente común aunque personas del mundo del arte también mostraron reacciones negativas. “¡Hay un montón de mierda amontonada en Moscú!”, Ekaterina Rozhdestvenskaia, famosa fotógrafa y artista de la moda, no tuvo reparos en expresarse. ¡"El autor - un tal Fisher, que llamó a su caca - Big Clay nº 4, como si estuviera amasando la arcilla en sus manos y le gustara tanto la composición! Y aquí está el resultado, como puedes ver”, escribió Rozhdestvenskaya en su Facebook. Sin embargo, no había visto la escultura en persona, porque en ese momento estaba en el extranjero.
El crítico de arquitectura Grigory Revzin en su Facebook: “¡Nos han cagado ! A todos nosotros. ¡A todos nosotros! ¿Quién? ¿Con qué derecho? ¿Dónde está mirando el gobierno?”
Revzin también cree que la escultura es bastante banal, pero el escándalo forma parte de la idea, y desde ese punto de vista, la obra tiene éxito. También se refirió a la los escándalos de la vanguardia rusa. “Hace poco más de un siglo, el arte descubrió la estrategia de ‘abofetear el gusto del público’. Es decir, empezó a provocar deliberadamente emociones negativas en el hombre comín, y su fuerza se convirtió en el criterio de la calidad de una obra”.
Según los expertos, el revuelo que rodea a una obra de arte suele ser parte integrante del arte contemporáneo. “Por supuesto que se trata de una provocación deliberada (y muy acertada) de Urs Fischer, que ya está haciendo rabiar a los comentaristas y que dice mucho de la exactitud de la elección”, escribió en Facebook el historiador del arte Dmitri Pilikin. “El hecho de que haga enfadar al ciudadano común también forma parte de su calidad”.
Por qué no gusta el arte contemporáneo en Rusia
Ivan Polisski, organizador del mayor festival de land art, Archstoianie, cree que la Fundación V-A-C ha elegido una estrategia equivocada. “No puedes ignorar a tu propia gente. Puede que sean así y que solo quieran armar lío, pero deberían querer ir a los museos y no predicar discursos antiartísticos”, escribió Polisski en Facebook.
La obra de Urs Fischer se ha convertido en una verdadera prueba de fuego de las actitudes hacia el arte contemporáneo en Rusia. Al fin y al cabo, la escultura ya estuvo en Nueva York, así como en Florencia, justo al lado de una copia del David de Miguel Ángel, pero no provocó revuelo alguno.
La columnista de cultura Anna Narinskaia tenía una respuesta a por qué los moscovitas estaban tan enfadados. No le sorprendieron en absoluto los abucheos y, en su opinión, la obra recuerda a la estatua de Pedro I de Zurab Tsereteli en la calle Bolótnaia, uno de los monumentos más odiados por los moscovitas. “La escultura se convierte silenciosamente en un objeto odiado”, escribe en un artículo de Novaya Gazeta.
La polémica ha ido más allá de los comentarios en las redes sociales. La sociedad estaba literalmente dividida, y la ola de abucheos obligó incluso a las autoridades a reaccionar.
“Cualquier cosa que ofenda los sentimientos de los residentes, moscovitas y visitantes [de la capital], no debe ser expuesta”, dijo a TASS Mijaíl Lérmontov, jefe del Consejo Público del Ministerio de Cultura. También prometió llevar el asunto a la Cámara Pública de Moscú para su discusión.
El caso de esta escultura no es el único escándalo reciente relacionado con el arte contemporáneo. En Rusia, criada por años de realismo socialista soviético con imágenes muy claras, cualquier cosa nueva y que requiera interpretación y análisis tiende a causar un revuelo malsano. De hecho, como señaló Rezvin, cualquier proyecto escultórico importante en Rusia es criticado, ya sea un monumento al soldado Rzhevski o un monumento a Mijaíl Kaláshnikov, el creador del rifle de asalto AK-47.
'Jan Fabre. Caballero de la desesperación / Guerrero de la belleza' exposición en el Hermitage, 2016
Serguéi Konkov/TASSUno de los escándalos más sonados de los últimos años fue la exposición en el Hermitage del belga Jan Fabre, cuyas obras han sido expuestas en el Louvre, la Bienal de Venecia y cientos de otros lugares de prestigio. Los petersburgueses se sintieron entonces ofendidos porque los “cadáveres de animales” de Fabre aparecieran entre las pinturas clásicas del Hermitage.
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