Si el levantamiento bolchevique que tuvo lugar el 25 de octubre en Petrogrado fue relativamente suave, no se puede decir lo mismo sobre lo que ocurrió en Moscú. Las luchas duraron varios días y dejaron centenares de muertos. A veces se dice que estos eventos fueron el inicio de la guerra civil rusa. El Kremlin, el corazón de la ciudad antigua, fue testigo de las batallas más encarnizadas.
Cuando llegaron a Moscú las noticias sobre el derrocamiento del gobierno provisional en Petrogrado, las tropas bolcheviques recibieron la orden de tomar el Kremlin. Los regimientos revolucionarios lo ocuparon el 26 de octubre sin apenas encontrar resistencia.
Mientras tanto, los que se oponían a los bolcheviques comenzaron a hacer acopio de fuerzas. Reunieron sobre todo a cadetes y a estudiantes de las escuelas militares. Los cadetes atacaron el Kremlin y tomaron ventaja porque los soldados revolucionarios tenían mala comunicación con sus superiores. Les dijeron que las fuerzas leales al gobierno provisional habían derrotado a los bolcheviques y que habían tomado toda la ciudad.
Los revolucionarios entregaron las armas. Muchos de ellos, las estimaciones vas entre los 30 y los 5.000 fueron fusilados por los cadetes. A partir del 28 de octubre los miembros antibolcheviques controlaron el Kremlin. Aunque los comunistas no se rindieron y al día siguiente hubo fuertes enfrentamientos. La ciudad fue bombardeada con artillería.
Las fuerzas leales al gobierno provisional esperaban refuerzos, ya que en Moscú se veían superadas por las tropas revolucionarias. Sin embargo, recibieron poca ayuda mientras fracasaban los intentos del derrocado primer ministro Alexánder Kérenski por retomar Petrogrado.
El bombardeo del Kremlin se prolongó varios días y fue especialmente intenso el 2 de noviembre. Los bolcheviques accedieron a liberar a sus enemigos si dejaban las armas. Los revolucionarios cumplieron su palabra y los cadetes dejaron el Kremlin.
Varias iglesias y monasterios del Kremlin también sufrieron importantes daños, así como las torres y murallas.
Cuando el el recién nombrado ministro de Educación, Anatoli Lunacharski, se enteró el daño que habían hecho al corazón de Moscú, dimitió de su cargo. Sin embargo, tras la intervención de Lenin revocó su decisión.
Durante el transcurso de estos sangrientos eventos la Iglesia ortodoxa pidió a ambas partes que cesaran el baño de sangre. Tras los enfrentamientos la iglesia declaró: “Las armas rusas estaban disparando contra el lugar más sagrado de Rusia: el Kremlin de Moscú”. La iglesia examinó detenidamente el daño causado al Kremlin y lo recogió en un informe especial
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