De todos los heroicos soldados y marineros rusos de la Primera Guerra Mundial, el cosaco Kozmá Kriuchov es el más legendario.
En agosto de 1914, un grupo de cuatro jinetes cosacos, entre los que se encontraba Kriuchov, se tropezó con una unidad de caballería alemana formada por 27 hombres. Sin temor a entablar una lucha desigual, los cosacos aplastaron al enemigo, matando a 24 soldados enemigos y obligando a los supervivientes a retirarse.
Kriuchov se atrevió a enfrentarse solo al grupo de alemanes, matando a 11 hombres, pero sufriendo 16 heridas. Todos se enteraron de su acto heroico, incluido el enemigo. A partir de entonces, se ordenó a los soldados alemanes y austriacos que ejecutaran a todos los cosacos que se capturase, en lugar de hacerlos prisioneros.
Otro cosaco, Filipp Pridánnikov, paso a la historia al principio de la guerra, cuando el Ejército ruso derrotó con éxito a los austriacos en Galitzia. En medio de la batalla, el caballo del cosaco murió bajo él y su peso le aplastó su pierna.
Rodeado por el enemigo, Pridánnikov luchó valientemente con una lanza y logró matar a tres austriacos. Usando su arma una vez más, mató a otros tres. Más tarde, cayó inconsciente, pero fue salvado por sus hombres y llevado al hospital, donde le esperaba una recompensa.
Cuando la flota rusa estaba retirando minas austriacas del río Vístula, en el invierno de 1915, una de ellas se soltó y flotó río abajo, amenazando con destruir barcos e incluso un puente a su paso.
Sin dudar un segundo, el marinero Piotr Semeníshchev se zambulló en las heladas aguas y arrastró la mina hasta la orilla a pesar del enorme riesgo de ser volado en pedazos en cualquier momento. Sus camaradas en tierra consiguieron hacerse con ella y la destruyeron.
La valentía de este marinero, sin embargo, no se detuvo ahí. En otra ocasión, luchó contra ocho oficiales austriacos y mató a dos de ellos, obligando al resto a retirarse. Recibió siete heridas de bayoneta y dos golpes en la cabeza, pero logró sobrevivir.
Se dice que el capitán Piotr Nésterov fue el primer piloto ruso, así como la primera persona en el mundo en llevar a cabo la complicada maniobra acrobática conocida como “rizo”.
Nésterov también fue el primer piloto lo suficientemente valiente como para llevar a cabo un ataque de embestida aérea en combate. Sucedió el 26 de agosto de 1914, cuando un avión austríaco sobrevolaba un aeródromo ruso en Galitzia, con la intención de bombardearlo.
Nésterov reaccionó inmediatamente al verlo, despegó en su ligero monoplano y se dirigió hacia el avión austriaco. El piloto ruso no estaba en una misión suicida, sino que planeaba sobrevolar el avión enemigo y golpearlo con el tren de aterrizaje de su avión. Sin embargo, el impacto fue finalmente realizado contra el centro del avión austriaco, matando tanto a Nésterov como al enemigo.
Mientras que Piotr Nésterov murió durante su ataque aéreo, Alexánder Kazakov se convirtió en el primer piloto en sobrevivir a una maniobra igualmente arriesgada. En 1915, embistió a un avión alemán del modelo Albatros y aterrizó con éxito su propio caza.
Kazakov también se convirtió en el piloto de combate ruso más exitoso de la Primera Guerra Mundial. Consiguió derribar 19 aviones enemigos.
Durante la guerra civil rusa, Kazakov luchó ferozmente contra el Ejército Rojo. En agosto de 1919, incapaz de aceptar la retirada de las tropas británicas de Múrmansk, se suicidó estrellando su avión contra el suelo.
Mientras patrullaba solo el vecindario de Lublin, el cosaco Lavin tropezó con un grupo de austriacos. En lugar de dispararles, se acercó sigilosamente al enemigo, gritó fuerte y señaló hacia el bosque. Los austríacos, que creían que estaban rodeados por una emboscada, soltaron sus armas y se rindieron. Lavin escoltó a los enemigos al territorio ruso, él solo. Un cosaco capturó sin ayuda a 19 austriacos, tres de los cuales eran oficiales.
No sólo los hombres realizaron actos heroicos en el campo de batalla durante la Gran Guerra. De hecho, una enfermera logró salvar a 600 oficiales y soldados heridos del campo de batalla, y también actuó como un verdadero oficial al mando.
En 1915, durante una batalla cerca de la aldea de Dobroslavka en Bielorrusia, la enfermera Rimma Ivanova notó que dos oficiales de su escuadrón habían muerto y los soldados estaban empezando a retirarse.
Ivanova reunió a las tropas restantes a su alrededor y dirigió el ataque. A pesar de que los soldados lograron conquistar el territorio enemigo, Rimma murió a causa de una herida mortal.
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