El conflicto armado que tuvo lugar en 1977-1978 entre Etiopía y Somalia por la región de Ogadén fue como una paradoja de la Guerra Fría. Durante mucho tiempo Somalia había sido un aliado de la URSS en África del Este, mientras que, tradicionalmente, Etiopía era más proestadounidense.
Sin embargo, el líder somalí, Mohamed Siad Barre, tomó la decisión de invadir Etiopía sin consultar con su principal socio. La reacción de Moscú fue dura y la URSS apoyó a Etiopía, cuyas relaciones con EE UU se habían deteriorado considerablemente. Los norteamericanos no tuvieron más remedio que apoyar a Somalia.
De modo que se dio una situación poco habitual. Los asesores militares soviéticos ayudaban a las tropas etíopes, que habían sido entrenadas por instructores estadounidenses y luchaban con sus armas. Mientras que sus oponentes, las tropas somalíes, todavía seguían los procedimientos militares soviéticos y contaban con armamento comunista.
Aunque la ayuda de EE UU a Somalia no fue significativa, el apoyo soviético a Etiopía fue a gran escala. La URSS suministró a la nación africana cazas MiG-21, tanques T-55 y T-62, así como vehículos blindados de transporte de tropas BTR-60. Los sistemas soviéticos de misiles antiaéreos detuvieron los aviones enemigos. Por su parte, se enviaron a Etiopía sistemas de lanzamiento de cohetes múltiples BM-21, que originalmente estaban destinados al ejército somalí.
Los soviéticos también enviaron 4.000 asesores militares a Etiopía. Además, hubo contingentes militares de países aliados como Cuba y Yemen del Sur. A causa de la intervención soviética, Somalia sufrió una derrota aplastante y pronto se sumió en una larga guerra civil.
Tras la retirada francesa de Indochina a mediados de los años 50, la región se sumió en el caos. Hubo guerras y conflictos internos en los que rápidamente intervinieron las grandes potencias.
EE UU lanzó una guerra abierta contra Vietnam. Sin embargo, en el vecino Laos había en marcha una “guerra secreta”, de la que los ciudadanos estadounidenses no tenían ni idea.
El Pathet Lao era un partido socialista revolucionario, respaldado por la URSS, China y Vietnam del Norte, y que se oponía al débil Gobierno de Laos, apoyado por EE UU y Vietnam del Sur. Curiosamente, las dos superpotencias comunistas, cuya relación había empeorado, estaban ayudando a los socialistas laosianos sin contar el uno con el otro.
La URSS entregó a Laos munición, armas y alimentos. Además, se enviaron más de 100 instructores y asesores militares, junto con un grupo aéreo de aviones de transporte Il-14 y helicópteros Mi-4.
Por su parte, EE UU, además de los envíos de armamento, entrenó a un ejército de 30.000 efectivos, compuesto por gente del pueblo hmong de Laos para que participara en los combates. Llevaron al país instructores de la CIA y equipos móviles de las Fuerzas Especiales. A pesar de querer ocultar su participación, los estadounidenses participaron activamente en los bombardeos aéreos de los campos y las rutas comunistas en Laos.
A pesar de todos sus esfuerzos, los estadounidenses perdieron esta guerra. En 1975, la monarquía fue derrocada y se proclamó la República Democrática Popular Lao.
En 1960, después de independizarse de Bélgica, el Congo estaba al borde de la desintegración. Hubo dos regiones del sur del país –Kasai del Sur y Katanga– que declararon su independencia.
Tras no conseguir el apoyo de la ONU en la lucha contra el separatismo, el primer ministro Patrice Lumumba se dirigió a la URSS, que le proporcionó armas y ayuda material, además de 1.000 asesores militares.
Sin embargo, la intervención soviética provocó una reacción negativa del presidente Joseph Kasa-Vubu. La crisis política derivó en la división del Gobierno y en la intervención de EE UU.
Con ayuda de la CIA, el jefe de Estado Mayor del Congo, Joseph-Desiré Mobutu, derrocó y ejecutó a Lumumba. Los asesores soviéticos se vieron entonces obligados a abandonar el Congo.
Unos años después, la URSS tuvo una segunda oportunidad de afianzarse en este país centroafricano. En 1963 comenzó en el este del Congo la rebelión procomunista Simba (“leones” en swahili). Los rebeldes crearon su propio estado, la República Popular del Congo, que fue inmediatamente reconocida por la URSS y China.
La URSS suministró armas a los rebeldes de manera activa. Además, llegaron al país unos 100 asesores militares cubanos.
Sin embargo, el Gobierno consiguió reprimir el levantamiento, en gran medida gracias al apoyo aéreo estadounidense y de las fuerzas especiales belgas. Esto supuso una nueva derrota soviética en la lucha por el Congo. Los diplomáticos soviéticos abandonaron el país y en las siguientes décadas las relaciones entre ambos países fueron frías o abiertamente hostiles.
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