“No hay suficiente comida. La gente se muere de hambre. Muchos soldados no tienen botas. Envuelven sus pies con pancartas... Hay grandes pérdidas entre la infantería y los oficiales. Hay regimientos donde sólo quedan unos pocos de estos últimos. Especialmente preocupante es el estado de los suministros de artillería. Se me leyó la directiva de un comandante ordenando no gastar más de 3-5 proyectiles de artillería por cañón. Nuestra artillería no apoya a la infantería, que sufre una lluvia de proyectiles enemigos... Había 14.000 soldados de refuerzo y les faltaban fusiles”, escribió uno de los jefes militares rusos en su diario a finales de 1914, cinco meses después del inicio de la Gran Guerra.
La guerra supuso todo un desastre para Rusia. Esto se hizo aún más evidente cuando en la primavera de 1915 alemanes y austriacos lanzaron una gran ofensiva. Esta puso en fuga al ejército ruso. Las tropas rusas se retiraron y perdieron soldados y vastos territorios en el oeste. El general Alekséiev, futuro jefe del Estado Mayor ruso, apuntó las cinco razones principales de aquel desastre. La primera fue la falta de suficientes proyectiles de artillería, “el déficit más importante y preocupante, que tiene consecuencias mortales”. Además, hubo escasez de artillería pesada, así como de rifles y municiones para ellos.
Rusia no estaba preparada para la Primera Guerra Mundial. Ninguna de las principales potencias implicadas en este conflicto mundial estaba preparada satisfactoriamente para un conflicto de tal envergadura, por supuesto, pero en el caso de Rusia, la situación se vio agravada por los problemas de su economía. Su relativo atraso no permitió aumentar rápidamente la producción y proporcionar los suministros militares necesarios. Fue aquí donde los Aliados intervinieron. Rusia obtuvo de Gran Bretaña, Francia y EE UU cañones, proyectiles de artillería, rifles y un montón de otras armas y municiones.
En cuanto a los cañones, la situación más drástica fue aplicada a la artillería pesada. Rusia comenzó a fabricar algunos de estos cañones sólo en 1916, en el tercer año de la guerra. Sin embargo, Rusia no producía obuses de 8, 9, 10 y 11 pulgadas, mientras que las autoridades militares deseaban conseguir cientos de estos. Por lo tanto, Rusia tuvo que importar tales cañones, pero nunca pudo conseguir todos los que necesitaba. En el caso de los obuses de 11 pulgadas, por ejemplo, Rusia sólo consiguió el 3,8% de lo que le hacía falta.
Los resultados fueron obvios. A principios de 1917, Rusia, en comparación con los Aliados, tenía 5 veces menos artillería de campaña y 9 veces menos cañones pesados. Por kilómetro, había 2 cañones en el frente ruso y 12 en el francés.
También hubo una terrible escasez de munición de artillería. Durante toda la guerra, Rusia no pudo conseguir el número de proyectiles de artillería como sus tropas necesitaban para ser efectivas.
“Recuerdo la batalla de Przemyśl a mediados de mayo de 1915. 11 días de lucha encarnizada... 11 días del terrible rugido de la artillería pesada alemana, literalmente eliminando trinchera tras trinchera junto con nuestros defensores. Casi no respondimos [a su fuego]: no teníamos nada. Los regimientos, agotados hasta el mayor grado posible rechazaron un ataque tras otro con bayonetas o disparando a quemarropa. La sangre fluía... El número de tumbas creció, ya que dos regimientos fueron casi completamente destruidos por el fuego de la artillería alemana”, recordaría sobre la situación del ejército ruso, uno de sus comandantes más famoso, el general Antón Denikin.
Rusia aumentó drásticamente su propia producción de proyectiles de artillería, pero a pesar de ello, lo conseguido no fue suficiente. Los Aliados ayudaron y entregaron alrededor del 30% de estos explosivos. En el caso de la artillería pesada, hasta el 75% de los proyectiles de artillería fueron importados. Sin embargo, el ejército ruso siempre necesitó más.
La ayuda exterior resultó a menudo problemática. Cuando una misión rusa llegó a Gran Bretaña en el otoño de 1915 para informar a Londres de sus necesidades, el primer ministro británico Lloyd George dijo que “nuestros propios requerimientos [en cuanto a armas] son mayores que las de nuestros aliados”, insinuando que los rusos deberían limitar sus demandas.
Los Aliados no empezaron a ayudar a Rusia de forma importante hasta finales de 1915. Sin embargo, el apoyo no siempre fue honesto por su parte. Rusia encargó casi 4 millones de rifles en Estados Unidos, pagándolos en oro a principios de 1917. Entre muchas empresas, sólo Winchester cumplió su compromiso y suministró 300.000 rifles a Rusia. Otras empresas entregaron alrededor del 10% de lo que se había pagado.
El exministro de Defensa, Mijaíl Beliáev, reveló que las empresas estadounidenses aceptaron los pedidos con “una facilidad criminal”, sin tener capacidad de producción para fabricar la cantidad de armas adquirida. También hubo quejas sobre los pedidos realizados en Gran Bretaña: los productos entregados eran de mala calidad y caros.
En febrero de 1917, la parte rusa presentó sus peticiones en términos de suministro de armas a los Aliados. Estos últimos aceptaron entregar un tercio de lo que les pidieron los rusos. Por lo tanto, se podría decir que la ayuda de los Aliados era vital para Rusia, pero fue insuficiente y tuvo algo que ver con el abandono del conflicto por Rusia en marzo de 1918.
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