Al igual que su jefe Iósif Stalin, Lavrenti Beria (1899 - 1953) nació y creció en Georgia. De etnia mingreliana (una pequeña nación estrechamente relacionada con los georgianos), durante la guerra civil rusa (1918-1921) se especializó en operaciones de espionaje y encubiertas para los bolcheviques en el vecino Azerbaiyán. Más tarde, Beria regresó a Georgia para trabajar para la policía secreta soviética, conocida como la Cheka (Comisión Extraordinaria).
Hizo una gran carrera en Georgia: en los años 30, después de que Stalin se deshiciera de los viejos comunistas georgianos, Beria dirigió la república. “Beria no tenía valores, siempre estaba dispuesto a desechar ideología o relaciones personales, y a Stalin le gustaba eso de él”, escribió el historiador Lev Lurie.
Lavrenti Beria con la hija de Stalin, Svetlana.
Dominio públicoAdemás, Beria era un buen gestor. “Durante su gobierno de Georgia, esta república se convirtió en el principal proveedor de té, uvas y cítricos de toda la URSS... la república que estaba entre las más pobres se convirtió en la más próspera”, señaló Lurie.
Beria estableció excelentes relaciones personales con Stalin, quien visitaba Georgia de manera frecuente, durante sus vacaciones. Eso le ayudó mucho: Beria fue uno de los dos únicos jefes de las repúblicas soviéticas (de entre 15) que sobrevivieron a las purgas de 1937. Además, Stalin llevó a Beria a Moscú, nombrándolo jefe de la NKVD, la famosa policía secreta.
En Rusia es común asociar a Beria, el líder más longevo de la NKVD durante la era de Stalin, con represiones masivas. De hecho, fue el predecesor de Beria, Nikolái Yezhov, quien dirigió la policía secreta durante el apogeo del terror, entre 1937 y 1938. En lo que respecta a Stalin, el nombramiento de Beria para dirigir la NKVD fue una forma de reducir el alcance de las ejecuciones.
Lavrenti Beria y Nikolái Yezhov entre otros delegados del XVII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, que se celebró entre el 26 de enero y el 16 de febrero de 1934 en Moscú.
Dominio público“Stalin era un hombre violento pero inteligente, muy consciente del hecho de que más represión llevaría su poder al fracaso”, escribió Sergó Beria, hijo de Lavrenti, en sus memorias. “Necesitaba a un hombre de otro tipo [distinto a Yezhov] para dirigir la NKVD”. La objetividad de Sergó es discutible, pero su padre sí aligeró el uso de la violencia: en 1938 (el último año del mandato de Yezhov como jefe del NKVD), 328.000 personas fueron sentenciadas a muerte en la URSS; en 1939, con Beria a cargo, fueron2.600.
Ciertamente, eso no significa que Beria fuera un liberal de buen corazón: como todos los demás en el gobierno de Stalin, siempre estaba dispuesto a derramar sangre si recibía la orden. Por ejemplo, fue el NKVD de Beria el que terminó con la vida de 14.500 prisioneros de guerra polacos en 1940 (la infame masacre de Katyn).
Stalin apreciaba las habilidades organizativas de Beria lo suficiente como para ponerlo a cargo de la fabricación de armamento, aviones y motores de aviones durante la Segunda Guerra Mundial, lo que se sumó a sus deberes en materia de seguridad del Estado, que incluían tanto la coordinación del trabajo de los espías como las infames deportaciones de grupos étnicos acusados de colaborar con los alemanes: chechenos, tártaros de Crimea, etcétera.
Cuando terminó la guerra, la URSS se enfrentó a nuevos desafíos: la carrera de armamentos nucleares, con Washington estando por delante de Moscú. Stalin no tenía ninguna duda de que podía supervisar el proyecto atómico soviético: Beria encabezó el Comité Especial para la Creación de Armas Nucleares en el menor tiempo posible.
El despiadado ministro pasó el periodo entre 1945 y 1949 proporcionando a los científicos soviéticos todo lo que necesitaban para hacerse con el arma atómica... Ninel Epátova, un ingeniero que trabajó en el proyecto, veía a Beria periódicamente, y recordaría: “Por aquel entonces, Beria siempre parecía exhausto... con ojos rojos, bolsas debajo de ellos... Parecía que no le importaba nada más que el trabajo”.
Explosión de la primera bomba atómica de la URSS, RDS-1, el 29 de agosto de 1949.
Museo de Armas NuclearesEse trabajo consumió a Beria, y el historiador Oleg Jlevniuk escribió esto: “Las pruebas nucleares soviéticas podrían terminar con su triunfo o, en caso de fracaso, con el final de su carrera o incluso de su vida”. Pero las pruebas tuvieron éxito: en 1949, la URSS se convirtió en una potencia nuclear, y Beria estaba entre los que lo hicieron posible.
“La actitud de Stalin hacia Beria era especial. Fue el único de los principales miembros del Partido Comunista que no tuvo un apartamento, sino una mansión en Moscú para él solo”, afirma Lurie. Hoy en día, esta mansión en la calle Málaia Nikítskaia en el centro de Moscú alberga la Embajada de Túnez y... se dice que está embrujada.
Hay leyendas oscuras que rodean a Beria: supuestamente era una especie de maníaco sexual, al que llevaban chicas jóvenes a su casa, las violaba y (a veces) asesinaba, mientras que sus guardias le ayudaban a deshacerse de los cuerpos. Sin embargo, no hay absolutamente ninguna prueba que confirme esta leyenda urbana, y la mayoría de los historiadores suponen que fue la mala publicidad póstuma de Beria la que llevó a la aparición de tales rumores.
Lo que se ha demostrado es que Beria tenía, además de su esposa, otra “no oficial”, Valentina Drozdova, que era una colegiala de 16 años cuando se conocieron en 1949. Sus relaciones duraron hasta la muerte de Beria en 1953. Más tarde, Drozdova afirmó que Beria la violó, pero no está claro si era cierto o si quería distanciarse de legado de este.
Cuando Stalin murió el 5 de marzo de 1953, Beria se convirtió en una de las personas más influyentes de la URSS, formando un “triunvirato” con otros dos líderes: Nikita Jrushchov y Gueorgui Malenkov. En ese sistema de “gobierno colectivo”, Beria estaba a cargo de la seguridad del Estado, lo que, junto con su oscura reputación, hizo que Jrushchov y Malenkov temieran que este armase un posible complot contra ellos.
Gueorgui Malenkov y Lavrenti Beria.
Getty ImagesAsí que decidieron atacar primero. En junio de 1953, Beria fue detenido, denunciado como arquitecto de la represión y espía británico (una acusación inventada) y ejecutado ese mismo año. Beria fue el único jefe de policía secreto de Stalin que sobrevivió a su jefe, pero no por mucho tiempo.
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