El gueto de Minsk era un infierno en la tierra. La ciudad soviética y capital de Bielorrusia estuvo ocupada por los nazis desde julio de 1941 hasta octubre de 1943. Durante todo ese período, casi 100.000 judíos fueron asesinados en el gueto, escribe Leonid Smilovitski, historiador israelí de origen bielorruso. Antes de ser asesinados vivieron en condiciones terribles, separados del resto de la ciudad, como bestias en una jaula.
“Todo en el gueto tenía como objetivo privarnos no solo del sentido de la dignidad sino también de forma humana”, recordaba Mijaíl Treister, uno de los sobrevivientes bielorrusos del Holocausto. “Hambre, frío glacial, trapos, marcas de identificación en la espalda... Sobre todo nos alimentábamos de bollos hechos con piel de patata. Y por cualquier violación de las reglas alemanas nos enfrentamos al único castigo posible: la muerte”.
No solo los judíos soviéticos vivían en esas condiciones. Los alemanes llevaron judíos de toda Europa al gueto de Minsk (así como a los de Varsovia, Leópolis, Łódź y otros) con el objetivo de llevar a cabo su infame “Solución Final”. Así fue como Ilse Stein, de 18 años, una joven judía de Frankfurt, llegó al gueto de Minsk en 1942.
De casualidad, aproximadamente al mismo tiempo, un nuevo oficial alemán llegó para servir en la administración del gueto. Su nombre era Willi Schultz.
“No era antifascista y luchó valientemente en la guerra”, escribió Lev Israelévich. Anteriormente, Schultz estuvo en la Luftwaffe en el frente occidental, pero después de ser herido fue trasladado a Minsk y puesto a cargo de la tala de árboles. “Sin embargo, luchar en el frente es muy diferente a servir en el campo de exterminio”.
Quizá Schultz estuviera descontento con la violencia nazi, pero su encuentro con Stein cambió totalmente su actitud. “Después del pogrom de marzo de 1942, la administración formó nuevos colectivos de trabajo, incluidos los que trabajan en la tala de árboles, para que se encargaran de calentar el edificio de mando”, escribe Smilovitski. Así fue como Schultz conoció a Stein.
Fue una locura, una historia de amor en el gueto, donde docenas de personas eran asesinadas cada noche. Stein lo confesó en el documental La judía y el capitán: “La sangre corría por las calles, era terrible... Si no es hoy, moriremos mañana. Era imposible escapar del horror”.
Sin embargo, sucedió lo más extraño: el capitán nazi se enamoró de la mujer judía y mantuvieron una romántica relación. No está claro si Stein alguna vez lo amó. Su nieto Román Yáblonko escribió en el artículo El destino de Ilse Stein: “A Larisa, su hija, le preguntaron si su madre se acordaba alguna vez de Schultz [después de su muerte]. Ella respondió que Ilse lo odiaba. Todo lo que hizo fue para salvar su vida y la de sus hermanas”.
Aunque Stein fingió tener sentimientos por el capitán, el amor de él era muy real y le causó un gran impacto. “Su amor por Ilse lo cambió completamente”, dijo sobre Schultz un amigo de Stein en el documental. “Se convirtió en una persona diferente”. De hecho, Willi Schultz se convirtió en un saboteador y quizá fuera el único alemán en Minsk que estaba tratando activamente de salvar judíos.
Ilse Stein y Willi Schultz.
Foto de archivoEn una ocasión, en julio de 1942, cuando volvió a estallar otro pogrom en el gueto, Shultz protegió a Stein y a todos los demás trabajadores judíos bajo su mando. Los encerró en el sótano del edificio administrativo, lo que probablemente les salvó la vida. Como lo demostró más tarde su expediente, las autoridades alemanas se dieron cuenta de que Shultz no era fiable. Había notas como “escucha en secreto la radio de Moscú”, “advirtió a tres judíos sobre un pogrom en enero de 1943, salvándoles la vida”. Era una cuestión de tiempo que fuera castigado.
Tal vez Schultz no se dio cuenta de que estaba en peligro, pero sabía que debía salvar a Stein. Los judíos del gueto de Minsk estaban claramente condenados. Antes de abandonar Minsk en 1944, los nazis ejecutaron a todos los habitantes del gueto. Schultz intentó diferentes estrategias para salvarlos: conseguir pasaportes falsos, pasar al frente con la ayuda de otro piloto de la Luftwaffe, pero nada funcionó.
La última oportunidad era huir donde estaban los partisanos soviéticos. Liza Gudkévich, una judía local y amiga de Stein, tenía conexiones con uno de los grupos así que, junto con Schultz y algunos partisanos, planearon una valiente huida.
El 30 de marzo de 1943, bajo el pretexto de descargar vagones, Schultz comandó un camión y un equipo de 25 trabajadores judíos, entre los que estaban Stein y Gudkévich. Cuando salieron de la ciudad y se acercaron a la zona bajo control partisano, Schultz disparó al conductor y se puso a conducir. A pesar de que los alemanes abrieron fuego, las 25 personas consiguieron adentrarse en la seguridad del bosque, afortunadamente.
Sin embargo, la historia tiene un final trágico, al menos para Willi Schultz. Después de pasar medio año con los partisanos soviéticos, convirtiéndose oficialmente en un desertor, fue enviado a Moscú, donde las autoridades lo separaron de Ilse, que para entonces estaba embarazada. Schultz vivía en una escuela del NKVD cerca de Moscú; algunas fuentes afirman que estaba siendo captado para servir como agente encubierto. Pero nunca llegó a serlo, ya que falleció de meningitis el 31 de diciembre de 1944.
Gueto en Minsk.
MAMM/MDFEn cuanto a Stein, sobrevivió casi 50 años más y falleció en 1993. El bebé que tuvo con Schultz murió poco después de nacer, pero ella siguió adelante, aprendió ruso, se casó y se estableció en la ciudad de Rostov del Don, en el sur del país, donde tuvo otros hijos y luego nietos. En comparación con lo que le ocurrió a miles de personas en Minsk, Stein tuvo suerte con su destino, gracias a un oficial de la Luftwaffe.
Estos fueron los ‘Schindlers rusos’ que salvaron a judíos durante el Holocausto.
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