¿Por qué Stalin se reconcilió con la Iglesia ortodoxa rusa?

Global Look Press, Legion Media, Dominio público
Los bolcheviques reprimieron con fuerza a la Iglesia cuando tomaron el poder, pero Stalin, a pesar de toda su crueldad, cambió de criterio. Aquí te contamos las claves de esa historia.

Según la leyenda, Moscú se salvó en 1941 gracias a un milagro. Cuando los nazis se acercaban a la ciudad, al parecer, Stalin ordenó a los poderes de la ortodoxia que se unieran para salvarla. “El milagroso icono de Theotokos de Tijvin sobrevoló sobre Moscú en un avión. Así se salvó la capital”, escribe el periodista ortodoxo, Serguéi Fomín, en su libro Rusia antes de la Segunda Venida.

Se habla de que Stalin visitó a la Santa Matrona de Moscú, que le prometió la victoria.

Lo cierto es que no parece que sea una historia verídica. No hay pruebas de que Stalin, un ateo bolchevique, decidiera recurrir a una medida tan extraña para derrotar al enemigo. Fue la valentía y la habilidad del Ejército Rojo lo que salvó Moscú en diciembre de 1941, no algún tipo de poder superior. Pero las leyendas de este tipo siguen siendo populares. Se habla de que Stalin visitó a la Santa Matrona de Moscú, que le prometió la victoria, o sobre cómo el mandatario rezaba por la derrota de Alemania.

Explosión de la catedral de Cristo Salvador de Moscú, 1931.

Estas leyendas, aunque no sean ciertas, son una muestra del cambio en la política religiosa de Stalin durante la guerra, que sorprendió a la URSS e inspiró una serie de rumores sobre la “ortodoxia secreta” del mandatario. Dos años después de la victoria en la batalla de Moscú, Stalin se reunió con los tres principales jerarcas de la Iglesia ortodoxa rusa y permitió al clero oficiar servicios religiosos, celebrar la Pascua y la Navidad, e incluso prometió devolver a la iglesia algunos de sus monasterios (confiscados después de 1917) y liberar a los sacerdotes encarcelados. Básicamente, volvió a legalizar el cristianismo.

¿Cambio de opinión?

Los tres jerarcas, encabezados por Sergio (Stragorodski), el locum tenens patriarcalentre 1925 y 1943 y jefe de facto de la Iglesia, enviaron una carta de agradecimiento a Stalin que tenía un tono muy servil. “En cada una de tus palabras... sentimos el corazón que arde de amor paternal por todos sus hijos... La Iglesia ortodoxa rusa te venera sintiendo con tu corazón que vive junto con todo el pueblo ruso, por la voluntad de victoria y el deber sagrado de sacrificar cualquier cosa por el bien de la Patria. Que Dios te salve en los años venideros, querido Iósif Vissariónovich”.

Esta alabanza es comprensible ya que antes de 1943, los ortodoxos vivían completamente aterrorizados. Había mucha propaganda antirreligiosa y a lo largo de las represiones de la década de 1930, al menos 100.000 personas fueron ejecutadas por casos relacionados con la Iglesia. Ser cristiano ortodoxo (o creyente de cualquier otro tipo) en un país que solo adoraba al comunismo significaba vivir bajo una amenaza.

Es importante recordar que “el querido Iósif Vissariónovich” estaba entre los que llevaron a cabo las represiones contra la Iglesia. El sacerdote Job Gumerov comentó la leyenda de Stalin ordenando que un icono sobrevolara Moscú: “Cualquier intento de presentar al cruel perseguidor como un cristiano fiel es peligroso y solo puede causar daño”. De hecho, Stalin no era cristiano, así que ¿por qué cambió su política hacia la ortodoxia?

Enfoque pragmático

Stalin, un líder cínico e inteligente, no experimentó ninguna epifanía, sino que simplemente sabía que para ganar la guerra era importante tomarse con calma las cuestiones relacionadas con la Iglesia ortodoxa. Muchos ciudadanos soviéticos seguían siendo secretamente religiosos (lo que no estaba directamente prohibido), por lo que la “legalización” de la ortodoxia ayudó a mantener unida a la nación durante la guerra, algo que resultaba crucial.

Además, los Aliados presionaban a Stalin para que aflojara su control sobre los religiosos: la opresión de los fieles era mala publicidad a nivel internacional. Por otro lado, en 1943, el Ejército Rojo estaba recuperando las tierras soviéticas anteriormente ocupadas por los alemanes. Los ocupantes, tratando de obtener el apoyo de la gente, habían reabierto iglesias cerradas por los bolcheviques y habría sido extraño que los liberadores las hubieran vuelto a cerrar.

Stalin lo entendió y actuó en consecuencia. Su biógrafo, el historiador Oleg Jlevniuk, escribió: “Pasar del enfoque iconoclasta de los años 20 y 30, de las represiones masivas contra sacerdotes y creyentes a la reconciliación fue un paso ilustrativo y práctico. El cambio en la política soviética hacia la religión debe ser considerado dentro del contexto del fomento del patriotismo ruso”.

Stalin cumplió su promesa a los jerarcas de la Iglesia: en 1943 celebraron la primera elección de un patriarca en 20 años, ganada por Sergio. A cambio de lealtad y apoyo a las autoridades, Stalin dejó en paz a la Iglesia ortodoxa. Eso sí, el Estado seguía siendo ateo, pero los sacerdotes ya no eran encarcelados ni asesinados. La siguiente ola de represión contra la Iglesia tuvo lugar durante el gobierno de Nikita Jrushchov, en la década de 1960, pero fue mucho menos sangrienta.

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