En uno de los dos barcos que zarparon en 1937, con 1.500 niños españoles a bordo que habían llegado a Leningrado desde Valencia, viajaba el vasco Agustín Gómez, de 14 años.
Agustín Pagola Gómez nació el 18 de noviembre de 1922 en Rentería, Guipúzcoa. Incluso antes de la evacuación a la Unión Soviética, Agustín demostró su talento y había debutado en el equipo juvenil provincial a los trece años; más tarde se convirtió en su capitán. Después de la emigración, Gómez siguió jugando al fútbol, ya en el equipo Casa de la Juventud Española, según cuenta Sports.ru.
Pronto Agustín Gómez fue invitado a jugar en el Krília Sovétov de Moscú.
Después de hacer dos grandes temporadas con este equipo, los clubes más importantes de la capital se fijaron en el futbolista vasco. Así, en 1947 Agustín fue transferido al Torpedo de Moscú. Gómez se ganó inmediatamente el respeto de los socios. Pronto fue reconocido como uno de los mejores defensores nacionales. En el Torpedo, Agustín era considerado prácticamente el segundo portero ya que a menudo estaba en la última línea frente a la portería.
En 1952 el Torpedo le ganó al Spartak en la final de la Copa de la URSS, y la actuación de Gómez impresionó a los funcionario deportivos. Ese mismo año, el español de 30 años, que ya tenía la nacionalidad soviética, recibió el título de Maestro del Deporte de Honor.
En esos mismos años, la política de repatriación se intensificó en la URSS. Los representantes de los partidos comunistas en los países de emigración lanzaron una activa campaña para el retorno de los españoles a su patria. Muchos regresaron, pero otros se negaron, ya que habían encontrado un hogar en la Unión Soviética. También había quienes, a su regreso, esperaban introducir muchos cambios en el país del régimen franquista. Agustín era uno de ellos.
En 1954, Gómez no había jugado ningún partido en la Unión Soviética. El motivo no habían sido sus lesiones, sino sus viajes ilegales a España como activista comunista. Con dos títulos universitarios, Gómez se convirtió en la mano derecha de Dolores Ibarruri: fue el hombre que ella envió a liderar el movimiento antifranquista en su tierra.
Sólo más tarde se supo que poco antes del final de la Gran Guerra Patria Agustín había sido reclutado por el NKVD. A partir de ese momento, el español compaginó su labor en el Torpedo con el trabajo de inteligencia como agente del KGB.
El trabajo clandestino se volvió cada vez más importante para Gómez. En 1956, él y su familia regresaron a España. Al volver a su patria, Gómez firmó un contrato con el Atlético, pero la afición nunca le recibió bien: inmediatamente después de su debut le lanzaron naranjas. Era difícil ser un ídolo siendo comunista bajo el régimen de Franco, pero Gómez no dejó el fútbol. Al final de su carrera entrenó al Tolas, al Real Irún y al equipo juvenil de la provincia de Guipúzcoa.
Como es fácil adivinar, Agustín regresó a España con un propósito completamente diferente. Rápidamente se ganó la autoridad y el afecto en su región vasca natal. A pesar de la intensa vigilancia policial, Gómez se convirtió en líder de los comunistas en la provincia de Guipúzcoa y luego en el País Vasco.
Agustín fue detenido en San Sebastián en febrero de 1960 y torturado en comisaría.
Varias semanas de torturas e interrogatorios no dieron ningún resultado. Gómez guardó silencio. Fue encarcelado en la prisión de San Sebastián y luego trasladado a la prisión de Carabanchel. En muchos países, especialmente en la Unión Soviética, la gente salió en defensa de Agustín. Hubo concentraciones en los talleres de la fábrica Lijachov bajo el lema “¡Libertad para Agustín Gómez!” Finalmente, Gómez fue liberado.
Inmediatamente después empezó a trabajar de forma ilegal. Fue elegido miembro del Comité Central del PCE y luego miembro de su comité ejecutivo. Entonces, el espía del Estado Mayor fue convocado de nuevo a Moscú y, tras recibir una serie de instrucciones y documentos falsificados, se fue a América Latina durante muchos años.
En noviembre de 1975, Agustín Gómez murió en Moscú. Los efectos de las graves lesiones en la cabeza sufridas durante los interrogatorios y las torturas habían socavado su salud.
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