Rusia ha elegido “Unclenching the Fists” (“Abriendo los puños”) para participar en los Óscar de 2022 en la categoría de “Mejor Película Extranjera”. La película está llena de suspense, desesperación y devastación.
1. Muestra el problema universal de la sobreprotección
Zaur, de mediana edad, es un padre muy controlador que exige una obediencia total y está encima de sus hijos las 24 horas del día. Tiene tres hijos mayores que se ven obligados a adaptarse a la eterna sobreprotección de su padre. La familia patriarcal vive en la aldea de Mizur, en lo alto de las montañas de la región rusa Osetia del Norte, donde, durante generaciones, los jóvenes han obedecido a los mayores y las mujeres a los hombres. Pero los tiempos cambian y también las personas y su visión del mundo. Así que, en cuanto tiene la oportunidad, el hijo mayor de Zaur, Akim, huye de su casa a la gran ciudad más cercana, Rostov del Don, para buscar trabajo. Su hermano menor, Dakko, es todavía un adolescente despreocupado, al que su padre no permite ir a la escuela. Pero es la encantadora hija de Zaur, Ada, quien vive una vida frágil, llena de ansiedad y miedo. Su lugar está en el hogar, como dice el refrán, con la rutina doméstica como único horizonte de responsabilidad. El amor asfixiante de su padre, un fanático del control que encierra a sus dos hijos y prohíbe a Ada llevar el pelo largo, por no hablar de un perfume, es literalmente perjudicial. Ada trabaja como vendedora en una pequeña tienda, pero Zaur oculta su pasaporte para que su hija se quede con él a cualquier precio. Ni siquiera quiere que la pobre criatura se someta a una cirugía muy necesaria (Ada tiene problemas con el control de la vejiga y sufre una vergüenza constante). Sólo podemos adivinar por qué su padre se opone a la cirugía, por puro egoísmo o, tal vez, porque el procedimiento médico se considera demasiado íntimo para una joven soltera en el Cáucaso.
Al contrario que Mefistófeles, el tirano padre de Ada es “parte de ese poder que eternamente quiere el bien y eternamente obra el mal” y, sin embargo, el compasivo corazón de Ada sigue atado a ese hombre autoritario. Lo que experimenta Ada se acerca al síndrome de Estocolmo. Sus problemas internos y sus miedos son tan profundos que incluso la mera perspectiva de una eventual libertad la horroriza.
2. Tiene como protagonista a la superviviente de un atentado terrorista
Mientras Ada hace planes para escapar del férreo control de su padre, descubrimos que su familia se trasladó a Mizur tras el asedio a la escuela de Beslán. Resulta que Ada es una superviviente del horrible ataque, con cicatrices por todo el cuerpo. El ataque terrorista más sangriento de la historia de Rusia tuvo lugar en Beslán, una pequeña ciudad de Osetia del Norte, en septiembre de 2004, y se cobró la vida de más de 330 personas, entre ellas 186 niños. La película de Kira Kovalenko hace un gran trabajo al mostrar un personaje cuyas cicatrices físicas y mentales de la tragedia nunca se curarán.
3. Está protagonizada por actores no profesionales y rodada en lengua osetia
Es sabido que Rusia es un país multicultural, poblado por pueblos de más de 190 etnias. En todo el país se utilizan más de 100 lenguas y dialectos. Para resaltar esa diversidad, Kira Kovalenko decidió nadar a contracorriente y hacer una película rusa en lengua osetia. Además, Kovalenko, que es muy exigente en el plató, quería aportar una autenticidad absoluta a las escenas, por lo que recurrió principalmente a actores no profesionales. De hecho, los dos hermanos de Ada están interpretados (brillantemente) por jóvenes que no tienen ningún tipo de experiencia en la interpretación. Ada (Milana Aguzarova) y su autoritario padre (Alik Karaev) son los únicos actores con formación profesional, cuyo talento está fuera de toda duda.
4. Dirigida por una prometedora cineasta
Kira Kovalenko, de 31 años, es una antigua alumna del veterano director Alexánder Sokúrov, que recibió un premio a la trayectoria de la Academia de Cine Europeo en 2017.
Con su pelo pelirrojo y su impresionante aspecto, Kira Kovalenko podría haberse convertido en una sirena de la gran pantalla. Sin embargo, como rebelde de corazón, eligió un camino diferente y difícil. Nació en la ciudad de Nalchik, capital de Kabardino-Balkaria, en la región rusa del Cáucaso Norte, y nunca planeó convertirse en directora de cine. Kira llegó a Moscú para trabajar como diseñadora web, pero pronto se dio cuenta de que el diseño no era lo suyo. Así que volvió a Nalchik y se matriculó en los cursos de cine de Sokúrov, uno de los cineastas más importantes de la actualidad. Allí se fomentó su amor por el cine.
Al igual que otro famoso alumno de Sokúrov, Kantemir Balagov (que recientemente ha terminado de trabajar en el episodio piloto de la adaptación de HBO del videojuego de supervivencia The Last of Us), Kovalenko tiene ojo para los personajes poco convencionales y oído para los temas delicados. Unclenching the Fists es su segundo largometraje, después de Sofichka, de 2016, rodado en lengua abjasa y basado en el libro de Fazil Iskander.
5. Elogios de la crítica y en festivales
Producida por Alexánder Rodnianski, uno de los principales actores de la industria cinematográfica rusa, Unclenching the Fists tuvo su estreno mundial en el prestigioso Festival de Cannes de 2021. La pequeña película con un atractivo amplio y universal recibió buenas críticas y se convirtió en la primera película rusa de la historia en ganar el Gran Premio del programa 'Un Certain Regard' en Cannes.
La película de Kovalenko se exhibió durante la 59ª edición del Festival de Cine de Nueva York, junto con películas de directores de peso como Todd Haynes, Bruno Dumont y Paul Verhoeven.
Unclenching the Fists también fue presentada por Rusia en el 46º Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) y en el 69º Festival de Cine de San Sebastián.
Abordando la falta de libertad y la codependencia, Unclenching the Fists no pretende entretener, sino que sumerge a los espectadores en la asfixiante atmósfera de la desesperación. ¿Para qué, se preguntan? Para abogar por los más vulnerables, quizás. El estilo de narración desenfadado de Kovalenko, funciona tanto a nivel emocional como espiritual, haciendo que los temas delicados sean accesibles para el público, esté donde esté. La joven directora cuenta su historia sin una pizca de moralina y sólo por eso merece un gran agradecimiento.
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