El faro de Aniva es uno de los más inaccesibles de Rusia. Durante años, advirtió a los barcos de la peligrosa costa del rocoso cabo de Aniva, en el mar de Ojotsk. Hoy está abandonado, pero sigue siendo una atracción turística muy popular.
Un proyecto japonés
En el Lejano Oriente ruso, en la isla más grande de Rusia, Sajalín, hay un faro de una belleza inigualable. La torre abandonada tiene una larga historia.
Antes de que los japoneses fueran expulsados de la isla de Sajalín por los rusos en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, habían conseguido erigir un faro en uno de los lugares más inaccesibles de la isla: el Cabo Aniva.
Un ingeniero japonés llamado Shinobu Miura diseñó el proyecto. La construcción comenzó en 1937 y duró dos años. En 1939, el faro de Aniva se erigió en el cabo rocoso de Aniva, de difícil acceso. Los japoneses llamaron al faro Nakashiretoko.
El faro era necesario, porque las aguas de este rincón del mundo eran una trampa mortal para los barcos: las corrientes submarinas, la niebla frecuente y los bancos de roca amenazaban con destruir los barcos que se acercaban al cabo.
Una leyenda cuenta que, cuando los constructores japoneses terminaron el proyecto, una copia a escala del faro fue presentada al emperador japonés.
El interior del faro
El faro de Aniva está formado por una torre de hormigón de forma redonda con una caseta inferior. La torre tiene 31 metros de altura y nueve pisos. Inicialmente, la primera planta se diseñó como almacén de equipos y la segunda como sala de radiocomunicación.
Los pisos del tercero al quinto se destinaron a viviendas, con literas, donde podían residir hasta 12 personas al mismo tiempo. Los niveles superiores del faro se utilizaban como almacenes. Por último, en el último piso estaba la luz y un mecanismo de rotación accionado mecánicamente con un peso de 270 kilos, que recorría la parte central de la torre.
La luz que producía era visible hasta 19 millas náuticas (35 km) de distancia.
Abandono
En 1990, Rusia retiró al personal del faro, pasándolo a un modo de funcionamiento automático. El faro estaba equipado con generadores termoeléctricos de radioisótopos que lo alimentaron hasta 2006. Sin embargo, hoy en día la estructura se encuentra sin uso y abandonada.
"El faro está en condiciones satisfactorias por ahora. Todavía se puede visitar, pero pronto puede resultar peligroso, ya que hay partes que han empezado a deteriorarse. Aunque la torre es de hormigón, algunas partes de la mampostería, las puertas y las estructuras metálicas han empezado a oxidarse gravemente", explica Dmitri Kulikov, que presta servicios de viajes en el Extremo Oriente ruso.
A pesar de las malas condiciones, el emblemático faro atrae a hordas de visitantes, que acuden a él para disfrutar de unas vistas impresionantes, de fotos pintorescas y de un subidón de adrenalina.
Hay un viaje de una hora y media desde el asentamiento más cercano y, además, un viaje en barco de dos horas para llegar al Cabo Aniva. Después, los visitantes tienen que escalar una roca con cuerdas para acercarse a la base del faro. No hay ningún otro camino fácil que lleve hasta allí. Sin embargo, a los que se atreven les espera una recompensa.
"Cuando los turistas llegan allí por primera vez, siempre les produce un "efecto sorpresa". El faro tiene un aspecto épico: escarpado, inflexible, se alza en medio del mar y sobresale de un acantilado escarpado. Ahora es completamente gris, pero, si se mira de cerca, se puede ver que antes estaba coloreado a rayas. Transmite una impresión de total abandono. Las gaviotas anidan en él", dice Kulikov.
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