La relación política ruso-británica ha sufrido muchos altibajos desde que comenzó en el siglo XVI. Sin embargo, este incidente ha sido el enfrentamiento diplomático más agudo entre la URSS y Gran Bretaña, y todo fue causado por un documento falso.
A mediados de la década de 1920 quedó claro que la Unión Soviética había llegado para quedarse, por lo que el temor a que la revolución socialista se extendiera por todo el mundo era un tema candente. La Internacional Comunista declaró que la revolución mundial era su principal objetivo, y los gobiernos europeos estaban al acecho de los espías comunistas.
En 1924, el comunista y periodista escocés John Campbell publicó una carta abierta al ejército británico en la que pedía a los soldados que desobedecieran al gobierno en caso de guerra y estuvieran preparados para derrocar al régimen. La carta causó revuelo: el gobierno laborista arrestó primero a Campbell, pero luego se retractó y lo dejó en libertad. La izquierda se enfureció con la decisión de encarcelar a Campbell, mientras que los conservadores detestaban al gabinete por retirar los cargos. Los conservadores expresaron su falta de confianza en el gobierno y se anunciaron elecciones generales para el 29 de octubre.
Esto ocurrió justo cuando la URSS y Gran Bretaña habían firmado un importante acuerdo comercial, pero aún no lo habían ratificado. La crisis de gobierno lo dejó en suspenso.
Winston Churchill, entonces aspirante a político tory, fue más que elocuente al expresar su desdén ante la perspectiva de amistad con los soviéticos, que querían pedir dinero prestado a Gran Bretaña para reconstruir su destrozada economía. El problema era que el gobierno soviético no quería pagar las deudas del gobierno zarista, así que los comunistas tuvieron que encontrar un compromiso. También comprendieron que si el gobierno laborista dimitía, las relaciones entre el Reino Unido y la URSS empeorarían rápidamente.
Grigori Zinóviev
Global Look PressCinco días antes de las elecciones generales, el Daily Mail publicó una carta supuestamente de Grigori Zinóviev (1883 - 1936), que en ese momento era uno de los tres máximos responsables soviéticos (junto con Kámenev y Stalin), así como jefe de la Internacional Comunista (Komintern).
La carta instaba a los comunistas británicos a intensificar la actividad subversiva: "La Sección Militar del Partido Comunista Británico, por lo que sabemos, sigue adoleciendo de una falta de especialistas, los futuros directores del Ejército Rojo Británico. Es hora de que piensen en formar un grupo de este tipo, que junto con los dirigentes, pueda ser... el cerebro de la organización militar del Partido".
La carta fue enviada al MI-6 por un espía residente en Riga el 2 de octubre, y la carta adjunta decía que "la autenticidad del documento es incuestionable". Más tarde se descubrió que se trataba de un hábil engaño. La agencia de inteligencia no se había molestado en comprobar nada: el contenido de la carta era tan impactante que el MI-6 lo envió inmediatamente a todas las agencias gubernamentales y militares. ¡Suenen la alarma! ¡Vienen los soviéticos!
Christian Rakovski
National Library of Norway/WikipediaEl mismo día, el jefe del Departamento Norte del Ministerio de Asuntos Exteriores, Don Gregory, presentó una nota de protesta a Christian Rakovski, el encargado de negocios soviético en Londres. La nota decía que el gobierno británico consideraba la carta como una interferencia directa en los asuntos internos británicos. Desconcertado, Rakovski envió un telegrama a Moscú para preguntar cómo debía responder.
Zinóviev negó firmemente haber escrito la carta. Naturalmente, habría sido un movimiento ilógico arruinar las relaciones diplomáticas con Gran Bretaña cuando la URSS necesitaba tan desesperadamente un préstamo. La inteligencia británica, que vigilaba toda la correspondencia clasificada soviética, sabía sin duda que la carta era falsa. El MI-6 se enteró de que los propios soviéticos estaban buscando a la persona que la escribió, prometiéndole "seguridad e inmunidad". Pero, ¿llegó tal documento a manos del Daily Mail?
Cuando Don Gregory entregó una nota de protesta a Rakovski, lo hizo antes de obtener el permiso del Primer Ministro Ramsay MacDonald. En ese momento, Gregory tenía problemas de dinero, pero los historiadores británicos se dieron cuenta de que después de la publicación su chequera se engrosó. Parece que vendió la carta a los periodistas, o tal vez a los tories, que se beneficiaron de la caída del gobierno de MacDonald.
Lo que es aún más escandaloso es que la carta era una evidente falsificación. Parece que ni el espía británico en Riga ni el cuartel general del MI-6 la revisaron. Además de la firma de Zinóviev, la carta estaba firmada por el comunista escocés Arthur MacManus y Otto Kuusinen, otro jefe de la Komintern. Si algún diplomático británico de alto rango hubiera visto el original, se habría dado cuenta de que era una falsificación: Kuusinen firmaba todo usando su patronímico, y éste sólo estaba firmado "O. Kuusinen".
Después de las elecciones, el gobierno laborista fue sustituido por uno tory, pero la tormenta provocada por la carta debía calmarse para los intereses mutuos de ambos países. Así que los soviéticos hicieron algo impensable: en noviembre de 1924, dejaron que un grupo de trabajadores británicos revisara el material clasificado de la Komintern.
"Durante tres días y tres noches", cuenta Aino Kuusinen, esposa de Otto, "se sacaron de los archivos los documentos más peligrosos y comprometedores, especialmente las instrucciones clasificadas para el Partido Comunista Británico. Incluso el libro de registro de documentos fue falsificado".
Aunque los trabajadores británicos no lo vieron todo, sí lo suficiente como para retirar sus cargos. El conflicto se resolvió, aunque el malogrado acuerdo comercial no fue finalmente ratificado por el nuevo gobierno de Stanley Baldwin. La única pregunta que quedaba era: ¿Quién escribió la carta?
Robin Cook
Global Look PressEn 1998, el político laborista británico Robin Cook encargó a los historiadores del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth que prepararan un memorando histórico sobre la carta de Zinóviev, basándose en documentos de archivo. En 1999, la historiadora Gill Bennett, que trabajó en los archivos rusos y británicos sobre el asunto, presentó su informe que demostraba que la carta era falsa, pero no respondía de forma concluyente quién la había escrito, y sólo hacía suposiciones. Es muy probable que la escribieran emigrantes blancos que tenían estrechos vínculos con los agentes de la inteligencia británica. De hecho, muchos se ganaban la vida falsificando documentos soviéticos.
En 2011, el historiador Jonathan Pile atribuyó la carta falsa a George Ball, un antiguo oficial del MI5. En 2017, el gobierno británico admitió que había "extraviado" la carta, sin indicar si se habían hecho o no copias del original.
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