En los años 30, la aviación de largo alcance se desarrollaba rápidamente en la Unión Soviética. En 1938, tres mujeres formaron una tripulación que pretendía batir un récord de vuelo. Pero el camino hacia la gloria les costó caro.
Inmediatamente después de que la tripulación, dirigida por el legendario piloto soviético Valeri Chkálov, realizara con éxito el primer vuelo sin escalas desde la URSS a los Estados Unidos a través del Polo Norte, las mujeres piloto soviéticas apelaron a Stalin para que les permitiera establecer otro récord. Le pidieron que les permitiera volar de Moscú a Estados Unidos a través del Polo Norte. El propósito proclamado del vuelo era establecer un récord internacional de mujeres para el vuelo más largo.
Los dirigentes soviéticos aprovecharon la oportunidad y aprobaron el audaz plan de las pilotos. Sin embargo, cambiaron su destino. En lugar de los Estados Unidos, la tripulación femenina volaría al Extremo Oriente soviético.
El bombardero bimotor soviético de largo alcance Túpolev ANT-37, apodado ‘Ródina’
Dominio públicoEl tipo de avión y la alineación de la tripulación se confirmaron en agosto de 1937. El avión elegido fue el bombardero bimotor soviético de largo alcance Túpolev ANT-37, apodado ‘Ródina’. La tripulación estaba formada por tres mujeres jóvenes.
Valentina Grizodúbova, de 27 años, fue aprobada como comandante del avión. A pesar de su juventud, Grizodúbova se había consolidado como una piloto experimentada. Alistada en las Fuerzas Aéreas del Ejército Rojo en 1936, realizó múltiples vuelos que batieron récords de velocidad y altitud. Y lo que es más importante, también tenía en su haber un vuelo de larga distancia. A la hora de establecer otro récord mundial, las autoridades soviéticas apostaron por Grizodúbova.
La piloto soviética con experiencia en vuelos de largo alcance, Valetina Grizodúbova
Dominio públicoPolina Osipenko, de 30 años, fue elegida como copiloto de Grizodúbova y segundo miembro de la tripulación. Osipenko se abrió camino en la aviación contra todo pronóstico. Criada en una familia de campesinos, la joven Osipenko no recibió una educación adecuada y apenas sabía leer y escribir. Una vez vio un avión y se propuso ser piloto. Se presentó a una escuela de aviación en Kacha, cerca de Sebastopol, pero no superó los exámenes de ingreso.
Polina Osipenko
Dominio públicoEn lugar de abandonar su sueño, Osipenko aceptó un trabajo de camarera en una cantina frecuentada por pilotos. Al cabo de un tiempo, la mujer escribió una carta al Comisario del Pueblo para la Defensa, Kliment Voroshílov, en la que le pedía que la dejara estudiar el oficio de la aviación junto con otros pilotos. Sorprendentemente, la petición fue concedida.
Osipenko fue admitida en la Escuela Militar de Aviación de Kacha, donde se graduó con éxito en 1932. Al enterarse de que se iba a batir el récord de vuelo, Osipenko aceptó el puesto menos prestigioso de copiloto con la esperanza de pasar a formar parte de la historia de la aviación soviética.
Marina Raskova
Dominio públicoEl último miembro de la tripulación, en calidad de navegante, sería Marina Raskova. Esta mujer de 27 años aprendió a volar cuando trabajaba como delineante en el Departamento de Aeronáutica de la Academia de Ingeniería de la Fuerza Aérea de Zhukovski. En secreto, también estuvo en las filas del NKVD, el ministerio del interior en los primeros años de la Unión Soviética. A pesar de las objeciones del jefe de la tripulación, que dudaba de que Raskova estuviera lo suficientemente cualificada para la empresa, la mujer fue aprobada como navegante para el próximo vuelo y como último miembro de la tripulación.
El día del histórico vuelo comenzaron los problemas en la pista donde el bombardero bimotor de largo alcance Túpolev ANT-37 esperaba a los miembros de la tripulación.
Héroes de la Unión Soviética, mujeres piloto (de izquierda a derecha): Valentina Grizodúbova, Polina Osipenko y Marina Raskova
Evgueni Leónov/SputnikEl avión estaba hecho con paneles de plata brillante con estrellas rojas pintadas en la superficie inferior de las alas y el fuselaje y una gran inscripción que decía ‘Ródina’ (se traduce como ‘Patria’). El avión llevaba a bordo un suministro de emergencia de alimentos que podía utilizarse en caso de un aterrizaje forzoso en tierras despobladas del Lejano Oriente ruso. Los miembros de la tripulación también disponían de armas, munición y una pistola de bengalas.
El avión despegó a las 8:16 de la mañana del 24 de septiembre de 1938 de un aeródromo cercano a Shchiólkovo, en la región de Moscú.
“Los problemas comenzaron casi inmediatamente después del despegue. Aproximadamente después de 150 kilómetros, el avión entró en las nubes y no vimos tierra hasta el aterrizaje. Sin embargo, lo más desagradable e inesperado fue que pronto todos los equipos de radio de a bordo (tanto de recepción como de transmisión) fallaron. Mientras que Polina Osipenko era una piloto de alto nivel, Marina Raskova, como navegante, no tenía ninguna formación especial y sólo había pasado unas 30 horas en el aire. No tenía la menor idea de cómo volar en condiciones extremas, especialmente de noche”, dijo Grizodúbova más tarde.
De izquierda a derecha: Polina Osipenko, Valentina Grizodúbova y Marina Raskova.
Dominio públicoAlgunos investigadores del incidente creen que la tripulación descubrió el fallo del equipo de radio antes del despegue. Según esta teoría no confirmada, Grizodúbova ordenó el despegue sin informar del problema, porque temía que la misión fuera cancelada en caso contrario.
En cualquier caso, la tripulación tuvo que navegar hacia su destino en la oscuridad. “Mi mayor temor era inclinarme demasiado hacia la derecha y cruzar la frontera estatal [con China]. Entonces nada nos habría salvado”, dijo más tarde la jefa de la tripulación.
A pesar de todo, la tripulación consiguió mantener el rumbo correcto. Las nubes se dispersaron, el horizonte se iluminó y las mujeres vieron la bahía de Tugur en el mar de Ojotsk. Se alcanzó el destino final del vuelo, pero había un problema: la luz del combustible en el tablero de instrumentos parpadeaba, señalando que sólo había suficiente combustible para 30 minutos más en el aire.
Así pues, la capitana decidió realizar un aterrizaje de emergencia en los vastos pantanos de abajo. Grizodúbova ordenó a Raskova que saltara con un paracaídas, porque temía que sus posibilidades de sobrevivir durante un aterrizaje forzoso eran escasas, ya que creía que su ubicación particular en la cabina era vulnerable a un impacto.
Grizodúbova describió posteriormente el aterrizaje: “Los motores están apagados, todos los sistemas están desconectados, estábamos planeando un aterrizaje. Pude ver claramente que estábamos aterrizando en un pantano. Apreté mi mano izquierda contra el costado y esperé el impacto. Aterrizamos sin problemas. No se rompió ni una sola ventana. Llegué al suelo temblorosa y tambaleante. El silencio era total. Miré mi reloj: 10.45 hora de Moscú, 25 de septiembre...”
La misión de búsqueda y rescate comenzó tan pronto como expiró el tiempo de vuelo estimado. Se movilizaron varios aviones y cientos de exploradores locales para localizar el avión y la tripulación. La búsqueda abarcó una amplia zona entre el puerto de Ayán, en el mar de Ojotsk, y Jabárovsk.
El avión fue encontrado el noveno día de la misión de búsqueda y rescate.
Un piloto que vio el avión por primera vez describió el momento:
“Conocía bien el Lejano Oriente. He volado allí en muchas rutas. La escarpada orilla occidental del río Amur está cubierta de ciénagas intransitables. La zona alrededor del río Amgún es pantanosa, pero es más conveniente para el aterrizaje, porque hay menos agua. Por lo tanto, comprobé estos lugares con especial cuidado. Después de dos horas de búsqueda, me di cuenta de un lugar con una configuración que cambiaba continuamente. Bajé de 700 a 50 metros. En aquel sitio conseguí ver un avión bimotor. Cerca de él, dos personas agitaban el dosel de su paracaídas desplegado en un esfuerzo por llamar mi atención. Dudé de haber encontrado el ‘Rэщdina’, porque su tripulación estaba formada por tres personas. Y no pude ver el nombre del avión. Descendí en picado, pero seguía sin entender nada. Más tarde supimos que la palabra ‘Patria’ estaba escrita en la parte inferior de las alas y en los laterales del fuselaje, por lo que era imposible verla desde arriba”.
Marina Raskova, que había saltado con un paracaídas antes de aterrizar, no llegó al lugar del aterrizaje de emergencia hasta el 6 de octubre, después de haber vagado milagrosamente durante diez días por los pantanos.
Como se supo después, el avión quedó intacto, a pesar del aterrizaje forzoso. El 2 de noviembre de 1938, Grizodúbova, Osipenko y Raskova se convirtieron en una de las primeras mujeres a las que se les concedió el título de Héroes de la Unión Soviética, el más alto honor de la URSS.
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