Andréi Sájarov fue un destacado físico que combinaba inteligencia e intuición. Se graduó en el departamento de física de la Universidad Estatal de Moscú y, con tan solo 32 años, fue aceptado en la Academia de Ciencias. A diferencia de la mayoría de sus compañeros, no se afilió al Partido Comunista.
Entre los hitos de su carrera científica destaca su contribución a la creación de la bomba de hidrógeno soviética, en la década de 50. Recibió entonces premios por su contribución al trabajo socialista. Conviene recordar que en la URSS los físicos atómicos vivían, en muchas ocasiones, en ciudades secretas y que gozaban de más libertad individual que otras personas de la sociedad soviética.
A finales de la década de 1950, Sájarov se involucró en la defensa de los derechos humanos. Publicó varios artículos sobre los efectos nocivos de la radiactividad de las explosiones nucleares sobre la herencia y, en consecuencia, sobre la esperanza de vida media.
En 1961, Sájarov pidió a Nikita Jrushchov que detuviera las pruebas de armas nucleares. El líder soviético le respondió que los científicos debían conocer su lugar y mantenerse al margen de la política. Desde entonces fue un firme defensor de los derechos humanos.
Condenó la carrera armamentística nuclear y abogó por la reducción de las armas nucleares e instaba a la cooperación entre la Unión Soviética y EE UU. Creía que la colaboración de ambas partes podía poner freno a la amenaza mundial del hambre, la superpoblación y la contaminación ambiental. Tras la publicación del texto Reflexiones sobre el progreso, la coexistencia pacífica y la libertad intelectual, que circuló en la URSS con copias clandestinas, acabó perdiendo su puesto como destacado científico.
En 1970, cofundó el Comité de Derechos Humanos de Moscú. El científico se pronunció por la abolición de la pena de muerte, por el derecho a emigrar y contra el tratamiento obligatorio de los disidentes en los hospitales psiquiátricos.
En 1975 le concedieron el Premio Nobel de la Paz. El tribunal sueco consideró que “luchó sin concesiones y con una fuerza incansable contra el abuso de poder y todas las formas de violación de la dignidad humana”.
Su oposición a la guerra de Afganistán provocó un largo exilio en Gorki, donde estaba vigilado de cerca por el KGB y no tenía libertad de movimiento. Se convirtió en un símbolo de la disidencia soviética.
No fue hasta la llegada de Gorbachov al poder en 1986, que pudo volver a Moscú. El mandatario soviéitco lo llamó personalmente y le comunicó que lo liberaban de su exilio. El regreso de Sájarov marcó un cambio de actitud hacia los disidentes en la Unión Soviética.
Poco después y para sorpresa de muchos, Sájarov fue elegido miembro del recién creado Congreso de los Diputados del Pueblo. Falleció de un ataque al corazón el 14 de diciembre de 1989, a los 68 años. Decenas de miles de ciudadanos soviéticos acudieron a su funeral.
Por su parte, en honor a su figura, el Parlamento Europeo concede el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia. Concedido por primera vez en 1988 a Nelson Mandela y Anatoli Marchenko, es el máximo homenaje rendido por la Unión Europea a la labor en el ámbito de los derechos humanos.
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