En 1839, Alejandro era aún Gran Duque y todavía no era emperador. Acababa de cumplir 21 años y se dedicaba a viajar por Europa en busca de novia.
Visitó Londres, donde le presentaron a Victoria, de 20 años. En ese momento llevaba sólo dos años como reina de Gran Bretaña.
Reina Victoria de Inglaterra, 1844-1845, Franz Xaver Winterhalter
Royal Collection/Dominio públicoEl ayudante de Alejandro, el coronel Semión Yurievich, escribió: "Al día siguiente, después del baile, el heredero sólo hablaba de la reina... y estoy seguro de que a ella también le pareció agradable su compañía". Un par de días después también anotó en su diario: "El zarévich me confesó que está enamorado de la reina y que está convencido de que ella comparte sus sentimientos..."
Pronto la simpatía mutua de los dos jóvenes fue evidente para todos. Bastante alarmado, el entorno de Victoria se aseguró de que durante el resto de la visita de Alejandro ella se trasladara al castillo de Windsor, lejos del Gran Duque ruso.
Esto imposibilitó el desarrollo de su relación. Ambas familias reinantes no podían aceptar las condiciones implícitas de ese posible matrimonio. Victoria tuvo que buscar un cónyuge que pudiera convertirse en rey consorte, lo que no sería aceptable para los Romanov. Mientras tanto, el trono ruso esperaba a Alejandro, por lo que éste necesitaba una novia que estuviera dispuesta a aceptar el cristianismo ortodoxo y trasladarse a San Petersburgo. La corte británica nunca lo aceptaría.
Retrato del Gran Príncipe Alejandro, 1840, Franz Krüger
Museo del Hermitage/Dominio públicoSin embargo, antes de la partida de Alejandro, Victoria consiguió verle. Esto es lo que escribió en su diario sobre el encuentro:
"Estaba pálido y le temblaba la voz cuando me dijo en francés: <...> Me faltan palabras para expresar todo lo que siento, <...> y añadió también lo mucho que apreciaba una acogida tan calurosa. <...> Luego se apretó contra mi mejilla y me besó tan calurosamente y con tanto sentimiento, y después volvimos a estrecharnos las manos muy calurosamente. Me sentí como si me estuviera despidiendo de un pariente cercano, no de un extranjero, y me sentí muy mal al separarme de este joven tan valioso y agradable, del que realmente estaba un poco enamorada y al que, sin duda, me sentí muy unida".
Según Semión Yurievich, el heredero al trono ruso partió de Londres con sentimientos contrariados.
"Cuando el zarévich Alejandro se quedó a solas conmigo, cayó en mi abrazo y ambos lloramos. Me dijo que nunca olvidaría a Victoria. Al despedirse, besó a la reina. Fue el momento más feliz y más triste de mi vida", me dijo".
En recuerdo de este conocido, Victoria tenía un álbum con retratos de Alejandro y un perro pastor llamado Kazbek, que él le regaló y que la reina adoraba.
Su siguiente encuentro tuvo lugar 35 años después, en mayo de 1874. El zar Alejandro II llegó a Londres para acompañar a Alfredo, duque de Edimburgo, hijo de la reina británica, que se había casado con María, la hija de Alejandro, durante un viaje a su tierra natal.
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