‘Estoy eternamente agradecido por lo que aprendí en la URSS’

Archivo personal
El colombiano Mauricio Duarte estuvo tres años y medio en la Unión Soviética haciendo un posgrado en Cirugía Pediátrica. Aunque han pasado más de cuarenta años desde entonces, no deja de agradecer a Leningrado todo lo que aprendió allí.

Luis Mauricio Duarte Vergara se convirtió en el primer cirujano pediatra en Bucaramanga cuando regresó de la Unión Soviética. En 1986 abrió la primera unidad de cuidados intensivos neonatales de la ciudad. Durante dos décadas enseñó Medicina en una de las universidades más grandes de Colombia: la Universidad Industrial de Santander. Fue presidente de la Sociedad Colombiana de Cirugía Pediátrica y siguió trabajando como cirujano hasta hace un mes. Cree que cumplió una función social y médica muy importante gracias a los conocimientos que obtuvo en la URSS.

- ¿Cómo llegó a la URSS?

- Viajé a la Unión Soviética por un intercambio intergubernamental. Colombia entregaba café a cambio de que la URSS recibiera estudiantes. Era un intercambio comercial y educacional. 

- ¿Y cuántos estudiantes colombianos fueron a la URSS junto con Usted?

- Creo que éramos unos 10-12 estudiantes de diferentes profesiones. Había ingenieros, economistas, médicos, y no solo de posgrado, que es lo que hice yo. La mayoría eran jóvenes que iban a empezar a estudiar una carrera. Llegamos en agosto de 1976 sin saber a qué ciudad ni a qué parte nos remitian. Al segundo o tercer día me entregaron una carta (pero no entendía lo que decía) y me subieron en un tren a Leningrado. En el tren iba con un estudiante colombiano de Economía. Luego me llevaron en un bus al Instituto Pediátrico de Leningrado. Allá me entrevisté con Albert Papaián que era el decano de extranjeros y en este momento me preguntó si quería hacer pediatría o cirugía pediátrica. Le expliqué que mi formación era para hacer cirugía pediátrica. 

Yo no tenía conocimientos de ruso, pero en este instituto había un colombiano que estaba estudiando Medicina, Edgar Ávila, fue el que me contactó y fue mi primer apoyo allí, me ayudó a ubicarme y con el idioma.

Posteriormente, me enviaron a la residencia estudiantil y fuimos a Gostini Dvor donde nos dieron ropa para el invierno. Un un paltó (abrigo) largo, una shapka (gorro), zapatos de invierno y una bufanda. No era ropa elegante pero era caliente y práctica. Me asignaron a una profesora de ruso. El plan era hacer un año de ruso y tres años de especialidad. Yo logré que me cambiaran este año de ruso por tres meses de ruso intensivo con una profesora individual. Y en tres meses empecé mi práctica en el Instituto de Leningrado bajo el mando de Guiréi Báirov.

- ¿Por qué decidió participar en este intercambio?

- Soy médico de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y al terminar la carrera en Colombia hay que hacer servicio social durante 1 año obligatoriamente (lo llamamos el “año rural”), yo lo hice en una zona de Amazonas, en el Putumayo. Y al regresar estaba ubicándome, no había cirugía pediátrica en Colombia en ese momento (estamos hablando de 1976). Entonces, por un aviso en un periódico local vi que había becas de ICETEX (Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior) para ir a estudiar a la URSS. Se necesitaba cumplir con varios requisitos. Por ejemplo, ser médico o estudiante de Medicina, tener experiencia y comprometerse a regresar a tu país al terminar los estudios. Es decir, yo no podría quedarme en la URSS. Entonces encontré una posibilidad de hacer cirugía pediátrica que era totalmente nueva, desconocida en Colombia y en de acuerdo con mi familia (estaba soltero) decidimos aceptar la invitación. Según el convenio, yo me pagaba el billete de ida, pero la manutención y el tiquete de regreso lo pagaba la Unión Soviética.

- ¿Sabía entonces algo de la URSS? ¿No tenía miedo de ir tan lejos?

- Miedo no, pero mucha curiosidad sí. Antes de ir a Leningrado sabía muy poco de la URSS, era la época de la Guerra Fría, de comunismo. Era muy joven y me gustaba la aventura. No había buena comunicación, sólo se podía llamar por teléfono con cita previa, las cartas tardaban un mes en llegar. Eso dificultó mucho la adaptación de algunos colombianos. Yo me adapté bien pero algunos regresaron antes del tiempo. Una mujer tuvo problemas psiquiátricos y volvió. El idioma es difícil y el frío era espantoso, como ya sabe. (Se ríe). Pero me fue bien y pude terminar bien los estudios. Además, cada seis meses nos enviaban de excursión a diferentes regiones de la Unión Soviética, estuvimos en Letonia, Estonia, Lituania, Uzbekistán... Estos paseos fueron muy interesantes, conocimos muchas culturas diferentes. En estos viajes aprendimos mucho.

- ¿Qué le aportaron estos tres años y medio de estudios en la URSS?

- Regresé en el 1979-1980 con ganas de trabajar. El problema era la Guerra Fría: en muchas partes no me dejaban trabajar por haber venido de la Unión Soviética. No era fácil conseguir un trabajo porque creían que uno venía con la idea de hacer revolución. Me decían: “Si, claro. Ah, ¿pero viene de allá?” Entonces comenzaban a dudar de uno. Estuve sin empleo durante 7-8 meses y me instalé en Bucaramanga. Allí no había cirujanos pediatras entonces y me convertí en el primero. 

Empezamos a vincularnos con la Universidad Industrial de Santander. Fui docente hasta que me jubilé y fui cirujano pediatra hasta hace un mes, cuando ya me retiré, siempre agradeciéndole a Rusia, a Leningrado todo lo que me dio.

He sido presidente de la Sociedad Colombiana de Cirugía Pediátrica, he sido conferencista internacional en Latinoamérica, he viajado a Puerto Rico, Panamá, México, Argentina, Chile... Entonces los beneficios fueron muchos y estoy eternamente agradecido por lo que aprendí allá. Los tres años parecían insuficientes por la cantidad de las materias que había que aprender, pero resultaron ser suficientes para poder llegar a donde he llegado yo. He sido docente durante 20 años pudiendo dar aquí parte de lo que ustedes me enseñaron. Soy presidente del Tribunal de Ética Médica en Santander. Soy miembro de la Academia Nacional de Medicina. Creo que cumplí una función social y médica suficiente gracias a ustedes. 

- Cuando volvió a casa, ¿le preguntaban mucho sobre la vida en la URSS?

- ¡Y todavía preguntan! (Se ríe). “Ah, ¿estuvo allá ? ¿Cómo era eso?” Cuarenta años después me siguen preguntando cómo se trabajaba, cómo se vivía, cómo se comía...

- ¿Y cómo se comía en la URSS?

- Había colas para entrar en todas partes, colas para entrar en un restaurante, para comprar el pan, pero todo se conseguía. Yo nunca tuve mucho problema para conseguir lo que necesitaba. Lo básico. No eran los lujos, pero era suficiente. La comida no era exquisita, no había restaurantes de los que se ven hoy allá, pero se comía bien. No vi muchos carros, pero el transporte público era bueno, se vivía con comodidades. No tuve ningún inconveniente. Pude venir una vez de vacaciones a Colombia y fui una vez a Italia. En diciembre conocíamos ciudades de la URSS y en verano viajábamos también. Volví hace cuatro años a Rusia, de turista. Obviamente, cambió el sistema, pero busqué mis recuerdos, mis raíces de la época. Estuve en la residencia de la universidad y los cambios son abismales. Es una ciudad totalmente diferente a la que conocí.

- ¿Qué es lo que más recuerda de la Unión Soviética? ¿Las colas?

- Las colas, el frío, porque el invierno era muy duro, llegué a estar a -20ºC, pero de media estábamos a -14-15ºC. Pero lo peor no fue eso. Yo entraba a trabajar a las 8h y era de noche, salía del trabajo a las 17h y era de noche también. Esa falta de sol se notaba, nos deprimía.

Recuerdo mucho la parte cultural. Fui al Bolshói en Moscú, a Mariinski. Iba a unas jornadas de enseñanza de música clásica. Todos los domingos yo me dedicaba a eso cuando no tenía trabajo. Me gustó mucho, soy un asiduo seguidor de la música clásica y me sentía muy a gusto. Aprendí a escuchar y a querer la música clásica. Aquí no tenía las mismas oportunidades. 

- ¿Tuvo problemas con el idioma?

Tuve una novia rusa y gracias a ella pude vivir en la comunidad rusa. Con su hija iba a oír música clásica. Esto me ayudó a adaptarme. Este noviazgo terminó cuando me fui, pero ella me ayudó mucho allí. Y ahora trato de leer las cosas en ruso para no olvidarme del idioma.

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