Durante más de 40 años, la CIA jugó eficazmente la “carta ucraniana” en su guerra antisoviética. Justo después del final de la Segunda Guerra Mundial, Langley estableció estrechos contactos con la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) y el Ejército Rebelde Ucraniano (UPA), dos importantes organizaciones anticomunistas que contaban con miles de miembros en los países occidentales y en la clandestinidad de la Ucrania soviética.
La Operación CARTEL, cuyo objetivo era apoyar a los nacionalistas ucranianos, ya estaba en pleno apogeo a finales de la década de 1940. Durante esos años la operación cambió de nombre muchas veces, pero sigue siendo más conocida como AERODYNAMIC.
Al principio, la CIA apoyó activamente la resistencia armada en Ucrania, envió agentes e instructores, proporcionó financiación a las unidades militares antisoviéticas y también recopiló información sobre las posiciones y organizaciones del Ejército Rojo.
Sin embargo, a mediados de la década de 1950, cuando las fuerzas de la OUN-UPA en Ucrania y Polonia oriental habían sido eliminadas en su mayor parte, los estadounidenses cambiaron el rumbo de su política. Ahora apostaban por centrarse en la ideología: empezaron a publicar literatura y revistas anticomunistas, así como a realizar traducciones radiofónicas clandestinas y a apoyar movimientos políticos ucranianos ilegales.
En 1990, ante el inminente colapso de la Unión Soviética, los jefes del espionaje estadounidense en jefes cerraron el programa.
En mayo de 1961, un avión de reconocimiento estadounidense avistó en el Ártico una estación de hielo a la deriva soviética abandonada. Parecía que los soviéticos la habían evacuado a toda prisa, temerosos de que el hielo se rompiera pronto.
La CIA se dio cuenta de que tenía una oportunidad perfecta para hacerse con secretos militares soviéticos, y supuso que la estación podría tener información valiosa de las redes soviéticas de vigilancia acústica, que se utiliza para controlar los submarinos estadounidenses bajo el hielo del Ártico.
Resultó imposible llegar a la estación con un rompehielos o un helicóptero, por lo que dos agentes fueron lanzados en paracaídas desde un bombardero B-17 sobre el hielo, seguidos de ocho cajas de equipo.
En el transcurso de esos tres días en la estación, los estadounidenses recogieron más de 80 documentos e hicieron cientos de fotos de equipos soviéticos. Cuando todo terminó, y con su preciada información en la mano, los agentes fueron recogidos de la estación por un B-17 mediante el sistema de recuperación tierra-aire Fulton, más conocido como Skyhook.
En marzo de 1971, por causas desconocidas, el submarino K-129 de la armada soviética se hundió en el Océano Pacífico, a poco más de 1.600 millas de Hawai. La URSS, como solía hacer, intentó silenciar la tragedia y no declaró oficialmente la pérdida del buque. Así pues, el submarino carecía de propietario y, en teoría, cualquier país podía reclamarlo. Por supuesto, los estadounidenses no podían dejar pasar semejante oportunidad.
Disimularon la operación de recuperación bajo trabajos de minería y construyeron especialmente para la ocasión el buque Hughes Glomar Explorer. Con el aspecto de un buque perforador a primera vista, fue diseñado para levantar el submarino soviético del fondo del mar. La tarea no fue nada fácil, ya que el K-129 se encontraba a la enorme profundidad de 5.000 metros.
La recuperación comenzó en 1974, sólo seis años después del hundimiento. La estructura del submarino colapsó durante el proceso, y los estadounidenses sólo pudieron izar el cono del morro. Los detalles de la operación son alto secreto, pero se cree que los agentes de la CIA se hicieron con dos torpedos con cabezas nucleares, mientras que en el fondo quedaron misiles balísticos, documentos importantes y equipos.
Según afirmaron posteriormente los estadounidenses, enterraron con todo respeto los cadáveres de seis marineros soviéticos, que fueron encontrados en los sectores del submarino.
En 1960-1970, cuando Estados Unidos e Irán aún eran amigos y aliados, la CIA y la Fuerza Aérea Imperial Iraní llevaron a cabo operaciones conjuntas de reconocimiento aéreo en las regiones meridionales de la URSS, conocidas como Proyecto Dark Gene.
Pilotos estadounidenses e iraníes, a bordo de cazas iraníes, cruzaban regularmente la frontera soviética para encontrar lagunas en la defensa antiaérea local y comprobar la eficacia con la que los interceptores soviéticos reaccionaban ante los intrusos.
Como parte de Dark Gene, Irán adquirió los equipos más modernos, incluidos cazas F-14, que Estados Unidos no entregó a nadie más.
El 23 de noviembre de 1973, un MiG-21SM pilotado por Guennadi Yeliseiev fue enviado a interceptar un F-4 Phantom II iraní, que violó la frontera soviética en la llanura de Mugán. Después de que todos los misiles fallasen el blanco, Yeliseiev golpeó la cola del Phantom con el ala de su propio avión. La primera embestida aérea a reacción de la historia acabó con el F-4 estrellado, y sus pilotos catapultados y capturados. En cuanto a Yeliseiev, su MiG chocó contra una montaña, muriendo en el acto.
Cuatro aviones iraníes fueron derribados por los soviéticos durante los años en que la operación estuvo en pleno apogeo. Tras la Revolución iraní de 1979, el Proyecto Dark Gene fue inmediatamente clausurado.
Durante todo el periodo de intervención soviética en Afganistán (1979-1989), la CIA estuvo llevando a cabo una de sus operaciones más costosas, que supuso un gasto de varios cientos de millones de dólares al año. El objetivo de Ciclón era proporcionar a los muyahidines todas las armas y municiones necesarias para luchar contra los soviéticos.
Para no implicarse directamente en el conflicto, la CIA cooperó con la Inter-Services Intelligence (ISI) paquistaní, que utilizó el dinero y las armas estadounidenses para organizar la financiación, el armamento y el entrenamiento de las unidades militares de la oposición afgana.
Un episodio especialmente destacable de Ciclón fue el suministro de misiles antiaéreos de mano Stinger a los muyahidines en 1986. Esto provocó importantes bajas en la Fuerza Aérea soviética, que había sido una seria amenaza para los yihadistas afganos durante años. Las fuerzas especiales soviéticas iniciaron incluso una caza de los Stinger, que los muyahidines habían protegido con sus vidas.
Con la retirada del ejército soviético de Afganistán, Ciclón llegó a su fin. La CIA se olvidó de este país, pero resultó que no por mucho tiempo...
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