Cómo los rusos perdieron la oportunidad de atrapar a Napoleón

Quema de estandartes ante Napoleón.

Quema de estandartes ante Napoleón.

Wojciech Kossak/Muzeum Śląska Opolskiego w Opolu
Según el plan del mando ruso, todos y cada uno de los soldados del ‘Gran Ejército’ de Napoleón debían permanecer en el río Bereziná. Y se esperaba que propio emperador acaba siendo prisionero de honor.

“Bérézina”, en francés, es la palabra que se usa para designar un fracaso total o catástrofe. Fue en el río Berezina, en noviembre de 1812, donde el “Gran Ejército” de Napoleón pereció en su huida de Rusia.

Los rusos tuvieron muchas posibilidades de capturar al emperador en
persona y detener la guerra en Europa, pero esto nunca ocurrió. ¿Por
qué?

Huida 

En vísperas del invierno, el otrora “Gran” Ejército presentaba un
espectáculo lamentable. Del medio millón de soldados, sólo quedaban en servicio unos 40.000 y, con ellos, decenas de miles de soldados heridos y diversos tipos de no combatientes.

Los franceses intentaron con todas sus fuerzas salir de aquel país
inhóspito o, al menos, llegar a las tierras lituanas del Imperio ruso, donde podían contar con cierto apoyo de la población local. Sin embargo, el río Bereziná se interponía en su camino.

Pisando los talones al ejército francés se encontraba el principal ejército ruso, dirigido dirigido por el comandante en jefe, el mariscal de campo Mijaíl Kutúzov. Mientras tanto, el ejército del Danubio del almirante Pável Chichágov se acercaba por el sur y el ejército de Peter Wittgenstein por el norte.

Las tropas rusas pretendían cercar al enemigo, cortando sus vías de escape a través del río. El 16 de noviembre, Chichágov ocupó Minsk
y, el 21 de noviembre, Borísov en el río Bereziná, donde Napoleón
planeaba organizar un cruce. 

El cuerpo del mariscal Nicolas Oudinot, una de las formaciones más
preparadas para el combate del ejército francés, se dirigió
inmediatamente a la ciudad. Habiendo sobrestimado la fuerza del
enemigo, Chichágov abandonó Borísov y cruzó a la orilla occidental,
destruyendo el cruce por el camino.

Pronto, el propio emperador francés se acercó a Borísov con sus principales fuerzas. Se enfrentaba a una difícil tarea: cruzar a la otra orilla, ocupada por las tropas rusas.

Una maniobra engañosa

Napoleón recurrió al engaño. Siguiendo sus órdenes, las tropas comenzaron a establecer demostrativamente puentes de pontones al sur de Borísov, mientras que el verdadero cruce debía prepararse al norte de la ciudad, en la zona del vado cercano a la aldea de Studianka.

Chichágov mordió el anzuelo y se dirigió río abajo con sus fuerzas
principales, dejando sólo una pequeña barrera cerca de Studianka.
Algunos franceses cruzaron inmediatamente el vado y dispersaron a
estas pequeñas fuerzas, mientras que otros comenzaron a construir
dos pasos.

El coronel Marcellin Marbot recordó el trabajo de los pontones: “Estos
valientes soldados demostraron una abnegación absolutamente
excepcional... Se arrojaron desnudos al agua fría del Bereziná y
trabajaron en ella continuamente durante 6-7 horas y no había ni una
gota de vodka para darles y, en lugar de una cama por la noche, tuvieron que utilizar un campo cubierto de nieve. Por eso, con la llegada del frío intenso, casi todos perecieron”.

En la tarde del 26 de noviembre, las tropas francesas más preparadas
para el combate comenzaron a cruzar a la orilla occidental por los
pasos establecidos: el cuerpo de Oudinot y parte del cuerpo del
mariscal Claude-Victor Perrin, la Vieja y la Joven Guardia. En total,
unos 19.000 hombres.

Batalla

Al día siguiente, las tropas de Kutúzov y Wittgenstein derrotaron a la
división del general Louis Partuno en la zona de Borísov y se dirigieron hacia Studianka. Chichagov, engañado por Napoleón, también se precipitó hacia allí por la otra orilla.

El 28 de noviembre se libraron encarnizados combates en ambas orillas del río Bereziná. Los franceses sufrieron grandes pérdidas, pero no permitieron que las tropas rusas se acercaran a los cruces hasta la
noche.

Cuando la artillería rusa empezó a actuar sobre las concentraciones
francesas en la orilla, cundió el caos y el pánico entre estas útimas, lo que muy pronto desembocó en un aplastamiento. “¿Qué puede haber más terrible que lo que se experimenta cuando se camina sobre seres vivos que se aferran a las piernas, te detienen e intentan levantarse?”, escribió Karl-Friedrich von Succow, oficial del cuerpo del mariscal Ney.

En la mañana del 29 de noviembre, los franceses que habían cruzado
quemaron el paso, abandonando a su suerte la caravana y a miles de
sus camaradas. Pronto, los cosacos del ejército de Wittgenstein
atacaron a los rezagados.

Una oportunidad perdida

Los datos sobre las bajas francesas en la “Batalla en el Bereziná”
varían. El número de muertos, capturados, desaparecidos y ahogados
en el río se estima en unos 50.000. Los rusos perdieron unos 8.000.
Los rusos perdieron unos 8.000.

Posteriormente, el “Gran Ejército” dejó de existir como fuerza organizada. Al mismo tiempo, Napoleón logró escapar de la trampa y conservó parte de sus tropas, con las que llegó a Vilno (actual Vilna).

Allí, el emperador dejó a sus soldados y se dirigió a París para reunir
un nuevo ejército. Tras obtener una impresionante victoria en el río
Berezina, los rusos, sin embargo, perdieron la oportunidad de capturar a Napoleón y poner fin a las hostilidades.

Esto significó que Europa se enfrentaría a varios años más de sangrienta guerra.

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