Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. Fuente: AFP / EastNews
El presidente ruso, Vladímir Putin, ratificó el 12 de febrero la nueva concepción de la política exterior de Rusia. El proyecto ha sido acordado por los organismos con mayor implicación internacional y revisado por varios departamentos de la administración del presidente. Para su preparación, se acudió a la comunidad de expertos rusos, que cuenta con miembros del Consejo científico del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Como resultado de estos debates, los expertos han determinado que el rumbo de la política exterior actual de nuestro país tiene un carácter esencialmente independiente, sin cabida para otras alternativas. O dicho con otras palabras, Rusia no puede plantearse si quiera la hipótesis de seguir los pasos de algún otro actor clave en el ámbito internacional.
La independencia de la política exterior rusa viene determinada por sus dimensiones geográficas y una situación geopolítica única, así como por contar con unas tradiciones, una cultura y una conciencia popular con varios siglos de antigüedad. Esta trayectoria es también el resultado del desarrollo experimentado por el país bajo las nuevas condiciones históricas de los últimos 20 años; un periodo en el que (con frecuencia a costa de errores) se ha podido formular una filosofía de la política exterior que responda al máximo a los intereses actuales de Rusia.
El principal objetivo de la actividad internacional de Rusia consiste en crear unas condiciones exteriores favorables para la recuperación económica, para encaminar la economía por la senda de la innovación y aumentar el nivel de vida de las personas.
Obviamente, el país solo logrará un aumento progresivo de su potencial en unas condiciones de estabilidad internacional. Por tanto, para Rusia, garantizar la paz y la seguridad mundiales es, por un lado, la obligación ligada a su papel protagonista en la escena internacional y a su pertenencia al Consejo de Seguridad de la ONU y, por otro, una cuestión clave para la consecución de sus propios intereses.
A este respecto se oyen críticas que califican la política exterior rusa de conservadora, por tratar de ocupar una posición notoriamente desfavorable al querer mantener un status quo que sufre cambios inevitables. Pero estas críticas tergiversan la doctrina política internacional rusa.
Partimos del hecho de que el mundo se encuentra en un momento de cambio; ha entrado en una época de transformaciones profundas cuyo resultado es difícil de predecir.
En una situación así, las opciones presentes están claras: o se agudizan las tensiones entre culturas y civilizaciones hasta llegar a un conflicto abierto, o se profundiza en un diálogo equitativo apoyado en el respeto mutuo con el fin de promover la colaboración entre civilizaciones.
Estamos convencidos de que la forma más segura de evitar que la competencia global derive en una confrontación militar consiste en trabajar sin descanso para asegurar un liderazgo colectivo de las naciones dominantes, que sea representativo de las relaciones geográficas y entre las civilizaciones.
A través de su actividad, la diplomacia rusa se propone ejercer una influencia positiva sobre los procesos mundiales, con el fin de alcanzar un sistema multipolar de relaciones internacionales estables que, en el mejor de los casos, sea capaz de regularse por sí solo y en el que Rusia constituya legítimamente uno de los centros clave. Estamos preparados para entablar un diálogo multilateral sensato, con la participación de todos los socios interesados y que excluya cualquier pretensión de adjudicarse el monopolio de la verdad.
Rusia es un firme partidario del método de la diplomacia en red, que implica la creación de alianzas flexibles y entrecruzadas entre los estados, en función de sus intereses comunes. Un ejemplo de éxito de formaciones de este tipo con la participación de países situados en continentes distintos son los BRICS.
Rusia, que presidirá entre 2013 y 2015 el G20, el G8, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y el grupo de los BRICS, se está empleando a fondo para aumentar el papel favorecedor de este formato multilateral en el fortalecimiento de la administración mundial. Estos esfuerzos son una manifestación práctica del carácter multivectorial que está adoptando la política exterior rusa.
De acuerdo con su tradición, Rusia seguirá actuando en los asuntos internacionales como un factor de equilibrio, cuya necesidad confirma la mayoría de nuestros socios. Esto no solo se explica por el peso internacional de nuestro país, sino también por disponer de una opinión propia, apoyada en los principios del derecho y la justicia, sobre los acontecimientos que tienen lugar hoy día.
El creciente atractivo de Rusia se debe a la ampliación de su potencial como país, propiciada por la combinación de un valioso patrimonio cultural y espiritual con las posibilidades únicas de un desarrollo dinámico, lo cual desemboca en una interacción muy productiva entre todos los agentes implicados en el mundo ruso.
En Moscú estamos convencidos de que los principales actores de la escena internacional coinciden en su valoración de los problemas más apremiantes de la actualidad, sobre todo en lo referente a los objetivos finales, más que en el enfoque táctico de estos objetivos. No cabe duda de que todos están interesados en reducir el número de zonas de conflicto interno e internacional, en solucionar los problemas relacionados con la proliferación de armas de destrucción masiva y sus medios de distribución, así como en limitar la expansión de grupos terroristas y extremistas.
Consecuentemente, hablamos de superar por fin el egoísmo individual o colectivo con hechos y no solo con palabras, y de tomar conciencia de la responsabilidad que compartimos en el futuro de la civilización.
Sergéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia.
Texto abreviado. Artículo publicado originalmente en ruso en International Affairs.
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