'Niños de la guerra' en el Centro Español de Moscú en un evento.
Archivo.El Centro Español de Moscú, legendario lugar de reunión de los "niños de la guerra", cumple 50 años, la mitad que muchos de sus insignes socios, que se acercan al siglo de vida.
"El Centro Español fue fundado en 1966. Yo aún tengo el carné en casa. Primero se llamaba CEU, Centro Español en la URSS. Ahora se llama CEM, Centro Español en Moscú", explicó a Efe Nicolás Gregorio Rodríguez, oriundo de Bilbao.
A sus 89 años "y mes y medio", como le gusta decir, Nicolás recuerda cómo el local, que pertenecía al Partido Comunista de España (PCE) y que tenía una aula para clases de español, se transformó en el hogar de "los niños".
"Yo soy uno de los primeros que ingresaron en el Centro Español", insiste un orgulloso Nicolás, que vive en la capital rusa, donde ya sólo quedan 40 "niños" y 72 en toda Rusia.
Los españoles se congregaban desde 1946 en otros lugares y hasta que la Cruz Roja no liberó ese local "los niños" no tuvieron un sitio donde reunirse y combatir la nostalgia por la patria perdida, en algunos casos, para siempre.
"En las casas de niños y en el Centro siempre se habló español. El ruso era una lengua extranjera", asegura por su parte Ignacio Luis García Luque, que conserva su acento vasco y presume de una salud de hierro, pese a sus 88 años.
El Centro Español se encuentra en un céntrico local frente a la estación de metro Kuznetski Most, hoy en día una de las zonas peatonales más populares de la ciudad, que fue cedido por las autoridades soviéticas al PCE en 1965.
"Las niñas" se reúnen los martes, si los achaques debido a su avanzada edad se lo permiten, y el viernes es el turno de "los niños", que suelen echar una partida de cartas.
El problema ahora es que, "como la mitad están enfermos" y no hay ascensor, ascender la empinada escalinata que conduce a la tercera planta del edificio se ha convertido en una auténtica proeza para muchos ancianos.
"El Centro Español es el sitio donde podíamos juntarnos, jugar y no estar en la calle. Al centro español podía venir quien quisiera. Los que venían de España siempre han tenido las puertas abiertas", señala Luis.
Con ocasión de sus bodas de oro, más de cien personas acudieron a la velada organizada por el Centro, que incluyó un concierto, con protagonismo especial de la guitarra, y un espectáculo de baile tradicional a cargo de varias niñas con trajes típicos.
"No me atreveré a juzgar nunca aquella noche extraña. Pero sí voy a susurrar 'pobres niños, pobre España'", decía el poema de un "niño" recitado durante al acto.
El local, que incluye un salón de actos donde se imparten clases de español, baile y coros, y un bar que recuerda a las tradicionales tascas españolas, con carteles de corridas de toros y una figura de El Quijote, rezuma nostalgia por los cuatro costados.
Luis, músico de profesión, recuerda cómo abandonó España en 1937, llegó a Leningrado con 9 años y vivió en el puerto ucraniano de Odessa hasta la invasión nazi de la URSS en 1941.
"Volvimos a través de Crimea. Nos metieron en vagones de carga, pero como era invierno nos pusieron unas estufas especiales para calentarnos. Tardamos dos meses en llegar a nuestro destino. Como no había agua, bebíamos nieve", relata.
El 90 por ciento de "los niños" estaba enfermo de tuberculosis, por lo que diez de ellos murieron y fueron enterrados en un cementerio en Sarátov.
"Yo tuve suerte porque siempre tuve buena salud. Nos salvamos gracias a que los españoles pidieron a Moscú que nos enviaran penicilina y médicos de los nuestros", rememora.
Tuvo la oportunidad de regresar a España en 1956, cuando el entonces mandatario soviético, Nikita Jruschov, se vio obligado a autorizar las repatriaciones, pero sus padres le dijeron que se quedara.
"Yo les pregunté a mis padres y me dijeron: '¡Quédate! Estás casado, tienes trabajo y casa'. Y así, me quedé", sentencia ufano.
Página web del Centro.
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