El actual mes de septiembre se convirtió
hoy, a una semana de su conclusión, en el más lluvioso de la historia en
Moscú, tras batir una marca que se había registrado hace casi 150 años
(1855), informó el Centro Meteorológico de la capital rusa.
En
lo que va de mes han caído ya sobre Moscú, donde sigue lloviendo hoy,
174 litros por metro cuadrado, casi tres veces más de la norma climática
(65 litros por metro cuadrado) para el noveno mes del año en estas
latitudes.
Los meteorólogos de la ciudad advirtieron de que
apenas empezado el otoño, Moscú ya ha recogido en estos nueve meses más
precipitaciones que las que le corresponden de forma habitual durante
todo el año.
También la presión atmosférica se acercó hoy a su
mínimo histórico para septiembre tras situarse en 964,2 isobaras,
apenas tres décimas por encima de las 963,9 alcanzados en 1977.
La capital rusa, de hecho, no ha dejado de batir marcas históricas
desde finales del año pasado, y a los días y meses más fríos o nevados
de la historia les siguieron los más lluviosos o calurosos.
El
último se registró el pasado 9 de julio, jornada que con unas
precipitaciones de 30 litros por metro cuadrado batió un récord que se
había registrado en el siglo XIX.
Pocos días antes, los 31,8
grados centígrados que se alcanzaron en Moscú se convirtieron en la
temperatura más alta de la historia para un 27 de junio.
El 14 de mayo la capital rusa alcanzaba otra marca para ese día con los 28,7 grados.
La ciudad despidió el invierno con la mayor nevada en más de 130 años
de observaciones, que se producía en un mes de marzo con más
precipitaciones de nieve en medio siglo y temperaturas medias de cinco
grados centígrados por debajo de la norma climática.
Curiosamente, la primera gran nevada de la temporada invernal también
batió a finales del mes de noviembre una marca de más de 50 años.
En diciembre, toda Rusia fue recorrida por la mayor y más larga ola
de frío ártico en 75 años para el primer mes invernal, que dejó
temperaturas inferiores a los 50 grados bajo cero en algunas zonas del
Lejano Oriente ruso y por debajo de los 20 grados en Moscú.
Al
frío le siguieron copiosas nevadas que se prolongaron con escasos
paréntesis durante los tres meses siguientes, de manera que, ya a
comienzos de febrero, los servicios meteorológicos de la capital rusa
apuntaron al invierno más nevado en cien años.
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