Cada vez más, los jóvenes profesionales en Moscú y San Petersburgo cambian del vodka al vino y la cerveza. Fuente: ITAR-TASS
Ante el alarmante declive demográfico de Rusia, el Gobierno se está poniendo serio para atajar el legendario amor del país por los licores fuertes. El pasado enero, nuevos impuestos hicieron que se disparase el precio del vodka y duras sanciones a los comercios acompañaron a la prohibición de la venta (legal) de alcohol después de las 10 de la noche.
El consumo de vodka ha descendido en los últimos años, aunque hay fuerzas contrapuestas que provocan que este descenso no sea uniforme. En los últimos cuatro años, según las estadísticas oficiales, el consumo de vodka en Rusia ha descendido un 7%: en 2012 se bebieron 1895,7 millones de litros, en comparación con los 2041,2 de 2009. Pero eso aún deja una media de 14,54 litros anuales per capita, colocando a los rusos entre los mayores bebedores del mundo.
Sin embargo, se prevé que el consumo baje este año a 1659,3 millones de litros, unos 11,82 litros por persona.
El alcohol y el tabaco son las dos principales causa de muerte en Rusia, responsables, según la OMS, de casi la mitad de los fallecimientos. La preocupación creciente del Gobierno por el impacto de estos factores en el desarrollo económico le ha llevado a adoptar diversas iniciativas.
Pero estas iniciativas no son necesariamente perceptibles. No se han llevado a cabo campañas de concienciación social. Limitar el consumo de alcohol ha sido un asunto político muy arriesgado en Rusia. Ya en los años 80, la normativa antialcohol de Mijaíl Gorbachov fue ridiculizada por todo el mundo, a lo que siguieron leyes draconianas que solo permitían la venta de alcohol entre las 2 y las 7 de la tarde.
Esto resultó casi inmediatamente en un descenso de las muertes relacionadas con el abuso del alcohol, pero el índice se disparó más tarde, cuando la gente recurrió al vodka ilegal o incluso a alternativas caseras mucho más peligrosas. A día de hoy, el ruso medio odia a Gorbachov principalmente por su "ley seca".
Hasta ahora, la medida más efectiva del Gobierno ha sido cerrar varias fábricas ilegales, responsables de hasta un tercio de la producción de vodka, según Vadim Drobiz, director del Centro de Investigación para el Mercado de Alcohol en Rusia.
“Las autoridades han endurecido su lucha contra la producción ilegal y recientemente los reguladores han clausurado un gran número de fábricas”, asiente Daria Jaltourina, codirectora de la Coalición para el Control del Alcohol en Rusia, que calcula que el consumo de destilados comenzó a descender en 2005.
“Además, existe la prohibición de vender alcohol por la noche, por lo que hay menos oportunidades de conseguirlo cuando uno quiera. En general, la política del Gobierno sobre las bebidas alcohólicas ha sido más espontánea que bien planeada, pero está funcionando”, dice Jaltourina.
Pero, a pesar de que la clase media rusa está cada vez más pendiente de su salud y prefiere bebidas de baja graduación, como vino o cerveza, una mayor calidad de vida ha llevado a algunos rusos a beber más.
“La clase media emergente bebe menos, pero los más ricos y los más pobres beben más a medida que aumentan sus ingresos. El Gobierno y ha advertido que el declive de la población es una amenaza grave al desarrollo de la economía a largo plazo”, dice Drobiz.
Desde la crisis de 2008, los ingresos de muchos rusos han seguido aumentando, gracias a los altos ingresos de la energía y el aumento de inversiones gubernamentales y, a pesar de que en general el consumo de vodka ha descendido, el cambio no es homogéneo: entre 2010 y 2012 el consumo aumentó un 6%, uno de los motivos por los que el Gobierno ha decidido a actuar enérgicamente.
En cualquier caso, hay algunos cambios sociales en progreso que podrían ayudar. El cambio en la ética de trabajo ha tenido un gran impacto en los hábitos de consumo de alcohol: en los tiempos soviéticos, un gestor regional que necesitase más financiación estatal podía simplemente presentarse en Moscú a una reunión con funcionarios armado con una botella de vodka y algo de embutido.
Cambios sociales y generacionales
“Hay una clase emergente de jóvenes formados que están cambiando la ética de trabajo”, afirma Jaltourina, una socióloga de 34 años que es una partidaria acérrima de la educación y un estilo de vida saludable como modo de mejorar el desarrollo económico. “En el pasado, era común beber en el trabajo o discutir negocios con una copa. Ahora está prohibido de la mayor parte de las oficinas”.
También hay una gran diferencia entre las sofisticadas poblaciones urbanas de Moscú y San Petersburgo, que se sitúan a la cabeza en el cambio de estilo de vida, y el resto del país, donde persisten los hábitos de la época soviética.
“La gente de las grandes ciudades tiene un nivel económico y educativo más alto y, en general, un estilo de vida diferente”, comenta Jaltourina. “En Moscú, los niveles de consumo de alcohol, de problemas de salud y muertes causadas por el alcohol están muy cerca de la media europea. Pero en las provincias aún encontramos los espantosos hábitos de consumo de los países septentrionales: emborracharse con grandes cantidades de alcohol”.
Aunque una campaña antialcohol explícita podría ser impopular, el Gobierno necesita mantenerse firme si quiere evitar un desastre demográfico. Desde 1991, la población rusa ha descendido en cinco millones de personas, hasta los 143 millones, y el año pasado fue la primera vez en dos décadas en que el número de nacimientos superó el de muertes, aunque en una proporción muy pequeña.
Durante varios años, el Gobierno ha estado intentando atajar el problema con un aumento de las inversiones en sanidad prenatal y materna, y las nuevas leyes sobre el vodka representan la siguiente fase en esta campaña para mejorar la salud pública.
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