Los habitantes de las zonas inundadas se adaptan a las nuevas condiciones. Fuente: Vostock-photo
Las condiciones climatológicas de esta región son similares a las del clima septentrional, y en las próximas semanas ya llegarán las heladas. Entonces la situación puede complicarse. Sin embargo, los habitantes locales están seguros de que para entonces el nivel del agua habrá mermado y dejará de ser peligroso.
Víktor vive en una pequeña ciudad castrense situada a 18 km de Komsomolsk del Amur, donde actualmente se está registrando un pico de inundación. Pero él ha tenido suerte, su pueblo está emplazado a mayor altura y las calles anejas a su casa aún son aptas para caminar, en vez de nadar.
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Él dice que normalmente allí no suele haber más agua que en Jabárovsk. “Al contrario, si en Jabárovsk el agua sube hasta los 4,5 m en primavera, aquí ya no hay más de cuatro. El agua se va distribuyendo uniformemente por los lagos cercanos al Amur y no permanece mucho tiempo. La explicación del fenómeno actual reside en que, a lo largo de la corriente, Komsomolsk está situado en un nivel más bajo que Jabárovsk, por lo que este lugar es más angosto, hay más agua que en las riadas primaverales y llega más deprisa, por lo que el efecto del aumento de las olas es similar al de los tsunamis, pero más lento.
El punto más angosto de la ciudad es la zona del puente sobre el Amur, y allí es donde hay más agua. “Ahora el puente ni siquiera se ve”, dice. Para la gente lo importante ahora es el abastecimiento de agua potable porque los pozos están inundados y la crecida arrastra, además de basura y lodo, despojos de los cementerios que también han quedado hundidos, explica un habitante local.
“En la Provincia Autónoma de los Hebreos es donde se registró la inundación más importante. Allí el nivel de agua subió hasta los 10 metros muy bruscamente. Después se hundió Blagoveschensk. Allí también está el río Sunggari, que vino a sumar sus aguas. Entonces se escribió poco sobre lo que estaba pasando, aunque allí había más agua que en Jabárovsk”, dice Víktor.
En tanto que ya hace una semana que el agua empezó a caer sobre Jabárovsk, los habitantes de allí esperan que dentro de un par de días las aguas empiecen a calmarse y se trasladen hacia Komsomolsk. Pero en este momento el nivel del agua supera los nueve metros.
“Esperamos que antes de octubre baje a un metro o metro y medio, entonces se podrá ir en coche por la calzada. En octubre llegarán las primeras heladas, y estaría bien que el suelo no se convirtiera en una pista continua de patinaje sobre hielo. Desde un avión ahora solo se verían las cimas de las colinas en todo este mar de agua dulce”, dice.
El propio Víktor se lo toma con ironía. “Vivo en una quinta planta, no tengo nada que temer, pero si el agua empezara a subir con fuerza, tengo una lancha. Está en el garaje, ya encontraré la manera de nadar hasta el fondo”, se ríe.
El hombre decidió mudarse a la parte europea de Rusia y para no tener que venderse el coche decidió ir conduciendo, así que ahora está esperando que las carreteras se despejen. “Mi mujer se ríe de mí, dice que ahora tendremos que cargar el coche sobre la lancha, y después la lancha sobre el coche para llegar a nuestro destino”, dice.
Cerca de un pueblo próximo al de Víktor se ha roto una presa. En cuarenta minutos una casa de una sola planta se ha inundado hasta el techo. Al ser de día, muchos habitantes del pueblo estaban en el trabajo y no ha habido víctimas, pero no pudieron socorrer a las vacas ni otros animales. Ahora la gente vive en los tejados.
“Por una parte da miedo, pero por la otra, no hay nada que hacer. Te sientes insignificante frente a esta increíble fuerza de la naturaleza. Y acabas asumiendo que no se puede hacer nada contra el agua, solo puedes esperar”, dice Víktor.
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