En Rusia hay 65.000 demandas de prótesis de extremidades superiores al año y solamente consiguen una el 14% de los demandantes, según estimaciones de la Agencia de Iniciativas Estratégicas.
En cuanto a los niños, la situación es aún más complicada, ya que los menores de 12 años tienen que entrenar el antebrazo lesionado para que no se atrofie. Para ello reciben prótesis cosméticas, que son incómodas de usar y dificultan la adaptación en escuela o cualquier colectivo.
El fundador de la empresa “Motórika”, Iliá Chej, ha desarrollado nuevos tipos de prótesis para estas personas. Son de brillantes colores y cuentan con soportes para gadgets como punteros láser, reproductores de música, teléfonos móviles y cuerdas para saltar. Los desarrolladores creen que este “componente lúdico” permite al niño discapacitado socializarse más rápidamente.
Según el director general del servicio médico ONDOC, Alexander Konstantínov, Motórika ha conseguido un producto que va más allá de lo habitual porque ha habido una implicación emocional en el proceso.
La mayoría de las prótesis para niños son el molde de una parte de la extremidad superior que tienen objetivos puramente prácticos y cosméticos. Hay dos tipos de prótesis funcionales: las de tracción y las biónicas.
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Las primeras permiten al niño hacer un agarre con su propio esfuerzo y cuestan entre 760 y 2.000 dólares.
Las prótesis biónicas funcionan mediante sensores. Convierten en movimiento los impulsos eléctricos producidos durante la contracción de los músculos. Son mucho más caras, el precio oscila entre 19.000 y 38.000 dólares y no se pueden conseguir en Rusia. Así que solamente unas decenas de niños rusos pueden permitírselo, en su mayoría gracias a fundaciones benéficas.
El graduado en robótica, Iliá Chej vio en internet un pedido de la empresa “Can-Touch.ru”, especializada en impresión industrial en 3D. La empresa buscaba producir unas prótesis para niños, dentro de un programa benéfico, y decidió participar.
“Hemos desarrollado para ellos la primera parte de la prótesis. La imprimimos, la creamos y, tras hablar con pacientes y doctores, nos dimos cuenta de que la falta de prótesis de alta calidad es un verdadero problema para los pacientes jóvenes”, afirma Iliá Chej.
Motórika consiguió acordar con la Fundación de Seguro Social de Rusia la compensación total de gastos por la compra de prótesis.
Según Chej, por el momento la empresa es capaz de producir entre 200 y 300 prótesis al año, y potencialmente podría aumentar hasta 1.000. En el laboratorio de Motórika trabajan cinco especialistas que ensamblan prótesis, mientras que los componentes son imprimidos en impresoras 3D.
La tecnología de producción es bastante sencilla: se aglutina polvo blanco de poliamida bajo un láser. El precio de la prótesis oscila desde los 900 y 1.300 dólares.
En 2015 Iliá Chej certificó las prótesis de tracción para niños KIBI. El nombre se deriva del diminutivo de cíborg. Actualmente Motórika cuenta con seis productos en diferentes soportes. En octubre los ingenieros desarrollaron para Anya, una niña de siete años que vive en el krái de Krasnodar, una prótesis con dos soportes: una cuerda para saltar y un reproductor MP3.
“Hoy en día las personas se expresan a través de su apariencia, y las prótesis no son una excepción, – dice Iliá Chej. – Esta de moda parcialmente ser un cíborg y los niños pueden aprovecharlo cuando juegan o charlan con gente de su edad.”
“Para los niños, KIBI es una oportunidad para socializarse fácilmente y sentirse seguros al estar con otros niños, - cree Alexander Konstantínov. – La singularidad del producto y su precio competitivo contribuyen a la posible salida al mercado internacional”.
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