María Ananicheva es glacióloga, es decir, una científica que se encarga de estudiar el hielo. Sin embargo, su objeto de estudio, los glaciares, están desapareciendo en todas las regiones de la Tierra.
¿Qué supone esto para Rusia? De acuerdo con el Instituto Ruso sobre Climatología y Ecología Mundial, aumenta el riesgo de que se destruyan edificios y carreteras. En el permafrost de Rusia, una capa de hielo permanente que cubre cerca del 60% del país, se localizan unas 80.000 autovías y vías férreas y 91 aeropuertos, como indica Svetlana Vorontsova, primera vicepresidenta del grupo de compañías Transportnaia integratsia.
Según Ananicheva, los glaciares tardan en reaccionar al clima. En un primer estadio, acumulan el calor y después tiene lugar una reacción visible. Esto implica que, incluso si consiguiéramos limitar el aumento de la temperatura global, la paulatina destrucción de los glaciares, muy probablemente, continuaría.
Numerosos glaciares rusos observados ya se han reducido a dimensiones ínfimas. “La nieve y el hielo se acumulan más lentamente que lo que el hielo se derrite. Se trata de una destrucción total”, considera la investigadora.
Por su parte, el glaciar se deteriora. Los glaciares de pequeñas dimensiones de la zona norte de los Urales se han derretido notablemente en los últimos diez años, lo que ha provocado carencias de agua dulce en la población.
Además, los casquetes polares han conservado en su interior peligrosas enfermedades, entre las que se encuentra el ántrax. En el caluroso verano del año pasado, en Yamal se produjo el primer brote de esta enfermedad en los últimos 75 años y 90 personas tuvieron que ser hospitalizadas. Según los científicos, habrá nuevas y numerosas bacterias y virus que serán peligrosos.
Ananicheva recuerda que en las latitudes árticas la temperatura aumenta más rápidamente que en el planeta en su conjunto. Los glaciares de las montañas del norte de Siberia y del Lejano Oriente han empezado a experimentar un aumento de temperatura y a reaccionar a partir de la segunda mitad del siglo XX. Durante mucho tiempo permanecieron relativamente estables, pero a principios de este siglo los cambios se han hecho patentes.
Además, en el Ártico está teniendo lugar una destrucción a gran escala de los macizos glaciares de Groenlandia, la Tierra de Francisco José, Nóvaya Zemliá y otras islas y territorios. En Rusia, la subida del nivel de los océanos coloca bajo amenaza a San Petersburgo.
Konstantín Gribánov, miembro del laboratorio, considera que la inundación climática podría tener lugar en los próximos 50 años. Según indica, también están derritiéndose los glaciares de Groenlandia y la Antártida, por lo que una parte de Europa podría verse inundada. “En la parte más baja de los montes Urales, la altura sobre el nivel del mar ronda los 200 metros, por lo que no sufriremos la inundación —asevera Gribánov—. No obstante, el clima será tal que la vida como la conocemos actualmente no existirá”.
El proceso de deshielo es desigual. Según explica Ananicheva, en el Ártico ruso, concretamente en Nóvaya Zemliá, están desapareciendo los glaciares y desprendiéndose los icebergs. El hielo de Tierra del Norte de momento sigue estable. Se desconoce qué podría explicar este fenómeno. Probablemente los numerosos sedimentos del archipiélago, según la investigadora.
A medida que el hielo marino del Ártico se derrite rápidamente va cediendo paso al agua. Esto implica que el Ártico se oscurece y cada vez refleja menos los rayos del sol, lo que, a su vez, provoca que el planeta se caliente aún más rápido.
Al mismo tiempo, en los casquetes polares hay “encerrada” una gran cantidad de carbono, mayormente en forma de metano, un potente gas con gran influencia en el efecto invernadero. Cuanto más se derriten los casquetes, más metano se expide a la atmósfera, acelerando así el cambio climático.
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