Galletas de copos de maíz
Anna JarzéievaTardé un tiempo en entender las palabras “copos de maíz”. Llegaron a mi vocabulario como “kunflaiki”, o algo así, cuando probamos por primera vez el famoso desayuno americano.
En la Rusia de los años 90, los copos de maíz eran caros, geniales y muy codiciados por los niños algo mayores. Nos encantaba el envase, el sabor dulce y la idea de ser “como los americanos” cuando los comíamos: no se parecía en nada al desayuno soviético de gachas, requesón o pan con queso.
Parece que en la época soviética había copos de maíz, o al menos figuraban en una de las recetas: claras de huevo con pasas y copos de maíz. Era una combinación bastante interesante y extraña: el resultado era muy crujiente, dulce y, en general, no muy bueno.
La abuela no recuerda los copos de aquella época, pero sí el maíz:
“Conocí el maíz en 1949, cuando fuimos a pasar el verano a Moldavia. Allí comían mamaliga (algo como la polenta) en lugar de pan, y una chica del pueblo y yo íbamos a los maizales cercanos a robar mazorcas de maíz. Luego las hervíamos en una olla grande: ¡estaba delicioso!".
La abuela dice que había mazorcas de maíz en el mercado, pero que la única forma de consumirlas era hirviéndolas y comiéndolas calientes. Diez años después del encuentro de la abuela con el maíz, Nikita Jrushchov fue a Estados Unidos, donde vio enormes campos de maíz. Quedó tan impresionado que inició su infame campaña de “maizcificación” de la URSS. Incluso los que saben muy poco de historia soviética conocen la campaña y recordarán “el maíz es la reina de los campos”, uno de los lemas de la campaña.
Yulia, amiga de la abuela, cuyo padre fue asesinado en 1948 como parte del terror de Stalin, recuerda parte de una canción sobre el maíz:
“Kukuruza kukuruza ukrepliaet organism; bez kukuruzi bez kukuruzi ne postroit komunism”, que me atreveré a traducir al español:
“El maíz, el maíz fortalece el organismo; sin maíz, el maíz no se puede construir el comunismo”. En ruso rima. Más o menos.
Y luego había otra más: “el maíz es milagroso (chudesa), porque el maíz es salami (kolbasá)”.
No entendí nunca lo de la kolbasá (¡lo de construir el comunismo con maíz estaba muy claro!), pero la abuela me explicó la profundidad del significado tras el dicho: la kolbasá significaba la comida en sí. Si no había kolbasá en casa, “era el fin”, decían. Cuando alguien defendía su tesis doctoral, el equivalente a un doctorado, recibía el tradicional regalo de la dóctorskaia kolbasá, un tipo particular de mortadela (en ruso, kolbasá es tanto salami como mortadela).
La kolbasá se elaboraba nada menos que en la fábrica de carne del mismísimo Mikoyán, creador del libro, así que Jrushchov apuntó muy alto cuando sugirió sustituir la kolbasá por ¡maíz!
Hoy en día se pueden conseguir fácilmente copos de maíz (aunque la mayoría son de Kellogg's), y para algunos rusos se ha convertido en el desayuno de todos los días. Sin embargo, sigue teniendo cierto prestigio, ya que sigue siendo mucho más barato desayunar trigo sarraceno o kolbasá con pan.
Y en cuanto a la “maizcificación” de Jrushchov, fracasó estrepitosamente, creo que tan estrepitosamente como la receta de galletas de copos de maíz que probé. El único milagro de ese maíz es que nos lo acabamos.
2 tazas de copos de maíz; 2 claras de huevo; ¾ taza de azúcar; ½ taza de pasas; ½ cucharadita de vainilla en polvo; 1 cucharada de mantequilla (para engrasar la bandeja del horno).
Batir las claras a punto de nieve. Añadir poco a poco el azúcar y la vainilla en polvo. Incorporar los copos de maíz y las pasas a las claras batidas.
Dejar caer con una cuchara en una bandeja de horno bien engrasada y caliente.
Meter en el horno caliente, pero no demasiado, durante 30-40 minutos hasta que estén secas y tostadas (del color de una tarta de almendras).
Retirar de la bandeja con un cuchillo afilado o una espátula y servir en un plato.
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