La Unión Soviética no reconoció inmediatamente la magnitud de sus propias pérdidas. La estimación oficial de muertes creció en proporción directa al paso del tiempo: de siete millones de los que habló Stalin a 26,6 millones con Vladímir Putin (aunque la cifra todavía se está revisando).
Todavía es muy difícil imaginar a tantas personas que fallecen en el campo de batalla o en la retaguardia. Pero es aún más difícil llenar el vacío demográfico resultante.
Una respuesta simple a la pregunta de cómo la Unión Soviética resolvió el problema es: simplemente no lo hizo. Más de 75 años después, el país no se ha recuperado todavía.
En primer lugar, la situación se vio agravada por el hecho de que las pérdidas no se distribuyeron por igual entre todos los grupos de edad. Entre las víctimas predominaban personas en edad de reclutamiento (que es también la edad para tener hijos). En segundo lugar, la gran mayoría de las bajas fueron de hombres. Como resultado, se produjo un gran desequilibrio entre sexos.
“El desequilibrio entre hombres y mujeres en Rusia resultó ser aún mayor que en Ucrania o Bielorrusia, que estuvieron totalmente ocupadas durante la guerra, mientras que en la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética Rusa) aproximadamente una cuarta parte de la población estaba bajo ocupación”, señala Nikolái Sávchenko, investigador y experto sobre las pérdidas humanas.
Según el censo de 1959, había 18,43 millones más de mujeres que de hombres, y el número de partos se había reducido a la mitad. “Ni siquiera Alemania o Polonia, que sufrieron pérdidas humanas significativas durante la Segunda Guerra Mundial, tenían tales disparidades”, dice Mijaíl Denisenko, experto del Centro Carnegie de Moscú y subdirector del Instituto de Demografía de la Escuela Superior de Economía. La migración tampoco vino al rescate. No mucha gente soñaba con mudarse a la URSS y tampoco se le permitió hacerlo a muchos.
Durante la posguerra el desequilibrio disminuyó significativamente y a finales de los años 80 el crecimiento de la población ya era el adecuado, aunque espasmódico. Por ejemplo, contrariamente a todas las previsiones, en los años 80 nacieron 2.280.000 niños.
Estos picos temporales se debieron a dos circunstancias. Uno de ellos se había puesto en marcha incluso antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En 1936, Stalin emitió un decreto Sobre la prohibición del aborto, que también contemplaba un paquete de medidas que proporcionaban apoyo financiero a las madres. Fue seguido por un decreto secreto de Narkomzdrav [precursor del Ministerio de Salud] sobre la retirada de todos los anticonceptivos de las tiendas.
Esto ocurrió a pesar de que Rusia había sido el primer país del mundo en legalizar la interrupción del embarazo a petición de una mujer (en los países europeos ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial, en la década de 1950). En 1920, la revolucionaria Nadiezhda Krúpskaia, esposa de Lenin, escribió: “Los médicos y las parteras especulaban sobre el aborto. Los abortos clandestinos a los que recurren las costureras, sirvientas y otras mujeres suelen ser realizados por personas incompetentes y con grandes riesgos... La eliminación de un feto que aún no se ha convertido en un ser vivo y que sigue formando parte del cuerpo de una mujer no puede considerarse un delito”. Este tipo de retórica era omnipresente en la época. Pero debido a las dificultades económicas, y especialmente a la hambruna masiva de 1932-1933, la tasa de natalidad comenzó a disminuir constantemente y en la década de 1930 la política social dio un giro radical.
La segunda circunstancia fueron las prestaciones pagadas en el marco de la política demográfica. Las mujeres nacidas a finales de los años 50 y 60 pudieron beneficiarse de estas ayudas lo que provocó un aumento de la tasa de natalidad durante los años 80. Todo esto aseguró el crecimiento de la población, aunque se dio de manera inestable. Para 2010, la brecha entre el número de hombres y mujeres se había reducido en ocho millones.
Es cierto que esto todavía no puede compararse con la situación en la que vivían estos casi 27 millones de personas. Los expertos todavía creen que Rusia se está “muriendo”.
En 2017, la tasa de natalidad en Rusia cayó a su nivel más bajo en diez años y desde entonces la situación no ha mejorado mucho. Para rectificar esta tendencia el Estado ha lanzado un programa nacional especial, llamado Demografía, que durará hasta 2024, con un presupuesto de más de 40.000 millones de dólares. El programa es una continuación directa de los programas de apoyo estatal de mediados de la década de 2000 y la principal medida es el pago de una asignación por tener más de un hijo.
Pero hay quienes creen que esto es insuficiente y los demógrafos predicen otra “caída”. Además, algunos critican el programa Demografía por contar con un presupuesto desmesurado, mientras que otros, por el contrario, creen que la financiación debería multiplicarse por lo menos por cuatro, hasta el 2% del PIB. Según el director general del Instituto de Peritaje Científico y Público, Serguéi Ribálchenko, “en los países europeos este indicador asciende al 3-4 % y en Francia al 5-6 % del PIB”, y lo que Rusia está haciendo actualmente no es suficiente.
La ley de derechos de autor de la Federación de Rusia prohíbe estrictamente copiar completa o parcialmente los materiales de Russia Beyond sin haber obtenido previamente permiso por escrito y sin incluir el link al texto original.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: