Un huevo blanco como la nieve de varios metros de altura, situado en medio de una exuberante pradera verde. Así es como el escultor Grigori Orejov imagina una casa de juegos ideal para su hija Agatha.
El concepto de esta brillante construcción futurista, que se parece a un ovni de una película de ciencia ficción, nació de la búsqueda de una casa de juegos para niños. “Mi hija lleva muchos años pidiéndome una casa de juegos, pero la nuestra es una familia de perfeccionistas, así que no podemos comprar cualquier cosa simplemente para cerrar el tema”, dijo Orejov a Russia Beyond.
Las casitas disponibles en Internet le parecían feas y primitivas, y capaces de durar poco tiempo. Además, quería hacer una casa que fuera relevante para los adultos. Entonces Orejov recurrió a un tema que ha estado presente en su obra a lo largo de su carrera: el ovoide (forma de huevo).
“El ovoide es una forma arquitectónica perfecta en términos de proporciones, es autosuficiente, no hay nada superfluo en ella. He sentido una fascinación inconsciente por esta desde que era niño. Pero también es un antiguo símbolo religioso, la imagen del renacimiento, de nuestro mundo interior. Tengo una obra llamada Ovoide 8, que simboliza vívidamente este ‘núcleo interno’ del ser humano, que es tan importante no romper, llevarlo durante toda la vida y no perderse”, dice Orejov.
Orejov creó la primera escultura de la serie My Egg en 2016. También la casa de juegos nació de otro de sus proyectos, un huevo cuadrangular. “Pero no lo concebí como un objeto de arte. Al contrario, quería convertir un objeto de arte en un espacio funcional”, dice el escultor.
La casa está hecha de cientos de listones de madera contrachapada apilados y lijados. Al mismo tiempo, sus paredes no tienen más de 30 mm de grosor. Hay una ventana en la parte superior, que también sirve de válvula de ventilación.
Dentro de la casa, hay un banco con una almohada suave en un lado, y una mesa en el otro. “Agatha pinta mucho y este es un lugar donde hace su arte. Además, es un lugar interesante para escuchar música porque la forma de la habitación crea un eco”, dice.
“También es un refugio para cualquier persona que busque intimidad y un respiro del mundo exterior, una alusión al vientre materno. A mí mismo a veces me apetece ir allí a leer un libro o navegar por Internet. La sensación es similar a la que se tiene cuando se entra en una iglesia que tiene muy poca parafernalia eclesiástica, como en un lugar donde se puede pensar en cosas elevadas. En nuestra vida cotidiana, siempre tenemos prisa, no podemos pararnos a pensar en lo eterno. Es un espacio donde se puede encontrar este zen”, dice Orejov.
La construcción de la casa de juegos (situada no lejos de Nikolina Gora, a las afueras de Moscú) llevó un año y varios cientos de miles de rublos.
“Estuve experimentando y eso elevó el coste. Si tuviera que hacer varias de estas casas, tecnológicamente lo haría de otra manera, para que fuera económicamente rentable”, dice, y añade que se puesto en contacto con él una empresa turística española. “Les encantó la casa y querían que les hiciera una similar para una exposición. Pero no se puede hacer en unos meses, y la casa de Agatha no se puede transportar. Si hay muchas peticiones, quizá haga una serie de estas casas. Aunque mi hija se opone a la idea, cree que sólo ella debe tener una casa así”.
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