Cuando los bolcheviques tomaron el poder en octubre de 1917, Rusia estaba en guerra con Alemania. Vladímir Lenin prometió acabar con el conflicto y una de las primeras cosas que hizo fue firmar el Decreto sobre la Paz, en el que “proponía una paz inmediata sin anexiones y sin indemnizaciones”.
Fue una inesperada y agradable sorpresa para Alemania pero causó gran impresión entre los aliados de Rusia: Francia, Reino Unido, EE UU y Japón. Preocupados por el caos que había en el país, estas naciones enviaron tropas para ocupar partes de Rusia.
Mientras los bolcheviques pedían el final de la guerra, la situación se hizo cada vez peor para el Ejército ruso, que seguía en el campo de batalla. Alemania continuaba con su ofensiva y Lev Trotski, mano derecha de Lenin y líder del Ejército Rojo, era incapaz de negociar una paz en términos favorables. En sus memorias Trotski escribió: “El general Hoffman [alemán], cansado de debates judiciales, solía colocar su bota de combate sobre la mesa. Éramos muy conscientes de que esta bota era el único argumento tangible en las negociaciones”.
Negociación del Tratado de Brest-Litovsk en 1918. Alemanes a la derecha y bolcheviques a la izquierda.
Global Look PressDe hecho, el 3 de marzo de 1918 Trotski se vio forzado a firmar el desfavorable Tratado de Brest-Litovsk, por el cual el Imperio ruso cedía oficialmente Ucrania, Finlandia, la región báltica y Polonia, perdía el 34% de su población y el 54% de las empresas industriales.
Alemania obtenía así una victoria, pero solo hasta noviembre de 1918, cuando capituló ante los poderes occidentales, conocidos como la Entente.
Los políticos europeos de la Entente estaban coléricos tras el Tratado de Brest-Litovsk y tomaron cartas en el asunto. “Lenin y Trotski han firmado una paz vergonzosa... liberaron a más de un millón de alemanes que vinieron y atacaron a nuestra gente en occidente... los Aliados en agosto de 1918 decidieron ocupar Arjánguelsk y Múrmansk y colocaron una fuerza en la costa”, explicó Winston Churchill, entonces ministro de las Municiones del Reino Unido.
Tropas ingleses en Ajánguelsk en 1918.
SputnikEn marzo de ese año, llegaron a Arjánguelsk –un puerto estratégico en el mar Blanco– soldados británicos, franceses y estadounidenses. En agosto ocuparon Múrmansk, otra de las puertas de entrada a Rusia, situada en el norte. El movimiento blanco, antibolchevique, apoyó la intervención, cuyo objetivo oficial era evitar que los barcos occidentales llenos de municiones cayeran en manos de los alemanes.
Las tropas occidentales no solo llegaron al norte de Rusia. También intervinieron en la region del Cáucaso, en Asia Central y en Crimea, donde regimientos coloniales franceses estuvieron presentes durante un par de meses. Tal y como recuerda el cantante ruso Alexánder Vertinski: “Exóticas tropas africanas marchaban por las calles de la ciudad: africanos, marroquíes, argelinos... indiferentes, sin tener ni idea de lo que hacían allí”.
Japón envió unos 70.000 soldados al Lejano Oriente de Rusia y tomó control de Vladivostok y de toda la costa del Pacífico. Los japoneses superaron a otros invasores en número de tropas. El Reino Unido, junto con sus colonias, envió unas 30.000, mientras que EE UU mandó alrededor de 15.000. Francia, exhausta por las pérdidas de la guerra, apenas mandó varios miles de tropas.
Tropas de distintos países desfilan ante el Cuartel General de las Fuerzas Aliadas en Vladivostok.
NARAAl mismo tiempo, en el corazón de Rusia unos 40.000 soldados checoslovacos avanzaban hacia el este por Siberia, con el objetivo de salir del país. Eran soldados austrohúngaros capturados, que en Rusia formaron la Legión Checoslovaca para luchar contra sus antiguos jefes, pero la guerra terminó y el Gobierno ruso para el que trabajaban ya había dejado de existir. No tenían intención de apoyar a los bolcheviques y los checoslovacos apoyaron al movimiento blanco en su esfuerzo por tratar de salir de Rusia.
Aunque la presencia de tropas de la Entente apenas fue palpable. El propio Lenin reconoció que “durante tres años los ejércitos británico, francés y japonés han estado en territorio ruso. Sin duda, si hubieran hecho el mínimo esfuerzo por derrotarnos, habrían ganado”.
Los líderes de los blancos, como el almirante Alexánder Kolchak y el general Antón Denikin también afirmaron que la ayuda de las tropas de la Entente fue escasa. El biógrafo de Kolchak, Vladímir Jandorin escribió: “La principal asistencia que los aliados hicieron a los blancos fue el suministro de armas y uniformes”. Aunque fue importante, sus destacamentos apenas se enfrentaron al Ejército Rojo en el campo de batalla.
Almirante Alexander Kolchak (sentado) con oficiales británicos en el frente oriental, 1918.
Getty Images¿Por qué fueron tan reticentes? Occidente estaba en desacuerdo con los blancos constantemente acerca del futuro de Rusia. En tanto que patriotas, los generales del Ejército Blanco luchaban por una Rusia “unida e indivisible”, mientras que los aliados querían dar la independencia a algunas de las provincias.
El historiador Dmitri Lejóvich escribió: “El primer ministro británico Lloyd George barajaba la opción de ayudar a los blancos, hacer negocios con el Gobierno soviético y su deseo de apoyar la independencia de estados más pequeños situados a lo largo de la frontera rusa”.
Equipo y armamento capturado por los soldados del Ejército Rojos a las fuerzas invasoras, 1919.
SputnikEsto no acabó bien para los blancos, que sufrieron una clara derrota militar. Hubo algunos que murieron a manos de los bolcheviques (como Kolchak) y otros tuvieron que emigrar, Denikin, por ejemplo.
Para finales de 1919 las tropas checoslovacas, británicas y de otros países occidentales ya habían vuelto a casa. Los japoneses estuvieron en el Lejano Oriente hasta 1922, pero tampoco estaban dispuestos a luchar contra los bolcheviques. Finalmente, Occidente asumió que tenía que establecer relaciones con la nueva Rusia soviética.
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