Cómo los bolcheviques bombardearon el Kremlin

En octubre de 1917, los bolcheviques tomaron el poder en Petrogrado casi sin derramar sangre. Pero una feroz resistencia les esperaba en Moscú, donde tuvo lugar la primera batalla de la Guerra Civil.

Tras la noticia del golpe bolchevique en Petrogrado (actual San Petersburgo), los revolucionarios moscovitas también decidieron actuar y armaron a más de 10.000 soldados rojos voluntarios. Pero la posición bolchevique en Moscú no era tan fuerte: miles de oficiales, cadetes y estudiantes se les opusieron construyendo barricadas y cavando trincheras en las mismas calles del centro.

Durante toda una semana los bolcheviques intentaron tomar el poder en Moscú. Se libraron encarnizados combates en la ciudad, los revolucionarios tomaron por asalto el Hotel Metropol, frente al Teatro Bolshói, donde se organizó un puesto de vendaje de sus oponentes.

Los cadetes mantuvieron las defensas en el Kremlin para impedir que los bolcheviques llegaran al arsenal local. No aceptaron una tregua ni la rendición y tuvieron que repeler bombardeos masivos de artillería.

Durante dos días, los partidarios de Lenin bombardearon indiscriminadamente el principal símbolo de Moscú. Como resultado, la mayoría de los edificios del Kremlin, incluidas las principales catedrales, resultaron dañados. El Pequeño Palacio Nikoláievski, donde se encontraba el cuartel general de los cadetes, sufrió los daños más graves.

El Pequeño Palacio Nikoláievski tras el tiroteo del Kremlin, 1917

Muchos iconos antiguos, azulejos únicos, así como muebles y objetos de valor de las cámaras reales fueron destruidos bajo el bombardeo. La torre Spásskaia con su reloj sufrió graves daños, y el icono de la puerta de la torre Nikólskaia fue destruido.

La Torre Nikolski del Kremlin con un icono de San Nicolás en la puerta destruida

El Comisario del Pueblo Bolchevique (ministro) de Educación, Anatoli Lunacharski, quedó realmente conmocionado por los combates y la destrucción de bienes culturales. “Hay miles de víctimas”, escribió. “El Kremlin, donde están reunidos todos los tesoros artísticos más importantes de Petrogrado y Moscú, está siendo bombardeado [...]. No puedo soportarlo”, rezaba su carta de dimisión.

Pero el líder revolucionario, Vladímir Lenin, no era tan sentimental y volvió a convencer a Lunacharski. Según recordaba el propio comisario del pueblo, Lenin le respondió: “¿Cómo puedes dar tanta importancia a tal o cual edificio, por bueno que sea, cuando se trata de abrir las puertas a un orden social semejante, capaz de crear una belleza inconmensurablemente superior a todo lo que sólo podía soñarse en el pasado?”.

Una barricada en los arcos de la Puerta Voskresenski del Muro de Kitái-gorod.

El 3 de noviembre, la guardia “blanca” depuso las armas y abandonó el Kremlin. Al mismo tiempo, cerca de las murallas de este aparecieron las primeras tumbas: los bolcheviques enterraron a unos 200 soldados del Ejército Rojo que murieron durante el asalto. Las pérdidas de los Guardias Blancos fueron comparables, alrededor de unos 300 efectivos. Todos ellos fueron enterrados en una fosa común en el norte de Moscú. Los féretros con sus cuerpos fueron acompañados al cementerio por una procesión de miles de personas.

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